25. Maravilloso descuido

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*2 semanas antes*


El ascensor se quedó quieto de repente, Steve miraba a todos lados alarmado, había llegado al penthouse pero las puertas no se abrían, pulsó el botón con vehemencia, pero nada, así que comenzó a preocuparse.

-¿JARVIS?

-Señor

-Ah, menos mal que estás ahí, ¿qué ha pasado?

-El señor Stark acaba de ser informado de su visita y ha determinado que no puede acceder a la casa

Steve quedó sorprendido. ¿No podía acceder a la casa? ¿Tony le había negado el acceso? Pero si él no había hecho nada, últimamente no habían discutido ni lo más mínimo, de hecho, había estado de lo más afable y cariñoso con el rubio.

-¿Está bien?

-Sí, señor

-¿Está enfadado conmigo?

-No, señor

-Entonces, ¿qué le pasa?

-No estoy autorizado a informar

No preguntó nada más, la última vez que eso había pasado, Tony estaba en el laboratorio con quemaduras de tercer grado y negándose a recibir ayuda, claro que la antepenúltima había llegado de una fiesta y estaba extremadamente borracho, no quería que nadie le viera y negó el acceso, por eso casi se ahoga en su propio vómito, y en otras de esas, una que Steve jamás olvidará, Tony había sido recluido en su propia casa por un grupo terrorista. Así que Steve no esperaba nada bueno de aquello, no pensaba arriesgarse al menos, así que escudo en mano, porque iba a dárselo a Tony para que reparara uno de los imanes, comenzó a golpear el borde de la puerta hasta que consiguió separarla y finalmente abrirla.

-¡Tony!

Steve salió corriendo por la casa, no estaba en el salón ni en la cocina o el comedor, fue al laboratorio y tampoco, así que continuó hasta su dormitorio.

-¿Tony?

-¿Steve? ¿Cómo has entrado? Por favor, vete, luego hablamos

-No, Tony, ¿qué pasa? Déjame entrar, por favor, dime qué pasa

Steve quería que Tony le dejase entrar, no quería tener que echar la puerta abajo, quería concederle ese respeto, pero el moreno no le dejó y él echó la puerta abajo. El ingeniero estaba en la cama, desnudo, pero cubierto por una sábana, la cual estaba claramente sudada; su rostro estaba rojo y perlado de sudor, emanaba un calor característico, y por primera vez, pues había entrado demasiado rápido como para notarlo, detectó aquel dulce y atrayente olor de un omega en celo.

-¿Steve?

El rubio respiró profundamente y sus pupilas se dilataron, pero parpadeó y pareció normal, aún así no se acercó a él.

-¿Estás bien, mi amor?

Tony tembló ante su voz, aquello no era bueno, su cabeza y su cuerpo no estaban bien. El olor de Steve, la voz de Steve, la mirada de Steve, el cuerpo de Steve. Todo en el rubio le volvía loco y sentía su trasero lubricar, preparándose con ansias para el alfa frente a él, porque sí, le ansiaba. Le ansiaba tenerlo sobre él, sudado, dentro de él, penetrándole, rápido o lento, duro o dulce, pero corriéndose en él. Quería a su alfa.

Tony negó con un gesto de dolor.

-¿Qué ha pasado?

El moreno hizo un esfuerzo sobrehumano para respirar sin volverse loco por el olor de Steve.

Un cuento al revésDonde viven las historias. Descúbrelo ahora