La esencia de Leo salió a borbotones con vehemencia, y ella capturó cada gota.
Él gritó su nombre cuando se vino, un sonido precioso.
Un hombre tan maravilloso.
Mi hombre.
Su compañero que retenía una cierta dureza a pesar de que llegó. Ella lo chupo por un momento hasta que él gruñó,
—Mi turno.
¿Su turno? ¿Cómo se le ocurría eso? Ella acababa de hacerlo culminar.
Excepto por su parte, que en realidad quería decir la suya.
—Ponte sobre tu espalda, — exigió él.
En cambio, se puso de rodillas y le miró por encima del hombro.
—Tú no eres el único con una fantasía, — observó ella.
—El-mejor-presente-de-bodas-de-la-historia.— Al parecer, a Leo le gustaba
hacia dónde se dirigía. Su mano pasó por encima de la curva de su culo luego hacia
abajo hasta que encontró el borde de su falda mullida. Poco a poco, tiró de la tela hacia arriba y lejos de los muslos y las nalgas.
Aún mirándolo por encima del hombro, notó su pene ya balanceándose de nuevo. Que se acercaba, más cerca. Se estremeció, pero él la sorprendió. En lugar de
hundirse en ella, se inclinó y su lengua lamió su sexo.
Querido cielo.
De ida y vuelta lamió, ligeros y excitantes toques. El asombroso movimiento de su lengua sobre su clítoris. La intrusión de dos dedos hundiéndose en su canal haciéndola gemir.
Lentamente, él le daba placer, cada empuje de sus dedos y cada golpe de
lengua construían su dicha, la
construcción de una torre que amenazaba con
derrumbarse.
—Ahora, por favor, — ella prácticamente sollozó.
Ella no tuvo que pedirlo dos veces. Se arrastró sobre la cama hasta que se
arrodilló detrás de ella, la punta de su pene empujando en su raja húmeda. Acomodó la cabeza lentamente.
Demasiado lento.
Ella chocó contra él, repitiendo su grito,
—Ah, — ante lo inesperado.
Pero, oh, el placer.
Finalmente, él estaba en ella. Estirándola. También se movía dentro de ella, empujes cortos, friccionándose con los empujes que presionaban la cabeza hinchada
de él contra su punto más sensible.
Una y otra vez. Empujando. Moliendo. Exprimiendo. Oh.
La unión era tan perfecta, tan intensa, que tan sólo el más pequeño pellizco de sus dientes en su piel, lo suficientemente fuerte como para romperla, hizo que ella estallara en pedazos.
La conciencia se estrelló contra Meena, cuando puso su reclamación sobre ella, convirtiéndola realmente en su compañera, y no sólo a ojos de la ley humana, sino en la ley primaria también.
Ambos lanzaron un rugido salvaje cuando su éxtasis los golpeo, una ola como ninguna otra.
Cuando su clímax estremeció a través de ella, ella gritó,
—Más fuerte. Más fuerte. —
Y se lo dio. Golpeó rápido, duro, totalmente. En contra de su culo, le dio una
palmada, su cuerpo un ajuste perfecto para ella, un cuerpo que podía manejarla a ella y a su pasión.
Como caliente crema cuando baño su matriz. Como su propio orgasmo robo su voz, cuando el segundo la hizo retorcerse ronca.
A medida que su ritmo cardíaco se ralentizaba, se enfriaban sus cuerpos, y ellos bajaron de las alturas, Leo la acuno contra su cuerpo. Se dejó caer a su lado y la atrajo hacia él, amoldándose perfectamente, apropiándose de ella.
Fue maravilloso. Perfecto.
¡Crack!
Así que por supuesto la cama eligió ese momento para romperse en un lado e inclinarlos hacia el suelo.
—Maldito seas, universo, — gritó ella, agitando un puño.
¿Y qué hizo Leo ante este ejemplo perfecto de una catástrofe?
Se rió mientras ella rugía.
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Cuando Un Omega Se Rompe•||Saga El Orgullo Del Leon 3 ||•( Terminada)
General FictionLeo es un tipo tranquilo. Un buen tipo. Nadie se atreve a joderle. Entonces, puede explicar alguien porque a Meena le permite conducirlo a la locura -con deseo. Cuando Meena literalmente se arroja sobre Leo y declara que es su compañera, su primer...