18.

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— Irene... ¿Estás bien? — preguntó Levi con notable preocupación en su rostro que casi siempre permanecía imperturbable. — ¿Qué sucede? — dio un paso hacia ella, casi de forma inconsciente.

Pero aquellos ojos aceitunas lo miraron con incertidumbre, terror, amargura y melancolía; partiéndose y quebrándose como cristales al verlo acercarse.

El corazón se le oprimió al verla.

—... ¿Por qué lloras? — inquirió con temor de empeorar el desbordante río de emociones que resbalaba por sus mejillas, rojas por aquel incomprensible e inesperado llanto.

— ¿Q-qué?

Una expresión de confusión invadió el rostro de Irene al no poder contener las rebeldes lágrimas que escapaban de sus ojos.

No comprendía porque se sentía tan devastada y asustada. Ni sabía cuál era el motivo de su llanto desconsolado.

Era tan frustrante no entender porqué sentía un vacío en el pecho.

¿Con qué había soñado? Lo había olvidado por completo.

Era muy frustrante no poder recordar eso tan importante que su mente trataba de advertirle con imágenes extrañas y borrosas que se perdían fácilmente entre sus abrumadores pensamientos.

¿De que había tratado su pesadilla? No tenía idea, solo sabía que había sido un largo y mal sueño.

— Fue una pesadilla. — respondió tras unos extensos minutos de silencio que utilizó para respirar profundamente y recuperarse, porque lo que menos tenía era tiempo que perder.

— Irene...

— Si preguntas te corto el cuello. — farfulló la capitana mientras secaba sus lágrimas con la manga de su camisa blanca.

— Te oí claramente. — dijo Levi acercándose a ella cuando la vio más calmada.

— ¿Y aún así te vas a arriesgar? — pronunció Irene aún con la voz trémula por la gran cantidad de emociones que escaparon abruptamente de su interior, causándole dolor en la cabeza y en el corazón.

— Quiero que mi cuello siga intacto, pero también quiero saber si estás mejor ahora. — le dijo, mirándola con genuina preocupación en sus ojos de color azul acero.

E Irene, no dudó en contarle aquello que la estaba atormentando, ni amenazó de nuevo en rebanar una parte de su cuello, porque era algo que nunca le haría a un compañero.

— La verdad... Ni siquiera yo sé lo que pasó. — confesó con pesar. — Tuve un sueño muy largo, y... — trató de explicarse.

Sin embargo, ni siquiera tuvieron tiempo para terminar la conversación, y mucho menos para seguir pensando en aquella pesadilla.

— ¡Jefa del Pelotón Hanji! ¡¿Está aquí?! — exclamó Moblit Berner, apareciendo por la puerta con notable angustia en su rostro.

— ¿Qué ocurrió? — preguntó Irene con una visible intranquilidad en sus ojos aceitunas.

— Los titanes que capturamos...

Moblit se veía desesperado y agotado. Apenas podía respirar.

— ¡Han sido asesinados! — anunció con desesperación, haciendo que, tras reencontrarse con la Jefa Hanji Zoë, todos partieran con urgencia hacia el cuartel general de la Legión de Reconocimiento, donde habían ocurrido los hechos.

Al llegar, la confusión y desesperanza se reflejaron en los rostros de los soldados que cargaban las alas de la libertad en sus uniformes.

Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora