11.

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Año 850. Muro Rose, ciudad de Trost.

— ¡Acabe con ellos comandante Erwin!

Irene se cubrió los oídos por el barullo originado por los ciudadanos que se agrupaban a los costados del camino para observar a los soldados que montaban sus caballos manteniendo la cabeza erguida y la mirada enfocada en su supervivencia.

Definitivamente a Irene le sorprendía el cambio radical de esas personas a lo largo de los años, y la forma en que decidieron confiar en ellos le parecía repentina, como si no tuvieran otro motivo o fuente de esperanza que los mantuviera a salvo de las atrocidades que existían fuera de los muros.

— ¡Miren, es el cabo Levi!

— ¡Es el soldado más fuerte de la humanidad!

Irene podía entender porqué mostraban aprobación hacia la Legión de Reconocimiento en momentos como ese, pero aún así, no dejaba de incomodarle el hecho que los juzgarían sin dudar si cometían algún error o si creaban cualquier motivo que incrementara el miedo que sentía la humanidad. Y por esa razón ella no podía creer en ellos, ni en ninguna palabra que salía de esas personas.

— Apuesto a que si supieran como es Levi, no lo admirarían tanto. — pronunció Hanji con burla, mirando al pelinegro que estaba a su lado izquierdo para observar su reacción de molestia. — ¿Verdad Irene? — esta vez se dirigió a la joven de ojos aceitunas que se hallaba a su otro costado, quién estaba distraída en alguna parte de sus pensamientos espontáneos.

Hanji rió levemente, llamando finalmente la atención de Irene. Hallando en sus ojos verdes oliva una muestra de serenidad, recelo y fiereza con que observaba a su alrededor.

— ¿Pasó algo? — preguntó ella con suavidad, mirando a Hanji y a Levi para poder obtener una respuesta a su duda.

— Cuatro ojos solo quería molestar. — Levi miró a la morena de lentes con seriedad, pidiéndole que no continuara. — Y la expedición ya va a comenzar.

— Ahora que lo dicen... — Hanji se dirigió a ambos, mirándolos con emoción y brillo en sus orbes marrones.

— No. — sentenciaron los dos al mismo tiempo, sabiendo perfectamente que ella quería capturar un titán excéntrico para estudiarlo como hizo con otros anteriores. Lo habían intentado antes, pero fue muy peligroso, y muchas vidas se perdieron en el intento.

— ¡VAMOS, ustedes son muy fuertes! — argumentó Hanji, queriendo hacerlos cambiar de opinión. Sin embargo, ellos ya estaban decididos y convencidos de no poner en riesgo la expedición fuera de los muros. — ¡Ohh, quiero encontrarme con un excéntrico! — exclamó emocionada, cambiando de tema cuando la puerta comenzó a abrirse lentamente frente a sus ojos expectantes.

— Ya tenemos uno. — dijo Levi, confundiendo a Hanji con esa afirmación repentina. — Aquí mismo. — él se acercó con su caballo negro, tomando la cabeza de Hanji para referirse a ella.

Escucharon a Irene reír de forma corta, sorprendiendose al verla mantener la tenue sonrisa que apareció en sus labios.

Aunque su risa se fue borrando al oír las palabras de inicio del comandante Erwin, y se transformaron en una expresión llena de decisión y firmeza que utilizaría para sobrevivir esa batalla.

Los escuadrones de Levi, Hanji e Irene se separaron por la nueva formación, y cada uno de ellos se fueron reuniendo con los demás miembros de sus equipos para así dar inicio a la nueva expedición extramuros.

— ¡Señorita Irene, un titán de siete metros se acerca! — alertó Emilio Kargieman, un joven de diecisiete años, de ojos alargados de tonos grises y el cabello lacio de color azabache. Su rostro era pálido y ovalado, y tenía algunas pecas cubriendo sus mejillas y nariz.

Eterno RetornoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora