♠7.- Don't even try to hold it back

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Yurio había bajado al local al día siguiente.

Se había hartado de estar todo el tiempo encerrado en su habitación cual tigre enjaulado, Plisetsky no es de quedarse en su habitación viendo la televisión con el sedentarismo brotando de cada poro de su piel. Él debía de moverse para sentirse bien. Además de que su pie ya dolía mucho menos que al principio.

Cubierto de pies a cabeza, bajó por las escaleras detrás del escenario y se escabulló por la puerta trasera para que nadie lo viera. Celestino se pondría como loco si se enterara que salió aún cuando su pie no se encontraba completamente sano, y no iba a soportar el sermón del viejo.

Recorrió la entrada de aquel callejón en el que le era normal pasarse cuando salía de su hogar sin adentrarse en sus profundidades, viendo las cegadoras luces de la calle que daban a la puerta principal del local que brillaba en colores neón bajo el manto oscuro del cielo.

Dejó que la helada brisa a la que estaba tan acostumbrado que proporcionaba esa noche lo calmara.

Soltó un suspiro de sus delgados labios que liberó una tenue nube de vaho. Se sentía bastante pensativo, pateaba las piedras que se encontraba en su camino de manera inconsciente a la vez que sus ojos veían la nada y su mente pensaba en todo.

Estaba aburrido y, aunque sonara absurdo, no tenía amigos a quienes llamar y con los que pasar el rato, ni siquiera tenía un teléfono y dudaba que Celestino le prestara el del local con el que se comunicaba con sus clientes.

Desde hace años que le importaba poco las amistades o el querer contactarlas... específicamente desde que su abuelo, lo único que le quedaba de familia y quien lo crió, murió.

Sus padres nunca se hicieron cargo de él. Su abuelo fue una mejor figura paterna que cualquiera de sus ambos padres.

"Tenemos trabajo", "Hay mucho que hacer", "viaje de negocios".

Puede que piensen mal, pero Yurio no soltó ni una sola lágrima cuando le dijeron que el avión de sus padres chocó contra un cerro saliendo de lo que en ese entonces era la capital de Corea.

Él pensaba en esos sujetos como meros conocidos. No se sintió mal, no los necesitaría y nunca los necesitó, sólo quería a su abuelo.

Y su abuelo falleció cuando Yurio más lo necesitaba.

Sí, le había dejado una casa en su nombre, pero sin dinero para mantenerla. Por ese motivo, Yurio dejó sus estudios, vendió aquella preciada casa que albergaba tantos recuerdos y se fue a trabajar, primero como barista hasta convertirse en bailarín exótico.

Al decirle adiós a la casa de su abuelo, sintió que también se despidió de él. Y lo extrañaba tanto.

No le interesaba ser visto por varios hombres depravados cada día, deseando su cuerpo, manoseándolo de vez en cuando a su antojo, lanzándole piropos desagradables.

Se podía decir que Yurio murió con su abuelo... pero por alguna razón, Viktor le hizo revivir.

Plistetsky no era tonto en comparación a "unos". Él sabía desde un principio que algo andaba mal entre ese grupo que iba cada jueves.

Y así era, no le tomó por sorpresa saber que eran de la mafia. De hecho le pareció más interesante.

Quería algo con el mismísimo jefe de la mafia. Quería enamorar a Viktor Nikiforov y hacerlo obedecer a cada una de sus ordenes por más idiotas que sean.

Quería dominarlo, quería poseerlo. La sed de poder le trajo sentido a su existencia de adolescente moribundo que cayó en el lugar equivocado.

No se iba a detener hasta-

F L E S H  [❄Viktuuri❄]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora