Una promesa de reunión.

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—¡Busquen a uno de esos malditos los suficientemente grande como para que su núcleo sea visible y llévenlo del otro lado de la muralla! ¡Si pueden, que el núcleo este en buenas condiciones! —nos ordenó Nierya a través de la esfera negra que servía como altavoz, antes de que descendiéramos a la ciudad.

Los golems se dispersaban por la ciudad a una velocidad alarmante, en pocos minutos ya la habían cubierto casi por completo la ciudad y los soldados, algunos aliados y otros que hasta hace poco eran nuestros enemigos, apenas podían contenerlos.

La única forma de detener a esas cosas era destruyendo sus núcleos. Un ataque mío que afectara al cuerpo, de Nierya que los congelaba por completo, de Clarisse que los destrozaba o de Tyna que los atravesaba con millares de agujas, era suficiente, pero para aquellos que usaban magias de viento o fuego, o peor aún, solo espadas, las cosas se les estaban complicando de forma horrible.

Mientras recorría las calles intente salvar a varias personas, pero en cada ocasión Yunei, quien había bajado del castillo por el método tradicional y andaba en un caballo que quien sabe a quién le robo, o Tyna, me detenían.

—¡Hill! ¡Muévete! ¡Deja que los otros se encarguen desde aquí! —dijo Tyna de nuevo cuando salve a una soldado de dos golems.

—Hill, tu hermana tiene razón —la apoyo Yunei—. Entiendo que los quieres ayudar, pero tú tienes una misión más importante.

Sabía que tenían razón, pero aun así me sentía frustrado cada vez que veía a alguien en peligro y no podía ayudar. Aunque, en el fondo, sabía que era debido a la necesidad de sentirme útil tras la vergüenza que sentí debido a la humillación que sufrimos a manos de Himm.

Y es que, aunque desde el principio sabía que éramos inferiores, ni siquiera logramos darle un golpe, de no haber sido por Alejandro y Yunei ahora estaríamos muertos.

Además, también estaba lo de Mia. Se suponía que debía cuidarla y protegerla, pero ahora se encontraba en peligro, en una ciudad que podría desaparecer de un momento a otro.

Sin duda estaba fallando en todo lo que intentaba y otras personas estaban pagando el precio de mis errores.

Debido a la estar distraído pensando en cosas innecesarias, uno de los golems más grandes me alcanzo a golpearme con un rayo de luz, aun estando yo en mi forma de relámpago, derribándome.

—¡Maldición! —susurré.

El golem se acercó a mí y alzo su mano en forma de mazo, dispuesto a aplastarme, pero en ese momento se convirtió en una estatua de hielo.

—Niño —Nierya, quien había aparecido junto a Sarah, me tendió su mano—. Sé que estas frustrado. Yo también lo estoy. Pero ahora no es el momento de dejarse llevar.

—Tiene razón, Vitelius. —La voz de Astar surgió a mis espaldas, poco después sentí como alguien me tomaba del brazo para ayudarme a levantar—. Después te invitare a un bar y nos lamentaremos de haber sido tan inútiles, pero ahora es momento de luchar.

—Él tiene razón, ahora no es momento de lamentarnos.

Me di la vuelta al escuchar esa segunda voz. Era la cadete Sammin, Kilbet y Lurent, a quienes no había visto desde que regresamos a la ciudad.

Al principio pensé que lucían demasiado compuestos pese a haber perdido a su capitán, pero luego me di cuenta que ella tenía los ojos rojos, mientras que ellos unas ojeras terribles y sus rostros sucios, signo de que habían llorado. Y mucho.

—Hill —dijo Lurent, acercándose para sujetarme del otro brazo—. Nos encargaremos aquí, tú ve y acaba con ese monstruo. Has que el sacrificio del capitán no sea en vano, por favor.

Theria Volumen 6: Hyperion.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora