Sueños

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Nicolás.


Los cubos de hielo comienzan a derretirse por el calor de mi mano en el vaso. Irradio más temperatura que el Norte, desde esa misma mañana al vivir el momento más jodidamente excitante de mi vida. Y no porque haya pasado algo realmente caliente, tan solo estuve con Irene consolándola en mis propios brazos. Pero las ganas de besarla que tuve persisten, y más aún cuando cierro los ojos e imagino su bonita cara en frente de la mía, sintiendo su aliento chocar contra mi boca ansiosa y mis dedos acariciando la curvatura de la suave piel de su cuello.

—¿Estas bien? —pregunta Magda apareciendo detrás del sofá. Comienza a hacerme masajes en los hombros, pero teniendo en cuenta la clase de pensamientos que manejo en este momento, se me hace de lo más incómodo.

—Si, sólo un poco cansado —contesto, poniéndome de pie.

—Ven, vamos a cenar. He preparado un postre rico para después —me anima, llevándome a la mesa.

—Oye, ¿y tu como te encuentras? —pregunto, recordando los motivos de la llamada que irrumpió esta mañana en mi despacho.

—Bien. Más que nada preocupada por mamá, ella era muy apegada a mi tía. Yo no la vi demasiadas veces. Pero tengo que estar ahí para ella.

—Si, entiendo.

Magda sirven una rica lasaña. Generalmente soy yo el que cocina, pero estos últimos días ella ha estado insistiendo en hacerlo. Le gusta ocuparse de los quehaceres en mi departamento, creo que es más por un tema de ir ganando espacio en mi vida. Hace unos días noté que trajo una pequeña planta que según ella "le da un toque fresco al hogar" y descubrí en el baño su cepillo de dientes.

Hablamos un rato sobre trivialidades. En un momento quiere pasar a hablar sobre lo que ocurrió con Irene, pero yo cambio de tema. No puedo hablar de ella sin pensar en lo que estuve a punto de hacer. Se la veía tan compungida y vulnerable. Quería abrazarla, envolver su menudo cuerpo en mis brazos y besar sus bonitos labios, decirle que todo iba a estar bien. Quería poder traerle de vuelta aquel brillo malicioso que lleva siempre en sus ojos, en vez de las lágrimas que apagaban su mirada y acariciarla, darle calor. Las repentinas emociones que tuvieron efecto en mí ese instante son de lo más curiosas, pero todavía persisten si pienso en ello.

¿Qué hubiera pasado si avanzaba? ¿Me habría correspondido? No parecía reticente a mis caricias, o a mi cercanía. No parecía incómoda ante mis dedos deslizándose por su clavícula y bajando lentamente hacia su escote. No me detuvo y de no ser por los golpes en la puerta, creo que podría haber ocurrido cualquier cosa. Cualquier cosa que ahora mismo me emociona pensar, fantaseo con ello y lo deseo. Deseo haber podido descubrir lo que iba a ocurrir si no nos hubieran interrumpido. ¿Habría tocado sus labios? ¿Habría podido sentir su lengua en la mía?, ¿su sabor? El anhelo que siento por conocer los sonidos que emite al sentir placer es indescriptible y me preocupa que se esté volviendo una necesidad. Había dejado de pensar en estas cosas, pero ahora... ahora todo volvió a mí con mucha más intensidad. 

—... Asi que he metido sólo algunas mudas de ropa. No me quiero quedar mucho tiempo, tengo los finales y estoy haciendo malabares con la escuela —dice y yo me quedo en blanco unos segundos porque no se de qué mierda está hablando—. ¿Seguro te encuentras bien? Pereces un poco perdido.

—Sí —mascullo con la voz contenida. Se me ha puesto dura y no quiero que Magda lo note. Por suerte no ve debajo de la mesa. Ella recarga su cabeza sobre sus manos y los pechos se aprietan contra el borde de la mesa. Vislumbro apenas la sombra de sus pezones por debajo de la blusa y caigo en la cuenta de que no trae sostén. 

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora