7.

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Su instinto se lo decía, Erwin estaba planeando algo en secreto. No sabía exactamente lo que pensaba, pero, algo tenía que ver con los tres nuevos reclutas e incluso ella misma.

— ¿En qué piensas? — le dijo directamente, dejando sorprendido al rubio que se encontraba sentado frente a ella.

— Siempre tan precisa, Irene. — dijo sonriendo levemente, volviendo a lo que trabajaba.

La joven se cruzó de brazos, ordenando sus pensamientos para poder formular su pregunta.

— ¿Porque me pediste que me uniera a la Legión? ¿Y porque fuiste al subterráneo ese día?

Erwin dejó de leer los documentos en sus manos, prestando atención a las palabras que ella pronunciaba con firmeza.

— Creo que tienes una idea, ¿Verdad? — la miró a los ojos, notando su capacidad analítica.

— Se que no bajaste a la ciudad subterránea en dos oportunidades sin tener motivos. Así que dime, ¿En que estamos involucrados?

— ¿Recuerdas lo que te pedí antes? — preguntó con serenidad, e Irene sentía que finalmente se acercaba a la respuesta de sus dudas.

— Odio que respondas con preguntas, Erwin. — suspiró con cansancio, pero con un tono calmado y suave. — Si lo recuerdo... Entregar un documento a un tal Darius Zackly.

— Si. Es importante que la realices lo antes posible. Así que viajarás hoy por la noche. Tienes el permiso del comandante, así que no habrá problema. 

Irene continuaba analizando, sabía que Erwin le estaba dando pistas para descubrir lo que sucedía.

Salió de su trance al comenzar a sospechar.

— ¿Qué tan importante es ese documento?

— Muy urgente. Basta de preguntas, tienes que ir a entrenar, no lo olvides. — se levantó de su silla, acomodando unos libros en su escritorio.

— Uhm... ¿Tan urgente e importante como para que quisieran robártelo?

Erwin quedó en silencio, manteniéndose apacible ante la deducción de la joven de ojos aceitunas.

— Llegarás tarde, recuerda que la nueva expedición es en tres semanas.

— Lo sé, lo sé. Pero no pienses que esto se queda aquí. — dijo antes de salir de la oficina del rubio. — Ese silencio lo dice todo... — sonrió de forma casi invisible, despidiéndose con una mano.

— Por cierto ¿Qué le pasó a tu mejilla? — preguntó después de varios minutos tras haber notado la venda que cubría la mejilla izquierda de Irene.

— Solo una herida que vuelve a molestar. — dijo ocultando su fastidio al recordar quién se lo había hecho.

Cerró la puerta, dirigiéndose al exterior para reportarse con los responsables del adiestramiento militar.

— ¡Vermilion y Zoe! Es su turno. — indicó uno de los superiores.

Irene subió a su caballo, Balerion, acariciando su cabeza para darle seguridad.

El circuito consistía en una serie de obstáculos que los caballos tenían que superar, mientras que los soldados utilizaban sus equipos de maniobras tridimensionales para cortar los cuellos de las siluetas gigantes que aparecerían sin avisar.

Se trataba de un entrenamiento colaborativo, basado en agilidad, fuerza y sobretodo, trabajo en equipo.

— ¡Comiencen!

Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora