5. Foundee

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Steve besaba a Tony con pasión, sus pies los habían dirigido al dormitorio, a penas habían logrado cerrar la puerta cuando el alfa ya había acorralado al omega contra ella, uno de los brazos del rubio estaba sobre Tony sirviéndole de apoyo contra la puerta, el otro rodeaba la cadera de su marido acariciando su trasero, el moreno mantenía ambas manos en la estrecha cintura de su pareja, sus caderas se movían inconscientemente restregándose contra la entrepierna contraria, el rubio le besaba de una forma tan profunda que casi se sentía como si lo estuviera follando con su lengua.

-Te he echado de menos -susurró Steve en un jadeo

-Lo sé, mi amor -suspiró Tony mirando sus orbes azules -Lo siento, yo...

-Lo comprendo, no estabas bien, no podías

Las manos de Tony acariciaron el fornido pecho hasta alcanzar su rostro de porcelana, acunándolo entre sus manos, sonrió de una forma amarga, pero también comprensiva.

-Ninguno de los dos podíamos, Steve -murmuró -¿Crees que no me daba cuenta? Sé que querías ser fuerte, por mí y por ellos, por todo el mundo, querías ser la roca que mantuviera esta familia en pie

Steve se olvidó por un segundo del objetivo de sus caricias, sus ojos se entornaron en dolor, pero no apartó la mirada.

-Te he visto sentado en el tejado llorando durante horas por las noches, llamas a Peter en sueños, algunas mañanas ni siquiera vas a correr, te saltas las meriendas, no quieres entrar en su cuarto, sigues haciendo comida para cinco...

Entonces ya no pudo más, el alfa cerró los ojos y dejó que las lágrimas invadieran sus mejillas, todo el mundo sabía el dolor que provocaba en un omega el perder a un hijo, esa ruptura del vínculo los hundía en una depresión, pero nadie se había molestado en saber qué pasaba con el alfa, tal vez tenían una parte animal pero eran seres humanos, y ellos también sufrían. Que Steve no hubiera tocado a Tony en aquellos 5 años no era simplemente una muestra de respeto, era su propio duelo, el omega no había pasado por su celo en todo aquel tiempo, pero Steve tampoco.

-Es mi cachorro -lloró desconsoladamente frente a su pareja -Mi primogénito, mi bebé

Tony acarició el cabello de Steve, apretó su frente contra la contraria y trató de arrullarlo, pero el mayor no se calmaba, así que el moreno lo abrazó y liberó su aroma, el cual había tenido un toque amargo en esos 5 años pero continuaba siendo dulce y tranquilizador, el alfa necesitó un rato en el que lloraba como si fuera una plañidera, pero al final cesó. Tony pensó en cuanta suerte debía tener para que aquel hombre fuera su marido, quien sabe, podría haberse casado con un estúpido que le hubiera dado unos meses y luego lo hubiera forzado hasta tener otro cachorro, cinco años es mucho tiempo, podrían haber tenido otro bebé, pero eso jamás hubiera sucedido porque él jamás se hubiera casado con nadie que no fuese Steve, de eso estaba seguro. Acarició su rostro secando sus lágrimas y apreciando aquellas inmensas pestañas que tanto amaba, recorrió su perfecta nariz, perfiló su dulce boca con los pulgares, le hizo cosquillas en las orejas, y posó sus manos entorno a su cuello.

-Te amo, Steven Grant -susurró besando su frente -Eres lo mejor que me ha pasado en la vida

-¿Mejor incluso que los niños?

-A esos niños los tengo gracias a ti y al monstruo que sujetas entre las piernas, así que seguimos en las mismas

Steve rió suavemente, su esposo siempre lograba hacerle feliz sin importar qué, esa era una de las cosas que más amaba de Tony, que podía arrancarle una risa o una sonrisa en cualquier momento, y hacia cálido su corazón. Sus manos subieron al pecho del menor y comenzaron a sacar la camiseta que vestía, dejando ver la cicatriz del reactor, Steve la besó como si aquella máquina siguiera allí, aunque en realidad se encontraba en la mesita de noche a su lado. Luego abrió el cinturón y el cierre de los pantalones, sus labios se deslizaron por el cuello hacia el pecho, por el estómago y las caderas, respiró sobre la erección naciente, y finalmente bajó la ropa dejando a su marido completamente desnudo. Sus dedos acariciaron la base del miembro de Tony logrando que terminara de erguirse, sus labios besaron la punta sacando un suspiro del moreno, y entonces lo tomó en su boca demostrando que aún recordaba a la perfección cómo hacerlo, cómo recordaba todo lo que sabía del cuerpo de su amante; Tony hundió los dedos en su pelo, al principio apretaba la mandíbula tratando de contenerse, pero después de 5 años sin ser tocado, su mente acabó por perder el control, sus caderas se movieron solas y comenzaron a empujarse en la garganta de Steve, quien se dejó usar a placer sin emitir queja alguna, Tony puso los ojos en blanco y se corrió dentro de la boca de su marido, quien lo tragó todo y luego lamió los restos. Incluso con tantos años de matrimonio, el moreno seguía pensando que para ser un alfa, Steve podía ser muy complaciente, y sus siguientes palabras se lo aseguraron.

Un cuento al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora