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Hill


El rugido de una bestia y después la sangre que emanaba al ser asesinada, con esa era la tercera que mataba en los últimos dos minutos.

¿Pues cuantas son? —prensé con asco al ver su cuerpo.

Las criaturas eran de un verde enfermizo y con el cuerpo parecido al de un perro sin pelo, solo que sus patas poseían cinco dedos y les faltaba cualquier cosa que pudiera considerarse una cabeza, teniendo una especie de boca repleta de dientes sobre sus cuellos. Ni idea de cómo veían, olfateaban o escuchaban, pero siempre atacaban como si sus sentidos estuvieran sobrenaturalmente aumentados.

Otra bestia salto hacia mí, por lo que tuve que arrojarme a un lado para evadir sus garras. Aterrice en un extremo de la habitación y mientras me levantaba me percaté de un escudo tirado cerca. Lo tomé, mientras que el monstruo lanzaba todo su cuerpo en mi contra. Apenas logre pararlo con el escudo, pero esté fue destrozado con ese único ataque. Mientras me defendía del monstruo, otro de los suyos rompió el capullo que tenía a mi costado y me mordió el brazo.

Si bien la fuerza de su mordida no era suficiente como para asesinarme, sí que me causo un agudo dolor que me hizo perder la concentración por un segundo. Por suerte las bestias parecían estúpidas y no lo aprovecharon.

—¡Ya basta! —grité, mandando a volar al monstruo con un relámpago, gracias a la poca energía mágica que había logrado reunir, mientras que le corte el cuello al otro con Zalia.

Ese era el último, o al menos el último de la habitación. Al igual que en está, las anteriores estancias por donde había pasado estaban repletas de una especie de capullos de los cuales surgieron los monstruos. Posiblemente fueron creadas por aquellas runas y aunque no eran tan poderosos como los que enfrentaban afuera, debido a que aquellos lazos habían desaparecido de pronto y, por tanto, no los alimentaron bien, los malditos seguían siendo numerosos.

No sé lo que hiciste , Sarah, pero te lo agradezco de corazón.

De no haber desaparecido esas cosas, el aprieto en el que me hubiera encontrado seria mucho peor y posiblemente me habrían asesinado, de hecho, me encontraba repleto de heridas y aún no recuperaba ni la mitad de la energía mágica que me robaron antes, por lo que enfrentarlos era el triple de difícil.

Pero todavía puedo mantenerme de pie.

Tomé una camisa de mi bolsa mágica e improvise una venda para detener el sangrado, era lo mínimo que podía hacer, de otra forma estaría demasiado débil si la siguiente habitación también estaba repleta de monstruos.

Lo cual sería malo, ya que apenas y logre soportarlo.

Arroje el escudo ya inservible al suelo y me dirigí a las enormes puertas dobles que se alzaban ante mí. Al tocarlas sentí una ligera descarga, algo muy parecido a una advertencia, pero no me importo, simplemente las empuje.

—Te estaba esperando, hijo de la tormenta —susurró la voz suave de una mujer.

Mi mente no estaba preparada para lo que vi en ese momento. Si bien espere encontrarme una escena de pesadilla, sería más con monstruos o cosas así.

Pero en el lugar no había ningún monstruo. De hecho no había nada que pudiera considerarse una amenaza.

Aun así retrocedí, asustado.

—Lo entiendo. Como bien se dice, aquel que juega con fuego, termina quemado —dijo aquella misma voz femenina.

Si bien antes había sido humana, ahora se trataba de algo diferente, muy diferente. Y al mismo tiempo me di cuenta de que el verdadero corazón del titán no se hallaba allá afuera, sino frente a mí

El lugar antaño había sido una enorme estancia, pero ahora estaba casi en su totalidad repleta de lo que parecían ser telarañas color carne, cuyas hebras eran del tamaño de un dedo meñique. Todas eses hebras estaban unidas a las paredes y surgía du una mujer que se hallaba en el centro de la habitación. No, no estaban unidas, parecían surgir de ella

Y aquella mujer, la cual reconocí como la hija de la general, estaba unida a una esfera. Casi la mitad de su cuerpo ya se hallaba fusionado con esta, hasta el punto de haber perdido las piernas y la mitad del torso, quedando solo los brazos, el pecho, el cuello y la cabeza.

—¿Quién...? No... ¿qué eres? —susurré, asustado como nunca antes en mi vida. Pero no iba a retroceder, no ahora que había llegado hasta aquí.

El ser que habitaba en el cuerpo de aquella mujer no me respondió de inmediato, o más bien, parecía que le estaba costando poner dos palabras juntas y la voz que surgía de ella comenzaba a cambiar de aquel tono femenino a uno más neutro.

—Soy el dios sol —dijo al fin, ya sin rastro de su antigua voz—. Y esperaba por ti.

—¿Por qué? —respondí, entrando a la habitación y sujetando con má fuerza a Zalia. Solo necesitaba dar un par de pasos y podría acuchillar aquella esfera, lo que seguramente rompería el hechizo.

—Yo que tu ni pensaría en hacerlo.

Los ojos de Carina, o lo que antes fue Carina, resplandecieron de un color dorado. Obedeciendo su orden, un par de lazos rúnicos salio de la esfera a una velocidad apabullante y me sujetaron de las manos y los pies.

Al contrario que las que había enfrentado antes, estas no absorbieron mi poder mágico, lo que significaba que solo debía esperar un poco a que se restaurara y entonces podría liberarme y atacar.

—Como dije, sería mejor para ti si no hicieras eso.

¿Qué acaso puede leer los pensamientos?

—Sí, puedo —respondió con calma—. Soy un dios después de todo.

—¿Y? ¿Qué quieres de mí? Dijiste que me esperabas.

—Es cierto. Y lamento lo que ocurrió con mis niños allá afuera, pero como estoy encargándome de otra molestia en otro lugar, no pude vigilarlos bien.

¿Molestia? Seguramente se refiere a Tyna y los otros...

—Sí, fue un mal trabajo. Casi me matan. Pero respóndeme, ¿Qué quieres de mí?

—Es simple. Hijo de la tormenta, únete a mí.

—¿Por qué habría de hacer eso? Estas por matar a toda una ciudad —le espeté.

—No quiero eso, créeme —respondió—. De hecho, queremos lo mismo, matar a los dioses. Únete a mí y te prometo que protegeré a todos esos que te importan y juntos crearemos un nuevo mundo, pacifico, sin guerras... una vez que reviva a mis hermanos. De hecho, con la ayuda de uno de ellos incluso puedo traer de vuelta a aquellos que has perdido.

George... Verty...

Sacudí mi cabeza. Debían ser mentiras.

—No lo son, puedo hacerlo. Podemos hacerlo.

¿De veras? ¿Y qué tendría que darte para unirme a ti, demonio? ¿Mi alma?

—No, hijo de la tormenta, solo te pediría algo simple. Tienes que matar a esa niña que lleva consigo el alma de madre.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora