capitulo 17

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Con Meena bajando por las escaleras, Leo iba tras ella. Su anuncio de que no llevaba bragas no fue inesperado.Después de todo, él le dijo a Luna muy específicamente que no las empacara cuando ella trajo su ropa. Pero ahora, viendo a
Meena balancearse, con gran parte de sus piernas expuestas, deseaba que las llevara puestas. Esa falda era muy corta.
Demasiado corta.
Demasiado accesible.
Y la cama estaba muy lejos.
¿Exactamente por qué habían dejado la habitación?
Oh sí, comida. Si querían tener alguna esperanza de sobrevivir a la noche, debían comer. No quería que le faltara energía más tarde.
No es que él hubiera planeado algún libertinaje.
¿Por qué no?
Porque esta noche no era sobre ellos escabulléndose a escondidas y robándose besos entre otras cosas. La celebración de esta noche era un anticipo de una vida
nueva como pareja. Una fiesta con amigos y familiares antes de la boda en la mañana.
Una boda. Fuchi.
Al igual que cualquier hombre con la mentalidad adecuada, Leo temía las bodas como cualquier otro hombre. Pero en este caso, iba a hacer una excepción, por
Meena. Él sabía que ella disfrutaría de la ceremonia. Él solo se preguntaba qué clase de
catástrofe podía esperar.
Hacia la salida en el nivel principal, podría haber reído por lo nerviosa que estaba Catástrofe. Parecía que su cita en la noche era bien conocida.
—¡Meena! — Chillo feliz en un tono alto.
—¡Meena!— Pronunciado con un tono agudo provocado por alguien presa del pánico.
Desde su admisión de esta tarde, Leo se sintió aún más en sintonía con ella que antes. Observo el ligero endurecimiento de su espalda cuando el idiota insensible hirió
sus sentimientos.
Parecía que el primo Marco aún tenía que perdonarla por golpearle en la cara con un disco de hockey más o menos un año antes de que ella hubiera sido exiliada. Y
sí, Leo conocía la historia. Todos lo hacían. Marco podría guardar rencor, ¿pero que bien podría aguantar un golpe? Pronto se encontrarían fuera porque Leo planeaba enseñar a su primo una lección sobre el perdón más tarde.
En primer lugar, atrapó la mano de Meena y caminó con ella hacia la alineación de largas mesas cubiertas con bandejas de comida.
Había llegado lo suficientemente temprano como para tener de donde escoger.
Doble ración. La gente que manejaba la barbacoa se aseguró de llenar su plato con un
par de hamburguesas, además de gruesas y jugosas empanadas.
Leo encontró un asiento, un par de sillas en realidad, pero tener una de
repuesto disponible no le impidió poner a Meena sobre su regazo, la condenada silla gimiendo ominosamente.
Parecía que no fue el único en oír la amenaza del infeliz asiento.
—Pookie, vamos a terminar en el suelo. Somos demasiado grandes para sentarnos en esta silla. Me sentaré en la silla de al lado. —
—A la mierda con la silla. Te quedarás en mi regazo. —
—¿Pero por qué? —
—Porque me gusta. — Le encantó cuando logró sorprenderla. La forma de su boca tan sugestiva.
Antes de que ella pudiera hacer otra pregunta estúpida, le metió un bocado de patata asada en la boca. Ella mordió su dedo en el proceso y luego sonrió.
—Sabroso. Otra vez. —
Él le dio un tomate cherry crujiente. Sus labios fruncidos antes de que ella lo chupara lo tenía hipnotizado.
No hubo ninguna duda más después de eso sobre compartir el asiento. Se alimentaban mutuamente, y si un ocasional transeúnte se reía entre dientes o se reía al pasar, y terminaba tropezando con sus pies en el camino no era culpa suya. Un
hombre a veces necesitaba estirar sus largas piernas.
Las voces animadas del orgullo y de los que viajaron para la noticia del
momento, se incrementaron en un zumbido alrededor de ellos. Leo no perdería su mente por ello. Estaba más interesado en la mujer en su regazo, que en ver la acción
alrededor de ella con los labios entreabiertos. Podía ver y sentir su felicidad cuando la gente vagaba solo para decir hola. Incluso la gran tía Cecily, –“quien debía haberme
perdonado finalmente por sacar todos los alambres de sus sujetadores para que no se
me clavaran cuando ella me daba un abrazo de oso”.
Por desgracia, no podían permanecer en su propio mundo toda la noche. Como
tercer hombre en la jerarquía cuando se trataba de asuntos del orgullo, no fue una
sorpresa cuando en un momento dado vio a Hayder llamándolo con señas.
—Tengo que ir a ver lo que quiere, — dijo, dejando a Meena sobre sus pies.
—Voy a tratar de no tardar mucho. ¿Qué tal si traigo unos tragos en mi camino de regreso? —
La dejo con un beso en los labios y una palmada en el culo. Oye, la maldita cosa fue hecha para relamerse.
No se fue por mucho tiempo. De verdad, no mucho, pero resultó suficiente tiempo para que Meena encontrara problemas.
O, en este caso, los causara.
Era hora de que el Omega tomara las riendas.

 Era hora de que el Omega tomara las riendas

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Cuando Un Omega Se Rompe•||Saga El Orgullo Del Leon 3 ||•( Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora