Licenciada en resolución de conflictos

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Lean la nota final


Nicolás.

El partido de fútbol de fondo y los veinte gorilas sudando sus camisetas, bebiendo cerveza como si fuera agua y gritando barrabasadas al televisor no son suficientes para acallar mis histéricos pensamientos. Elegí un bar tranquilo para el encuentro con Lorenzo, quería algo que estuviera alejado de mi departamento y la escuela, pero a la vez que me hiciera sentir cómodo. Aunque tal vez lo mejor habría sido citarlo en el ciber-café, pero se que esa onda no le va y no lo necesito diciéndome todo el tiempo que ya estoy grande para transitar lugares para pendejos. Curiosamente eso me lo viene diciendo desde los doce años cuando era literalmente un pendejo.

-¿Sirvo más? -me pregunta la mesera, mostrándome la jarra de café que lleva en la mano.

-Sí, por favor -contesto, tendiéndole mi taza-. Gracias.

-Si quieres algo más, solo avísame -agrega antes de marcharse, regalándome una sonrisa coqueta. Es una camarera muy bella, si no sintiera que estoy cayendo por un precipicio en mi interior probablemente podría contemplar esas caderas que contornea por todo el local. Pero no puedo hacerlo, ni siquiera me llamaron la atención sus pechos cuando se agachó para limpiar un vaso con cerveza que había caído al suelo y se le vio parte del corpiño.

Mis manos sudan, comienzo a mover mi pie golpeando el suelo y miro todo el tiempo hacia la puerta preparándome para cuando llegue mi cita. Por un momento contemplé la idea de tomarme uno de los calmantes que le saqué a Irene, pero la última vez terminé durmiendo más de veinticinco horas y necesito estar bien lucido para lo que voy a hacer ahora.

De pronto me doy cuenta que no puedo hacerlo, el corazón me late demasiado rápido y si continúo así tendré otro ataque de ansiedad como el que tuve en la escuela, lo último que necesito es hacer un papelón en un café repleto de testosterona.

Dejo algunos billetes en la mesa y me pongo de pie con la idea de marcharme. Llamaré a Lorenzo por el camino y le inventaré una excusa. Agarro mi chaqueta de la silla y camino a la salida, pero justo cuando estoy abriendo la puerta me lo choco.

-Lorenzo -suelto, echándome hacia atrás como si me hubieran golpeado con un bate.

-¿Te ibas?

-No, no, solo iba a fumar un cigarrillo -miento.

-¿No se puede fumar aquí? -dice ligeramente extrañado, observando que a nuestro lado hay un grupo de hombres fumando.

-Quería tomar aire -farfullo, girando sobre mis talones para volver a la mesa. Lorenzo asiente y me sigue-. ¿Quieres algo? -pregunto, encendiéndome el cigarro.

La mesera se acerca a tomarle el pedido y me alcanza un cenicero. Le agradezco con una sonrisa torcida que si no me equivoco debió parecerse bastante similar a la del jorobado de Notre Dame. Mientras Lorenzo habla con ella preguntándole cuál es el almuerzo del día, yo me dedico a observarlo. Tiene puesto un traje acicalado y el cabello más corto, algo canoso en la sien pero aún así sigue luciendo apuesto, trajo consigo una maleta de cuero, lo que me hace suponer que vino directo de la oficina. No se ve muy distinto de la última vez que lo vi, aunque son evidentes las marcas de la edad en sus expresiones.

Antes de que la mesera se retire le pido una cerveza. Ella asiente un poco dudosa y me retira la taza de café que sirvió anteriormente, la cuarta del día. Ya me puedo preparar para tener una linda cagadera más tarde, me aseguraré de comer algo de arroz en la cena.

Cuando la mesera se marcha, Lorenzo pone los ojos en mí, probablemente analizándome, sacando un escrutinio rápido de mi apariencia para luego terminar juzgándome. Evito mirarlo a los ojos y me esfuerzo por aparentar una calma que no siento. Doy con el momento exacto en que desaprueba verme fumando y apuesto a que se debe haber dado cuenta de mis bolsas bajo los ojos. Debí haberme arreglado un poco más, estas no son mis pintas usuales, pero es que saber de él me sacó de las casillas, apenas pude pegar ojo anoche y hoy me levanté con el pie izquierdo, no encontraba ninguna camisa limpia y me tuve que cambiar dos veces de medias porque me coloqué pares distintos.

La lección© [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora