- Porfavor... vuelve.
Llantos, lamentos, ira, tristeza, gritos, dolor.
A lo lejos veía el final de aquella pesadilla, de aquel infierno.
Nuevamente gritos de incertidumbre, de vivir en carne propia aquella crueldad.
«Confía en mí...»
El final del atardecer se levantaba con rebeldía, y los sueños dorados terminaban en agonía.
La esperanza se desvaneció como el humo, y la melancolía se apoderó de lo que una vez fue el valor.
- ¡Irene!
Dió un brinco al escuchar su nombre en la voz de otra persona, y sin darse cuenta del dolor que desconocía su corazón, las lágrimas corrieron por sus ojos color aceituna.
Una tristeza inexplicable había inundado sus ojos opacos, y la extraña sensación de haber tenido un largo sueño no desbordaba su mente. Pero no recordaba lo que había soñado.
Se sentía impotente y confundida.
¿De quién era esa voz?