capítulo 8

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A juzgar por la mirada furiosa de Leo, él estaba pensando de nuevo. Realmente,
el hombre usaba demasiado su inteligencia. Pensaba demasiado. Se preocupaba
demasiado. No perdía el control lo suficiente.
Le hizo preguntarse cuán salvaje sería cuando finalmente se rompiera. Y él lo
haría. Un hombre que irradiaba fuerza no podía aferrarse a su control para siempre.
Por debajo de ese exterior plácido y malhumorado acechaba una bestia de hombre,
uno con la sangre caliente y pasión indomable.
Ese hombre arañaría. Rawr.
Si ella pudiera averiguar cómo liberarlo de su jaula de negación.
Tomando nota de que se daba la vuelta y se dirigía a grandes zancadas hacia los
ascensores, sin ella, dejo de hacerse la fresca con la planta y saltó detrás de él.
—Oh, Pookie, ¿a dónde vas? —
—A trabajar. —
—¿Puedo venirme?— En su lengua o eje. Cualquiera estaría bien. Ella le lanzo
un guiño descarado y observó. Ahí estaba ese tic en su ojo otra vez.
—No.
—Estas tomándome el pelo, Pookie. —
—Y tú eres intencionalmente exasperante.
—Tengo que hacer honor a mi apodo.
La puerta del ascensor se abrió, y él se deslizó dentro. Para su sorpresa, él
detuvo la puerta de cerrarse.
—¿Qué estás esperando? Entra. 

—Pensé que habías dicho que no podía venir.
—No puedes, — dijo, extendiéndole la mano para atraerla. —Pero se me
ocurre que, dado el incidente en la cafetería, debería acompañarte a tu apartamento y
aconsejarte encarecidamente que permanezcas allí. 
—¿Quieres que me quede adentro?— Ella arrugo la nariz. —Eso no suena muy
divertido. —
—Tampoco lo seria despertar casada con un mafioso.
—¿De qué estás hablando? Tendría un montón de diversión. Por supuesto, al
personal podría no gustarle el lio que haga. El agua fría tiene sus límites con las
manchas. — Ella le disparó una feroz sonrisa que debería haberlo tenido a él agitando
un dedo abogando por resoluciones pacíficas. Una parte más optimista de ella deseaba que él la atrajera más cerca, plantara un beso en sus labios, y le dijera que ella no
tendría que matar al ruso. Leo lo haría por sí mismo si él se atrevía a poner un dedo
sobre ella.
Con ellos en la cabina del ascensor, Leo permitió a las puertas cerrarse y golpeó
el número de su piso. Tan pronto como el ascensor se sacudió, él la miró y dijo,
—Tengo miedo de preguntar qué es lo que estás pensando.
—Al diablo con decirlo. Déjame enseñarte.  Meena hizo su movimiento.
Ella lo empujó contra la pared. Su pelvis arremetió contra él, y le plantó un beso
caliente en los labios.
Él no la alejó. Él no lloraba de dolor, quejándose de que lo estaba aplastando.
La besó de vuelta.
Al menos por un momento. Justo cuando ella se aventuró a tocar el contorno
de sus labios con la punta de su lengua, volvió la cabeza.
—¡Detente! —
Oh, el tramposo. Él usó su poderosa voz de omega contra ella. Autoritario.
Tratando de dominar. Envió un cosquilleo a través de ella, y sus labios vibraron,
suspendidos tan cerca de él.
—¿Estás tratando de controlarme? — murmuro ella, el calor de su aliento
húmedo contra su piel.
—Si tengo que hacerlo. No puedes solo lanzarte sobre mí. —
—Tú fuiste el que dijo que ibas a cogerme. —
—Esto no es lo que quise decir. Yo no quiero esto.
Ella ondulada la parte inferior de su cuerpo contra él.
—Mentiroso.
—Fastidiosa...
El tono de aviso que acaba de hacer la hizo sonreír.
—Hemos llegado a mi piso. Escóltame hasta mi puerta, ya sabes, para asegurarte de no que causo ninguna catástrofe. 
—Si no lo hago, ¿qué vas a hacer? 
Ella dejó que una amplia sonrisa respondiera.
Él suspiró y salió del ascensor.
Hasta el momento su plan de seducir a Leo después del desayuno, en esa fabulosamente enorme cama suya, no parecía destinado a suceder. ¡Incluso proponerlo directamente no estaba funcionando!
Tiempo de apresurar las cosa un poco. Con alrededor de veinte pasos para
llegar, ella trató de agarrar su mano.
Más rápido de lo que ella podía parpadear, él metió su mano en el bolsillo de sus pantalones.
Astuto ligre. Como si su estratagema fuera a detenerla. Con sus manos
escondidas, lo dejó vulnerable para…
¡Smack!
—¿Qué diablos fue eso? — Él no pudo ocultar la sorpresa en su tono.
—Luces un buen trasero y debes esperar que lo palmeen. — Hey, ella tomaría
su placer donde pudiera.
—No estoy haciendo alarde de nada. 
Ella rodó los ojos.
—Pookie, sé que no es tu culpa. Un hombre con tu nivel de atractivo no puede
evitar afectar a las mujeres. Hemos de tener en cuenta que va a ser tu culpa, sin
embargo, cuando me meta en problemas por patear el culo de las putas admirando tus
atractivos. — Porque en lo concerniente a él, ella podría tener una pequeña veta
posesiva.
Un tic, los labios apretados, y un estruendo. Teniendo en cuenta lo tieso que
parecía Leo, no podía evitar compararlo con un Jack in a box
.
¡Cuerda, cuerda, cuerda, POP!
Pero el pop no sucedería hoy. Tan pronto como llegaron a la puerta de su
prestado –y muy temporal– apartamento, él la abandono con una advertencia firme,
—Quédate. 
Ella se las arregló para no reírse. La obediencia no era su punto fuerte.
—¿A dónde vas?, — preguntó.
—A trabajar.
—Que tengas un buen día, Pookie. Te echare de menos. — Debido a lo bien
que se veía su trasero en esos pantalones, ella lanzó un estridente silbido.
—Maldición, eso es una buena vista. 
Él no perdió el paso, pero podría jurar que sus hombros se ampliaron.
—¡Compórtate! — Fue su última orden antes de entrar en el ascensor.
¿Comportarse? ¿Y perderse toda la diversión?

Cuando Un Omega Se Rompe•||Saga El Orgullo Del Leon 3 ||•( Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora