Se había pasado la tarde entera encerrado en su habitación, mirando con desinterés la pantalla de su móvil buscando algo que los distrajera en el inicio de sus redes sociales mientras acariciaba con lentitud a su recién adoptado gato, el cual había encontrado hace unos días en la calle cuando caminaba, y pensaba sobre su miserable vida.
Sus padres lo ignoraron durante muchos años y su ausencia marcó una gran cicatriz en su infancia, y, cuando todo parecía ir normal en su vida, su querido abuelo falleció dejándolo sin una mínima posibilidad de cuidar de la casa en la que creció por falta de fondos financieros.
Tuvo que comenzar a ser bailarín exótico a temprana edad para ganarse la vida... y no ha salido de ahí aún después de dos años en el empleo. Nunca ganaba nada más que reconocimiento sexual por parte de los hombres a los cuales les bailaba, con horribles piropos que lo incomodaban y miradas que le causaban repulsión.
Lo más triste, es que se acostumbró a ello. Era el pan de cada día.
Odiaba su vida, odiaba su suerte y lo odiaba a él.
Quien diga que una vida mierda y las hormonas adolescentes eran una buena combinación, esperaba que se retorciera en el averno.
Supo que no era lo suficientemente lindo como para conseguir a alguien que por lo menos se fijara en su cara y en su delicado cuerpo... y para recalcar su tragedia, un cerdo con descuidada apariencia le había ganado la oportunidad que no estaba ni cerca tener.
Maldita sea, se odiaba tanto, no quería seguir viviendo, quería compartir de nuevo el cálido cariño que su abuelo le ofrecía cuando era pequeño. Quería comer piroshki con él de nuevo... quería ser feliz de nuevo.
Pero esto no se iba a quedar así.
Yurio no se iba a considerar un perdedor a pesar de que, en sí, lo ha perdido todo. Jamás se va a considerar alguien menos a otra persona a pesar del odio que se tiene a si mismo.
Sabe que hay personas en peores situaciones a la suya, por eso, por aquellas personas que no pueden hacer nada al respecto, ganará su felicidad.
Aunque tenga que dañar a terceros en el camino.
Porque él es Yuri Plisetsky, demonios, y quiere ser feliz, y si en algún posible momento en su vida se de el caso... quiere amar.
El sonido de la puerta lo alertó justo al igual que a su nuevo minino.
Se levantó con ganas de dejar su cómoda posición, "Aquí voy" se alentó mentalmente mientras dejaba ver con total intención su pálido y desnudo hombro por encima de la sudadera claramente dos tallas más grande a la suya.
Abrió la puerta, sonriéndole con felicidad al kazajo del otro lado de la puerta, quien tenía su clásico semblante serio.
—Yo —saludó el kazajo con aquel tono grave que podría encantar a cualquier mujer que lo escuchara.
—¿Qué onda? —dijo el rubio—, pasa —se hizo a un lado para darle el camino libre al castaño.
Otabek se sorprendió bastante cuando Yurio lo invitó a su pequeño departamento justo arriba del local, simplemente para pasar el rato y "ponernos al tanto con el otro", en palabras del rubio.
Tomó como excusa el que no tenía más amigos fuera del trabajo además de él, y que sería divertido quedarse en el departamento del rubio, ver algunas películas y platicar un poco.
Obviamente, eso convenció al castaño.
Yurio jamás pensó que iba a invitar a alguien a su departamento, claro, por su propia voluntad, no porque se había esguinzado y un cerdo estúpido iba a darle medicinas...
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F L E S H [❄Viktuuri❄]
FanfictionEl secuestro de Yuuri Katsuki lo lleva a parar a Rusia, lejos de su familia y su lugar natal de nacimiento. Tras haber estado días en la obscuridad de un sótano se le da la oportunidad de escapar, haciéndolo llegar por obras del destino a un cabaret...