12. Todo

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*10 meses anteriores*

Jamás en su vida había llorado por nadie, había tenido cientos de parejas y amantes, tanto alfas como betas como otros omegas, y jamás había llorado por ninguno cuando terminaba, se ponía sus gafas de sol, se tomaba un margarita y a otra cosa mariposa, a buscar el siguiente arañazo en el cabecero de su cama, así de simple. Lo entendía perfectamente, para algo era un genio, aquellas circunstancias no era lo mismo, aquel alfa le había marcado y habían estado casados durante 16 años, era el amor de su vida, así que su vínculo alfa-omega y su corazón estaban rotos, lo comprendía perfectamente, gracias, pero aún así. 

Tony no dejaba de llorar, al principio era una catarata, y por principio nos referimos a los primeros 3 meses, y por catarata a kilos y kilos de pañuelos moqueados, vómitos, dolores de cabeza y destripamiento de garganta; luego la cosa pareció calmarse un poco y en los 3 meses siguientes sus llantos ya no despertaban a nadie a las 5 de la madrugada, eran bajos pero igualmente constantes, Pepper tenía que entrar con el cubo de la basura a su dormitorio y una pala recogedora, y sus dolores de cabeza y estómago continuaban, aunque ya no los de garganta. Para el séptimo mes Tony había dejado de gastar una fortuna en pañuelos, seguía llorando pero el nivel era suficiente como para limpiarlas con su mano o una toalla, ya no había mocos o babas de por medio, solamente agua, y había dejado de vomitar, aunque seguramente se debiera a que había dejado de comer; sus dolores de cabeza no cesaban pero ya les daba igual, había llegado a un punto de insomnio en el que ya no sentía ni su propio cuerpo, tal vez dormía 4 o 5 horas a la semana, no sabría decir muy bien, siempre era porque se desmayaba.  

Pepper, Rhodes y Happy se habían mudado a la Torre el quinto mes, cuando Tony ya no quiso salir de su dormitorio, al principio tenía fuerzas para fingir que nada había pasado y llevar a sus hijos al colegio, cenar con ellos, tal vez hacer algo en el taller, pero a partir de ese mes ya no salía de la habitación, los niños iban con él para despedirse en la mañana y para cenar los cuatro sobre la cama, esto último hasta que Tony dejó de comer; pero a partir del séptimo mes, Pepper pensó que los niños no podían estar en aquellas condiciones, ni siquiera a metros de aquella situación, así que se los llevó a la planta que habían ocupado ellos y jamás subían al penthouse a menos que fuera estrictamente necesario, Rhodes pensaba que era algo exagerado, Happy apoyaba su teoría de que tal vez no era lo mejor, pero Tony estuvo de acuerdo, al menos durante ese mes pudo ser un alma en pena sin sentirse culpable porque alguien lo viese.

Pero en el octavo mes no pudo con ello, los niños tuvieron que volver a sus dormitorios, su olor por la casa y saber de su presencia era lo único que calmaba a Tony, al menos durante el día, porque en la noche, las pocas veces que lograba quedarse dormido aunque fuese por 20 minutos, tenía horribles pesadillas que lo despertaban jadeando y sudoroso o llorando y gritando, así que los niños, sí, incluso los mellizos con sus 8 años nada más, tomaban turnos para dormir con él. Pepper siempre les decía que ella dormiría con él, tal vez Tony nunca había llorado por amor pero sí había tenido otras clases de crisis y ella siempre se había ocupado, sabía perfectamente como manejarlo, pero los niños se negaban a permanecer en sus cuartos y no ir con su papi, así que la rubia tuvo que conformarse con que algunas noches le dieran un turno a ella; Tony jamás lo diría, amaba mucho a sus hijos y su olor era una grandiosa ayuda, pero agradecía las noches que Pepper dormía con él porque esas noches no se sentía vigilado, no se sentía culpable, podía estar en la mierda sin pensar que jodía la infancia de sus hijos y su sueño teniendo que madrugar al día siguiente.

El noveno mes desde la Civil War comenzaba y con ello una nueva fase, los delirios. A Rhodes le pareció lógico, casi no dormía y no consentía en comer mucho más que un par de donuts al día, era obvio que Tony llegaría a ese punto, él quiso ingresarlo en un hospital pero el moreno se revolvió con una fuerza inexplicable para su condición ante tal propuesta, lo máximo que lograron fue consentir que Bruce fuera para darle unas pastillas del sueño e inyectarle algo de suero al día. Fue en ese mes, una noche, cuando Tony llegó al punto crítico. 

Un cuento al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora