2.

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«Peleas sucias»

En los años que habían transcurrido, la silenciosa niña aprendió la verdad sobre el mundo de la forma más abrumadora e impactante para su corta edad.

Y finalmente pudo defenderse sola, logrando que nadie se atreviera a sobrepasar su paciencia.

Ella ganaba dinero de manera ilícita, robando y haciendo trabajos de seguimiento a otras bandas criminales.

Pero, aún asi, se seguía sintiendo vacía e impotente...

Su sueño de escapar de la baja ciudad nunca se apartó de sus pensamientos, y cuando dormía, aquel presagio de tristeza se repetía una y otra vez en su cabeza.

— Mira a quien tenemos por aquí.

La joven de ojos aceitunas dejó de divagar en sus pensamientos para dirigir su mirada indiferente al hombre con el que negociaba.

— ¿Conseguiste lo que te pedí? — mantuvo su distancia, notando una extrañeza en el trato del delincuente.

— Eres muy mandona. La policía militar casi me atrapa. — rió, invadiendo el espacio personal de la joven que tenía en frente para intimidarla.

Ella no se inmutó, y continuó verificando la nueva mercancía. Eran equipos de maniobra tridimensionales, utilizados por los soldados para eliminar la amenaza que ponía en riesgo a la humanidad.

— ¿Solo tres? — pronunció molesta al ver que había incumplido el trato acordado. — Quedamos en un mínimo de cinco.

Respiró profundamente, mirando con inquietud a su alrededor.

— Tranquila preciosa, me costó más de lo que pensaba. Así que...

La de cabellos marrones sacó la navaja que guardaba en su bolsillo, adelantándose a los movimientos de su contrincante y consiguiendo apartar el arma de fuego que aquel hombre desalineado quería usar contra ella.

— ¡Maldita zorra astuta! — gritó furioso, dando una señal a sus acompañantes; antes de que la fémina le cortara los dedos de un solo movimiento.

Con la sangre en sus manos, la chica tomó la pistola y en una veloz mirada apuntó hacia las ventanas de los oscuros edificios ubicados cerca del callejón dónde le habían atrapado.

Oyó el crujir de los vidrios, y determinó donde estaban los demás integrantes de aquella banda.

— Estás atrapada, al fin caíste. — el líder de aquella organización sonrió de forma grotesca, corriendo tras ella con la intención de asesinarla.

Un disparo acalló todo ruido en las cercanías y provocó la aparición de las amenazas restantes.

La joven frunció el ceño, tomando el cuerpo de su víctima para crear una barrera contra las balas que estorbaban en su camino.

— Maldición. — susurró para si misma al ver que solo quedaban pocas municiones.

¿Su vida egoísta había terminado? Le parecía tan ridículo el saber que no había hecho nada para salvarse de la miseria.

Miró la navaja que se aferraba en su mano, y su instinto de supervivencia la llevó a utilizar los últimos recursos que le quedaban, pero al final, fue atrapada por los últimos criminales que quedaban en pie.

— ¡Muere, perra engreída! — uno de ellos le pateó en el rostro cuando sus demás camaradas la sostuvieron.

— ¡Idiota, en la cara no, así no nos pagarán bien! — habló otro, deteniendo al insolente que se atrevía a tocar a la joven.

No sabía lo que pasaría después, solo estaba aguardando para atacar en el momento oportuno.

Ya que jamás dejaría que le robaran su libertad.

Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora