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«Desolación»

La poca luz que habitaba en sus ojos aceituna brillaban al ver aquella salida, tan lejana de sus sueños, en aquel oscuro lugar que parecía imposible de escapar.

Sus esperanzas desaparecieron al recordarlo y el instinto de sobrevivir forzaron en ella una triste y callada faceta.

Sus manos sigilosamente pasaron por las  canastas que contenían los pocos alimentos que enviaban a la ciudad subterránea, y lentamente se alejó con cautela, deseando que nadie se diera cuenta.

Robar estaba mal, eso le decían, pero en medio de esas tragedias, la ética y los valores pasaban a un plano distinto.

— ¡Atrapen a esa niña!

"El egoísmo te hace sobrevivir por más tiempo" Ella se cuestionaba si aquello era cierto, ya que en un mundo tan injusto como en el que vivía, eso parecía ser necesario.

Corrió hasta un edificio abandonado y guardó silencio hasta que sintió que habían dejado de buscarla.

Dió un suspiro de alivio, pero cuando quiso salir del lugar, un golpe en la cabeza le hizo tambalear por unos pocos minutos.

Le habían arrebatado todo lo que había conseguido, y así terminaba el día, con su estómago rugiendo ferozmente por el hambre.

— No puede estar pasando esto... acabo de dejar a una rata y me encuentro con otra. — escuchó la voz de un hombre alto y vestido de forma elegante para alguien que vivía en ese basurero. Él llevaba un sombrero y una maleta cargada en uno de sus brazos y la miraba con el ceño fruncido. — Oye, mocosa.

Ella levantó su mirada indiferente y confundida, sin saber cómo actuar.

— ¿Acaso sabes hablar? Tsk... Es una pérdida de tiempo. — bufó, decidiendo seguir su camino. Pero cuando dió el primer paso, su intuición alertó todos sus sentidos, y rápidamente se detuvo a ver a la niña de cabellos marrones y ojos oscuros. — Dámelo.

Estaba muy débil para correr, pero aún así no dejó de retar a aquel hombre.

— ¡Ja! Tienes potencial, pequeña rata. — dijo sin saber cuando esa niña le había quitado el dinero de su bolsillo. Y lo que veía en sus ojos era muy parecido a lo que había visto en otra persona.

— No soy una rata. — susurró levemente, ocultando la bolsa de dinero que había robado de aquel hombre.

— La rata sabe hablar. — rió con burla, tomando de regreso lo que era suyo para marcharse y jamás regresar.

La niña de cabellos marrones no pudo hacer nada más, y nuevamente se resignó a quedar vacía y solitaria.

— Señor... — volvió a pronunciar, revelando una navaja que escondía en una de sus mangas. — Se le olvida esto.

Aquel hombre giró sorprendido, viendo a la pequeña sostener aquella arma. Y en un suspiro agotador, levantó la mano en señal de despedida.

— Aprende a cuidarte sola. Adiós rata.

Aquellas palabras, le dejaron inquieta y anonadada. Eran simples, pero para ella fueron el renacer de su nueva perspectiva.

"Vive, aún sí es de la forma más egoísta posible... "

Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora