Vita di Zalia

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Hill

—Muy bien, Hill, no te acobardes, es hora de hacer esto. aunque si alguien me da un chocolate caliente y me dice que lo hace él, yo con gusto le cedo el trabajo.

Empuñe con fuerza mi espada entre a la marea de lazos rúnicos que protegían las ruinas de la mansión, cortando los más cercanos para abrirme paso.

No sé si seré yo, pero esta escena me es extrañamente familiar... claro que yo no ando a caballo y adentro del castillo no hay ninguna princesa.

Al sentirse amenazados, los lazos rúnicos comenzaron a atacarme casi al unísono. Aunque ya casi no poseía energía mágica, el hecho de solo rozar uno causaba que el resto supiera donde me encontraba, lo que hacía que pudieran atacar con precisión. Eso era malo, pues si bien aquellas cosas no podían matarme, sí que podían detenerme y eran extremadamente doloras cuando se enterraban en la piel.

Los malditos se parecen esos insectos que se te meten dentro que tanto miedo me daban de niño.

Había cortado ya casi una decena de lazos cuando caí en cuenta que no solo no estaba avanzando demasiado, sino que también los malditos no parecían disminuir en número. Al cortar uno me percaté de que se regeneraba casi de inmediato, vamos, ni siquiera me dio tiempo a pestañear cuando aquella cosa ya estaba completa y atacando de nuevo.

Cortarlos no estaba funcionando y algunos incluso ya me habían atravesado el cuerpo varias veces, causando un dolor que al final me hizo caer de rodillas. No caí por completo gracias a que clave mi arma en el suelo para apoyarme en ella, pero por poco. Intente levantarme de nuevo con la mayor rapidez posible para que no me alcanzaran más de aquellas cosas, la mayoría ya estaba encima de mí, brillando e un siniestro color verde.

¿Qué rayos?

Como si respondieran mi pregunta, los lazos que me apuntaban transformaron sus puntas en hilos afilados, los cuales seguramente causarían más daño que los lazos en sí, ya que aquellos eran más espirituales que físicos.

Los lazos atacaron al mismo tiempo, dispuestos a empalar mi cuerpo con esos nuevos filos. Por un momento olvide que me habían quitado toda mi energía mágica e intente crear un campo de energía a mí alrededor, por lo que mi susto fue mayor al percatarme de que no aparecía.

Como último medio de defensa, y debido a la desesperación, me encogí para mantenerme a cubierto tras la espada de Zalia y cerré los ojos, esperando el ataque que acabaría conmigo. El cual nunca llegó.

Al separar mis parpados descubrí un enorme escudo plateado que me había cubierto del ataque. Tarde unos segundos en darme cuenta de que era mi arma, la cual se había trasformado en aquella cosa para salvarme.

Oh, no. Le había prometido a Alejandro que no cambiaría la forma de la espada y ahora, debido al miedo, rompí esa promesa... esperen...

Aunque el arma había cambiado, en realidad no se había trasformado en un escudo completo. La hoja se había alargado y ensanchado y era esa la que me había cubierto, mientras que la punta continuaba clavada en la tierra y la empuñadura seguía manteniendo la misma forma, la de una mujer lanzando un rayo.

Y como si la imagen fuera una advertencia, un relámpago comenzó a formarse en la empuñadura, para después explotar, liberando una onda de energía eléctrica que destrozo a todos los lazos que nos rodeaban.

Esa es mi magia... ¡Es la magia que guardaba la espada!

Porque me habían arrebatado mis poderes, pero no los que aun guardaba mi arma.

Vita di Zalia se transformó de nuevo en la espada que había sido y se quedó ahí, inerte.

Hiciste suficiente, amiga.

Tomé la empuñadura y saque la espada, dispuesto acorrer a la misión para terminar mi trabajo. Pero antes de dar un paso me vi rodeado de nuevo por aquellos lazos, los cuales se habían regenerado casi al instante.

¿Cómo diablos lo hacen?

Como si respondieran a mi pregunta, uno de esos lazos dejo caer un cuerpo, el cual se convirtió en cenizas antes de tocar el suelo, dejando tras de sí solo una armadura rota, la cual tintineo y se separó en pedazos al contacto con la tierra. Fue entonces que me di cuenta de que la energía mágica de las personas que no habían sido convertidas en monstruos, sirvieron como alimento para aquello que controlaba los lazos.

Y que, por lógica, antes del ataque en el lugar no solo debieron estar algunos guardias, sino también aquellos que los controlaban y, posiblemente, varios empleados y criados. Y todos ellos habían sido capturados por los lazos.

Dentro de la mansión seguramente existe todo un cuarto lleno de personas enredadas como moscas en telarañas, esperando solamente para servir de comida para los lazos... abominable.

Por andar divagando, una de aquellas cosas me golpeo con fuerza en el pecho, lanzándome en contra de sus hermanas, las cuales se dirigieron a mí por detrás. Una logro atarme la mano derecha y sujetarme con fuerza, haciendo que soltara mi espada...

Esperen, ¿sujetar?

Era ilógico, hasta el momento habían estado intentando atravesarme para arrebatarme mi energía mágica, pero de pronto cambiaron su forma de ataque a uno diferente...

El aullido de Mifi me recordó la batalla que se desarrollaba tras de mí y también otro aspecto que se me había olvidado, o más bien no tuve en cuenta, de los lazos: no solo absorbían energía mágica, sino que también podían darla a un objetivo. Y si bien mi cuerpo podía vivir sin magia, lo cierto era que le afectaba tanto como a cualquier otro y la energía magia de esté mundo era altamente mutagénica. Si poseías más en tu cuerpo de la que podías controlar, este mutaba de una forma horrible.

Como no me podían eliminar, los lazos optaron por una opción más viable: convertirme en uno de sus subordinados.

Desesperado, intente quitarme el lazo que me sujetaba, pero estaba sujeto con firmeza y comenzó a brillar de un color rojizo cuando mano se posó en él, calentándose al punto de que estaba seguro dejaría una marca permanente en mi piel. Tal parecía que había subestimado a esas cosas. Otro lazo se enredó en mi mano izquierda, tirando se ella hacia el otro lado.

Varios más se enredaron alrededor de mis pies, rodeándome por completo y apretando cada vez más, como si intentaran aplastar no solo mi voluntad, sino también mi cuerpo.

¡Maldición!, no debería pensar en algo así en un momento como este, pero esto me trae recurso, aunque seguramente los lazos no me engullirán entero. Bueno, si así fuera usaría una sierra eléctrica y los atravesaría por dentro... ¡Momento! ¡No tengo sierra! Pero esta mi espada aunque no la puedo alcanzar. Muy bien, Hill, usa la fuerza...

Estaba tan desesperado que ya comenzaba a delirar cuando de repente los lazos me liberaron y se dirigieron a un lugar cercano, donde había ocurrido una pequeña explosión mágica.

—¡Hill! —una voz suave grito mi nombre, al mismo tiempo que un ángel rubio y pecoso, que apenas parecía menor que yo, apareció a mi lado y me tomo del brazo, para llevarme con ella.

No salimos de aquella marea de lazos, como pensé en un principio, sino que Sarah me llevo directamente hasta las puertas de la mansión.

—¿Sarah? ¿Qué haces aquí? ¡Vete! ¡Esas cosas te mataran! —le grite, pero ella negó con la cabeza.

—Esta vez no, Hill —me respondió, sonriendo—. No te tienes que preocupar por mí, ya que esta vez vengo a salvarte yo.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora