La sala estaba llena de incomodidad, el ambiente era pesado que el sólo respirar resultaba difícil. Yurio no había hablado ni un poco al momento de llegar a casa, eran rodeados por un silencio sepulcral que sabían que cuando acabara empezaría el verdadero caos.
La calma antes de la tormenta.
Lo consumía un vacío dentro de sí que lo hacía sentir aún más nervioso de lo que ya estaba. Observaba la cara de Otabek de vez en cuando por el rabillo de su ojo, dándose cuenta de sus expresiones neutras que eran opacadas por unos notables ojos hinchados. Había llorado tanto como él o quería hacerlo.
Llevaba sentado en la sala más de media hora, esperando a que Otabek hiciera lo mismo y se sentara con él para poder hablar sobre esto.
Sabía que estaba mal desde el momento en el que apuñaló su amistad por la espalda y la convirtió en algo más que se le saldría de las manos, mintiéndole sobre bastantes cosas y usándolo para su beneficio ya estando consciente de sus sentimientos... Yurio había mentido sobre amar a Otabek en el pasado, pero ahora estaba casi seguro de que en verdad lo hacía, y salió con sus estupideces.
-Beka -le llamó al verlo salir de la cocina con una botella de agua fría en sus manos.
Aquellos ojos llegaron hasta él, haciéndo que un escalofrío corriera por su espalda de manera lenta.
-Beka, quiero hablarlo... por favor -suplicó con ojos llorosos.
La cólera llegó al cuerpo del kazajo como una bomba de emociones. No quería hablar con él, no quería que le recordara que aquella persona que tanto amaba lo había estado usando para llegar a su jefe... al cual verdaderamente quería.
Con pasos fuertes llegó hasta los sillones y se dejó caer con pesadez en uno delante de Yurio. Con su ceño fruncido comenzó a respirar profundamente y soltando sonoros suspiros que salían más como gruñidos, dándole a entender que estaba bastante enojado.
-Lo lamento -comenzó el rubio con la voz temblorosa después de unos momentos-, en serio lo lamento -sollozó-. Pensé... no, ni siquiera lo pensé. No estaba pensando en nada -bajó la mirada.
Altin comenzó a sentir un poco de empatía por el rubio, pero no la demostró. El chico pensaba que no sería bueno que Yurio fuera perdonado de una manera tan fácil.
Pero mierda, Otabek verdaderamente amaba tanto al rubio que justo por eso le dolía aquella traición.
-Yo... no sé porqué simplemente buscaba molestar gente, liberar mi frustración -se sorbió la nariz-. Viktor me gustaba mucho cuando trabajaba en el local.
El dolor llegó de nuevo al corazón del kazajo, como si de una flecha que lo atravesara se tratase.
-Cuando me enteré de que Katsuki iría a vivir con él -sonrió burlón-, de alguna manera me enoje porque estaba teniendo más suerte que yo, me enojé porque Viktor sí lo quería a él y yo... como siempre era olvidado en un rincón -miró para el kazajo-. Luego te conocí -sonrió-, la verdad me caías tan mal.
Dejó escapar de sus labios una risita burlona, tal vez para aliviar la atmósfera, tal vez para ignorar que poco a poco su alma se hacía trizas.
-Me molestaba tanto tu presencia, me molestaba que me miraras a cada rato -se detuvo desapareciendo su sonrisa de su cara-, pero de alguna manera comencé a amar eso. Comencé a buscarlo.
El kazajo alzó la mirada, observando con más detenimiento las caras que el rubio hacía mientras contaba aquella anécdota, estudiando con lentitud cada lágrima retenida contra voluntad en esos orbes de esmeraldas, brillantes por el líquido salado y sus largas y rubias pestañas algo húmedas.
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F L E S H [❄Viktuuri❄]
أدب الهواةEl secuestro de Yuuri Katsuki lo lleva a parar a Rusia, lejos de su familia y su lugar natal de nacimiento. Tras haber estado días en la obscuridad de un sótano se le da la oportunidad de escapar, haciéndolo llegar por obras del destino a un cabaret...