Era casi medianoche.
El hermoso cielo despejado aún gozaba de la presencia de las infinitas estrellas que brillaban en compañía de la luna. Y el viento acariciaba suavemente el mundo, dándole las buenas noches con un tenue silbido antes de despedirse.
Sin embargo, en algunos lugares del vasto mundo, aún habían personas que continuaban de pie, aprovechando la tranquilidad de la noche para organizar sus ideas... O simplemente para obtener algo de paz interior, como hacía Irene cuando las pesadillas no le dejaban dormir, o cuando comenzaba a imaginar miles de cosas que no tenían sentido o que jamás podrían cumplirse, a su parecer.
Diariamente se preguntaba lo que sucedería en un futuro; lo que pasaría con cada una de las personas que conocía, y si algún día lograrían poner fin a los largos años de tragedias.
Aunque sabía muy bien que la desgracia siempre los iba a perseguir, por más pacíficos que fuesen los tiempos.
Y en ese momento, donde descubría que estaba ilusionándose demasiado, solo le quedaba dejar de acribillar su mente con preguntas que ni siquiera tenían respuestas concretas.
— Señorita Irene.
La voz de Emilio Kargieman le hizo despertar de sus propios pensamientos.
— El comandante solicitó su presencia en su oficina. — informó el joven soldado, haciendo el saludo militar frente a la capitana de su escuadrón.
Irene se sorprendió del inesperado y tardío llamado de Erwin. Pero supo de inmediato la urgencia que demandaba.
— Iré enseguida. — dijo la mujer de ojos aceitunas, dando una última mirada al cielo nocturno que lograba calmar sus preocupaciones, antes de dirigirse hacia el interior de los cuarteles.
— Y por cierto. — la capitana se detuvo a mitad de camino, recordando que era muy tarde para que Emilio estuviera despierto. — Ve a dormir.
Él sonrió levemente, algo tímido.
— La verdad es que... Aún quiero estar aquí, solo un rato más. — expresó Emilio con sinceridad mientras miraba el cielo estrellado.
— Cierto, te gusta este lugar por las estrellas. — recordó Irene al ver los ojos fugaces y soñadores del muchacho que soñaba con poder tocar una estrella.
— Y a usted por el cielo, ¿Verdad?
Emilio sonrió animado y ella asintió sin muchas palabras, mostrando una sonrisa en su rostro calmado.
— En fin, ve a dormir pronto. Porque mañana será un día muy largo. — le avisó, aunque todos los días en la Legión eran extensos y agotadores debido al duro entrenamiento que realizaban antes de salir a una expedición.
— Entendido.
Después de despedirse, la capitana Vermilion se dirigió a la oficina de Erwin. Y al estar frente a la puerta, tocó dos veces, hasta que oyó la voz del comandante.
— Ahora que estamos todos, podemos proceder. — anunció Erwin, e Irene pasó a sentarse al lado de Mike y Hanji.
— Nuestro objetivo es integrar a Eren Jaeger en nuestras tropas. — pronunció sin rodeos, ya que todos tenían conocimiento de la situación que atravesaban. — Y llegar a Shiganshina con ayuda de sus poderes.
Irene lo miró extrañada, preguntándose porque estaba planeando emprender un arriesgado viaje hacia el Muro María — específicamente en Shiganshina — si aún no tenían la certeza de que Eren Jaeger tuviera control o conocimiento de las habilidades de su titán.
