⛈2.- I'm a freak

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Estaba lloviendo, tenía frío y su cuerpo se removía inquieto. Si era por el helado clima que tocaba su piel a través de sus sucias ropas o la ansiedad burbujeando en sus entrañas, Yuuri no lo sabía.

Veía de un lado a otro las señales de restaurantes o cualquier establecimiento en un vano intento de ubicarse en aquellas gélidas calles, no obstante, no obstante, estas estaban escritas en unos símbolos que no entendía muy bien. Había llorado tanto como su deshidratado cuerpo se lo permitió, su cabeza aún dolía. Después de una semana atrapado en un sótano había decidido lamentarse y gimotear.

Tardó por lo menos tres horas en lograr salir de aquel sitio que lo mantenía prisionero. Rompió una ventana que se encontraba en lo alto y escapó de ahí sin mirar atrás, escuchando a la lejanía cómo los otros también salían y emprendían su camino, posiblemente en búsqueda de una estación de policía.

Estaba en Rusia, en una calle bastante solitaria a seguramente altas horas de la noche por la aterradora oscuridad que devoraba al cielo. Ni siquiera sabía qué hora era.

Se sentía desfallecer, su cuerpo le exigía con creces algo para comer y quería volver a casa.

Había encontrado unas cuantas monedas en el largo camino que tuvo tiradas por la avenida y las tomó con desespero. Sabía que necesitaba hallar un teléfono y llamar a su familia, pero no sabía cómo buscar uno en aquella "casa", además del hecho de no poder salir del pequeño sótano.

En su recorrido por las desiertas calles del país extranjero, llegó a una plaza luminiscente por los puestos nocturnos hasta quedar delante de un gran establecimiento. Trató de enfocar su mala vista en el cartel que podía leer con el alfabeto latino, en letra cursiva y de color neón alumbraban su persona.

"Eros".

Siguió escaneando el local hasta divisar frente al edificio al otro lado de la calle una cabina telefónica, casi abandonada. No lo pensó dos veces en correr en dirección la cabina y abrir la puerta de tal, solamente para oler algo igual a los orines. Estaba rayado, e incluso le daba un poco de desconfianza y repulsión tocar los botones del teléfono.

Depositó unas cuantas monedas en la ranura de pago e intentó llamar como lo haría normalmente a su casa, esperando no tener que pagar más por una llamada a distancia o que el aparato sea tan rústico que no tenga tal función.

Tomó el micro teléfono con sus manos temblando, comenzaba a perder la sensibilidad de sus dedos y una nube de vapor escapó de sus labios en un suspiro.

No se escuchaban los tonos de llamada o señal de que estaba marcando. Había dejado dos monedas, tal vez necesitaba más. Puso una moneda más en la ranura.

Nada.

Sólo le quedaban otras tres monedas de distintos tamaños, no sabía el costo de cada uno, pero soltó la de mayor tamaño en la ranura.

Por fin escuchó los tonos de llamada. Sintió su corazón alterarse, ahora quería que lo pasaran directo como lo haría normalmente.

Por favor, contesta, contesta.

-¿Diga?

Con voz suave y amistosa, la mujer mayor contestó en su idioma natal que tanto extrañaba oír la llamada como si estuviera hablando con un cliente de las aguas termales.

El pelinegro soltó una risa nerviosa, apretó con fuerza el teléfono. Las palabras no salían, pero sí una entrecortada carcajada.

-¡¿Yuuri? Dime que eres tú! -escuchó a su mamá alterarse del otro lado de la línea.

Sí había pasado la llamada, y ahora las lágrimas de alegría le llenaban los ojos.

-S-Sí, mamá, sí soy yo -sonrió mientras sentía su voz temblar.

F L E S H  [❄Viktuuri❄]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora