Preludio al torneo: Secretos

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Yunei 

Los pasillos del castillo estaban en un relativo estado de paz, contrario a las últimas semanas, cuando por él se paseaban decenas de civiles que perdieron su hogar durante el enfrentamiento contra el titán. Ahora, después de que se había construido una serie de casas básicas a su alrededor dónde se pudieran asentar mientras se reconstruía la ciudad, en el edificio solo quedaban aquellos cercanos a la reina Farenis.

Honestamente no era que me desagradara estar aquí, es solo que me sentía encerrada y aburrida, pues no había mucho que hacer para mí. Sin embargo, no me podía ir.

Y eso era debido a que desde que regresaron de matar al titán, Hill no había despertado. Según una curandera, el cuerpo estaba bien y no presentaba heridas graves, por lo que su condición era un misterio. El único cambio que mostró fue una marca que apareció en su pecho, parecida a las de los apóstoles, pero a la vez diferente a todas ellas.

La única que parecía saber que le pasaba era Sarah, quien en llamo a aquella cosa "la marca de la tormenta", pero ella no nos lo contaba. No sé si desconfiaba de nosotros o solo no nos lo podía decir. La conocía bien, así que me inclinaba a la segunda opción.

Comencé a comer el bocadillo que llevaba conmigo, mientras pensaba en mi amiga. Desde que había vuelto estaba rara, visitaba a Hill constantemente, pero había tristeza en sus ojos. Y estaba esa daga, era una empuñadura cuya hoja era de relámpagos cuando se activaba, pero nadie tenía idea de cómo funcionaba. Al igual que Zalia de Hill, la daga de Rith, cómo era llamada, solo podía ser sostenida por su dueño. Pero al contrario que la espada, esta regla no se desactivaba ni siquiera si ella concedia el permiso a otro.

Lo más raro era que en la empuñadura había aparecido una marca similar a la de Hill.

—¿Yunei? —me llamó alguien desde una puerta cercana. Era Lucil, que al igual que yo había estado cuidando de Hill, al parecer regresé hasta ahi sin darme cuenta—. ¡Ven, rápido!

La urgencia en su voz me invitó a pensar que aquello que esperaba al fin pasaba, Hill se están despertando.

Mi predicción no había fallado, dentro pude ver como él se movía, sin embargo, antes de que pudiera entrar una mano en mi hombro me lo impidió.

—Ahora no —dijo. Era Cleam, quien había estado esperando fuera de la habitación la mayor parte del tiempo. Eso claro, si no estaba en una mision—. Tú también, Lucil, vete.

Iba a replicarle, pero al ver sus ojos carentes de emociones mirarme fijamente me di cuenta que había algo que necesitaba decirle él primero. No podía saber que era y aunque debía importarme, este no era el momento para discutir.

—Bien —le respondí—. Pero solo será hasta que los demás lleguen.

—Yo ire a avisarles —intervino Lucil, mirándonos nerviosa—. Tú entra, Yunei, estoy seguro que Hill apreciara que estés con él. Cleam, ¿hay mucho problema con eso?

Él pareció pensar la respuesta en profundidad, pero luego asintió, resignado.

—Está bien, de todas formas sería bueno si alguien cercano a él está ahí cuando despierte. Solo recuerda que lo que aquí se diga tiene que permanecer en secreto, ¿entendido?

—Sí.

—Bien.

Son decir nada más entramos a la habitación.

Hill

Oscuridad total.

Eso era el mundo y nada más, por mucho tiempo estuve ahí, consciente de que lo que existía a mi alrededor, pero sin ser capaz e interactuar. Pero no era el único ahí, algo más me acompañaba, algo sin nombre ni rostro que intentaba devorarme a cada segundo, pero sin lograrlo ya que algo me llamaba de vuelta. No sé cuánto tiempo estuve perdido, donde me encontraba o quien era, solo sé que al final encontré el camino a casa y al fin volví a ser solo yo.

Al abrir los ojos me encontré en un lugar desconocido, demasiado lujoso para tratarse de un simple cuarto de alguna posada.

Una mano de piel oscura sostenía la mía. Era cálida, familiar y poseía fuerza en ella que me decía había vivió cosas increíbles, a la vez que difíciles. Incluso sin ver el rostro de su dueño supe de quien era de inmediato.

—¿Yunei?

—Bienvenido de vuelta —me dijo, sonriéndome. Ella se hallaba sentada en la orilla de la lujosa cama, con una expresión radiante. Era esperanzador verla después de tanto tiempo siendo solo yo y aquella cosa.

—¿Cuánto tiempo estuve fuera? —le pregunté, incorporándome. El cuerpo dolía un poco y tenía los músculos agarrotados, pero aun así estaba mejor de lo que esperaba.

—Un mes —me respondió ella, contestando a continuación una pregunta no hecha—. Sabíamos que despertarías, así que cuidamos de ti todo este tiempo, pero tardaste demasiado... estábamos preocupados.

Asentí. El tiempo que estuve fuera también se sintió mucho, tanto que solo un mes me pareció poco.

—Luego se muestran su afecto, ahora hay cosas que discutir —dijo una voz dese la puerta. Ahí se encontraba Aurien, mirándonos con una expresión burlesca en su rostro.

—¡Tú! —grité, intentando levantarme, pero me fue imposible dado que Yunei me sostuvo de los hombros.

—Te lo informare por última vez, no soy Aurien —me respondió él, con una expresión aburrida en su rostro—. Ni Jun si a eso vamos.

—¿Quién...? No, ¿qué eres? —lo cuestioné. Era la primera vez que me encontraba algo como él, un alma sin cuerpo que aun así no se había degenerado. Las que me mostró Hyperion parecían más... corruptas.

—Me hago llamar Cleam —dijo, tomado una silla que estaba cerca de la cama y sentándose ahí—, pero mi verdadero nombre hace siglos que se perdió. Veras, Hill, yo estuve ahí cuando los dioses cayeron. O para ser más precisos cuando la diosa murió a manos de los otros dioses.

—El aura de la diosa cayó directamente sobre mí y me baño con una maldición: no puedo morir. Y con eso me refiero a que, a menos que la última parte de ella se extinga para siempre, yo seguiré en este mundo. He visto de primera mano cómo cambia esté mundo y con el paso del tiempo he aprendido casi todo lo que hay que saber de él.

—Entonces... ¿sabes que es aquello que tengo que hacer en el templo de los orígenes? ¿O dónde está?

—Sí, sé lo que tienes que hacer, pero no puedo decírtelo, aunque creo que intuyes ya lo que se te pedirá y no quieres admitirlo. Pero está bien, esa negación es parte de la maldición que te ata como el único que lo puede hacer. Y sobre lo segundo, sabía dónde estaba, pero ahora ya no.

—¿A qué te refieres con eso?

—El templo está atrapado en el tiempo y espacio. El lugar que ocupa a cada momento o si llega a ocupar es decidido por cosas que escapan a mi conocimiento. Los iluminados descubrieron su secreto, pero Aurien los mató antes de que nos lo pudieran revelar por completo.

—¿Nos?

—En aquel tiempo me hice amigo de un hombre noble y de sus compañeros... ellos me encontraron en una cueva mientras me escondía del mundo, harto de estar vivo. Fueron mis amigos y los aprecie hasta su muerte. Viaje con ellos y con ellos descubrí secretos de esté mundo que debieron estar guardados para siempre.

"Creo te preguntaras como conseguí esté cuerpo, pues la verdad es que en aquel tiempo yo fui compañero y amigo del primer señor de la tormenta: Jun.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora