«Impreciso»
Erwin había logrado su objetivo.
Los tres ladrones se unieron a la Legión de Reconocimiento tal como lo había planeado.
A veces, Irene no entendía a ese hombre, muchas veces se arriesgaba solo por alguna corazonada, aunque aún así, siempre parecía calcular todo.
La joven de ojos aceitunas salió de la oficina de Erwin al haber fracasado en sacarle información, sin antes recibir una misión solamente para ella.
— Eso es todo. — habló el rubio desde su silla.
— Está bien.
La chica dejó salir el aire acumulado en sus pulmones, y asintió con la cabeza, cerrando la puerta detrás de ella.
Después de la conversación que tuvo con el líder de su escuadrón, se dirigió a formar parte de las filas que se preparaban para escuchar al comandante.
— ¡Atención!
Todos los soldados hicieron el saludo al oír la fuerte voz de su líder.
Aunque Irene aún lo hacía con desgano, provocando que le llamaran la atención en repetidas ocasiones por su falta de respeto.
— Tenemos nuevos reclutas. — señaló a los tres nuevos integrantes de la milicia, dándoles la orden de presentarse ante los demás.
— Soy Levi. — habló el pelinegro con un rostro molesto y serio.
Irene recordó que ella también solo dió su nombre la vez que se presentó a toda la Legión, y comprendía el porque ese joven pelinegro miraba a todos con el ceño fruncido.
Sabía lo que pensaba: "Si bajo la guardia, pueden atacar"
La vida en el subterráneo les había enseñado a no confiar fácilmente.
— Mi nombre es Isabel Magnolia, ¡Encantada de conocerlos!
Aquella emoción se torneaba en las mejillas de la pelirroja, y su alegría al ver las aves volar en el cielo le hacía olvidar las miradas de desprecio que algunos tenían hacia ellos.
— Y yo soy Farlan Church. Es un gusto.
El chico castaño hizo el saludo en el lado contrario, sin importarle los susurros que se originaron por su error.
Y al terminar la "ceremonia de inicio" todos regresaron a sus labores diarias.
Irene se encaminó al entrenamiento con el equipo de maniobra tridimensional mientras observaba a lo lejos como una castaña de lentes la llamaba con una gran sonrisa.
Jamás había recibido ese trato amable, y muchas veces pensaba que era falso. Pero, aquella mujer fue la primera que la trató con sinceridad, y al ver esos ojos marrones con brillo interior, su desconfianza se esfumó.
— Vamos Irene, deja de ser amargada. — bromeó la optimista mujer, golpeando levemente el hombro de la más baja.
— Mi cara es así, ya no hay remedio. — suspiró cansada, manteniendo su tono neutral y viendo de reojo como Hanji le sonreía suavemente.
No todas las personas eran iguales, Irene recién lo comenzaba a entender.
— Recluta Irene Vermilion. — ambas giraron en dirección a la voz masculina. — Sígueme.
Renegando, aceptó la indicación del capitán que la miraba con superioridad.
Y con el rostro más serio de lo habitual, esperó a que Flagon le dijera de una vez lo que quería.
— Enséñales a los nuevos cuales serán sus caballos. De seguro ustedes se entenderán muy bien... — chocó con ella a propósito, queriendo demostrar el control de la situación. — Ya que vienen del mismo basurero.
Irene aguantó las ganas de mostrarle el más profundo odio que sentía por él, solo porque Erwin le había pedido que no se metiera en problemas.
— ¡Oh! Vaya, parece en el "basurero" aprendimos más modales que usted, Señor. — habló con sarcasmo, sonriendo triunfante al ver la expresión fastidiada del hombre.
Flagon antes de retirarse con los ojos destilando furia, la miró juzgando su pasado.
— Aunque seas la protegida de Erwin, jamás dejarás de ser una rata de alcantarilla.
Y con los humos envolviendo su razón, se marchó molesto.
Irene entró al establo donde se guardaban los caballos, respirando profundo para calmar la rabia hirviendo en su interior.
— Una rata es incluso mejor que ese bastardo. — escuchó otra voz proviniendo de una esquina lejana.
— Concuerdo. — comentó ella, acercándose a su caballo para acariciarlo.
Inconscientemente sonrió al ver los serenos ojos del animal, y por un momento se olvidó que había alguien más junto a ella.
— Oye. — dijo el pelinegro con impaciencia al ver que era ignorado. — ¿Qué estás esperando? Quiero irme de una vez. Date prisa.
La chica resopló, acomodando los cabellos marrones que caían sobre su rostro.
— Escoge uno.
Los ojos de Levi observaron detenidamente a cada uno de los animales, y al encontrarse con un gran caballo negro, pudo sentir la rebeldía y fiereza ardiendo en su ser.
— Parece que ya elegiste uno. — se dirigió hasta el mamífero, viendo su gran porte y acariciando su cuello. — Y dime, ¿Cuál será su nombre?
— ¿No tiene uno?
— Lo conocen como el "indomable" — Irene puso un rostro pensativo, como si estuviera a punto de descubrir algo. — Ahora que lo pienso... Ambos son así.
— Tsk. ¿Qué tratas de decir? — gruñó nuevamente, volviendo a su típico ceño fruncido.
El rostro de Irene también cambió al impacientarse.
— Olvídalo.
Ambos cayeron en el silencio de la tarde del cuál parecían disfrutar.
Ellos aún tenían una actitud arisca, y les costaba entablar relaciones con personas nuevas, así que el silencio era un ambiente tranquilo para ambos.
— ¿Cómo se llama el tuyo? — preguntó Levi, dudando en acercarse a la recluta que seguía mimando y alimentando a los caballos.
Irene giró, intrigada y sorprendida por su extraña reacción.
— Balerion... — respondió sin entender porque de un momento a otro se comportaba tan tranquilo y apacible.
Lo único que sabía era que estaba distraído. Esa era su única explicación.
— Dante, su nombre será ese. — soltó el pelinegro de una vez por todas.
— Al fin... — suspiró con su actitud cansada. — ¿Ahora que esperas? Acércate.
Levi cruzó los brazos, volviendo a protegerse en su tono hostil.
— Tsk, no me digas que hacer.
— Cállate, o te corto el cuello.
Levi se quejó en silencio, y de mala gana se posicionó a su costado.
— Eres jodidamente lento. — pronunció Irene, tomando a la fuerza la mano del nuevo soldado para que tocara la cabeza del animal frente a ellos.
Pero, en ese momento... Sus ojos desconcertados miraron la mano del joven azabache al experimentar una extraña sensación de haber vivido ese momento con anterioridad.
«Está sensación, ¿porqué es tan familiar?»