Aquellos que desafían a Dios.

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Hill

—¡Cuidado!

El bebé, que hasta hace unos momentos estaba en brazos de quien posiblemente fue su padre, comenzó a caer cuando esté desapareció. Sarah fue más rápida que Karla o yo y antes de que nos diéramos cuenta se había transportado delante y lo había alcanzado a sostener antes de que se estrellara contra el suelo.

Como si aquellas serpientes de runas sintieran la perturbación mágica, comenzaron a retorcerse de manera frenética. Las que de por si enredaban a las personas se contrajeron aún más, clavándose en su carne. No hubo gritos, ni siquiera un movimiento espasmódico, posiblemente porque para ese punto ya estaban muertas.

Una de ellas se dirigió hacia Sarah, pero esta ya había desaparecido y solo se enterró en el suelo. Sin embargo, continúo retorciéndose como si buscara algo, hasta que, pasados unos segundos, volvió a su posición original.

Era un espectáculo horrible.

—Ni siquiera sabían con qué cosas estaban jugando —susurró Karla.

—Nunca lo hacen, hasta que es demasiado tarde —le respondí—. Es más, ni siquiera nosotros sabemos, así que no es tan raro. Pero deja que intente deshacerme de ellas.

Avance unos pasos y concentre mi energía mágica en las manos para lanzar una descarga y ver si conseguía destruir a algunos de esos lazos. Pero antes de que lograra hacer nada, aquellas cosas comenzaron a retorcerse de forma frenética y se abalanzaron hacia mí a una velocidad increíble.

Logre evitar las que venían de frente, más sin embargo dos de ellas que surgieron del suelo aprisionaron mis pies, haciéndome perder el equilibrio, provocando que cayera de espaldas. A aprovechando eso, una más se dirigió a mi pecho, pero logre bloquearla con mi antebrazo antes de que atravesara mi corazón.

Se sintió como si alguien me hubiese acuchillado, pero la herida no sangraba. Intente tomar aquella cosa con m i otra mano y sacármela de encima, pero fue inútil, era demasiado fuerte. Al sentir mi inútil intento, otros lazos comenzaron a enredarme, inmovilizándome para que aquella cosa terminara su trabajo.

—¡Hill! —grito Sarah.

—¡Espera! —la detuvo Karla. No podía verlas, pero sí que imaginaba que Karla había detenido a Sarah de venir a ayudarme. Y estaba en lo correcto.

Aquel lazo se sentía como una sanguijuela que iba absorbiendo toda la magia de mi cuerpo. Poco a poco comencé a sentir como me vaciaba por dentro. De no ser por mi condición anormal, seguramente esa cosa ya me hubiese matado.

El ataque duro solo unos segundos, aunque se sintieron como horas. Pero después de este, como si aquella cosa estuviera satisfecha, retrocedió a la vez que el resto de lazos me liberaron, regresando a su posición original.

—¿Estas bien, Hill? —gritó Sarah.

—¡Alto! —le grité. Si bien yo había sido capaz de sobrevivir, no sería lo mismo con cualquiera de ellas.

Me levante con lentitud y retrocedí hasta donde estaban. Mi cuerpo se sentía extraño al ser vaciado de su magia, pero, aunque ya estaba desacostumbrado, reconocía la sensación, así que no me molesto demasiado.

—¿Estas bien? —me preguntó Karla. Tanto ella como Suzanna se mostraban algo pálidas, pero no tanto como Sarah, que estaba completamente blanca. Me di cuenta que Karla la había detenido a tiempo de ir a ayudar, ya que todavía tenía a aquel bebe en sus brazos, el cual seguía durmiendo pacíficamente.

—Al parecer esas cosas absorben la energía mágica —les informé.

—Pero, por lo visto, no atacan hasta que la sienten —dijo Karla—. Solo se movieron cuando tú o Sarah la usaron, así que deben sentir la alteración que causa cuando alguien está a punto de usar sus poderes.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora