capitulo 5

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Así que tal vez levantarse del colchón y tirar a Meena al suelo no fue la decisión
más tranquila, o la más agradable, pero maldita sea, Leo tenía que hacer algo.
Ya era bastante malo cuando se había despertado con ella sobre él. Oliendo tan
deliciosa. Sintiéndose tan deleitable. Tentándolo a ponerla sobre su espalda y darle el sexo matutino que ambos tanto ansiaban.
La maldita mujer tenía razón en una cosa. La quería. Ansiaba su mal.
Él había mentido acerca de que tenía que orinar. Al parecer mintió sobre un
montón de cosas desde que la había conocido. La mayor mentira era aquella en la que se decía a sí mismo que no la quería.

La quiero. La quiero malditamente demasiado.
De ahí el por qué de que la sacara de la cama. Era eso o abalanzarse sobre la
deliciosa Meena y besar sus charlatanes labios, hundir su erección entre sus
regordetes y perfectos muslos, y perderse en el esplendor que ella prometía.
Locura.
Necesitaba concentrarse, y para hacer eso, tenía que librarse de la tentación. A
pesar de la necesidad de ofrecerle su mano para ayudarla a levantarse del suelo, se dio
la vuelta –haciendo caso omiso de la voz en su cabeza que gritaba, “¿Dónde están tus
modales?”– y, en cambio, se dirigió a la cocina. En esa dirección iba a tener el muy
necesario café de la mañana. Por otra parte, ¿era realmente esa la opción más
brillante? Tal vez debería mantener sus nervios libres de cafeína, sobre todo a su
alrededor.
Realmente no llego a su destino. Un cuerpo lo derribó por detrás y gritó,
—¡Te tengo! —
Tomado por sorpresa, se tambaleó, pero pronto recuperó el equilibrio, aún
mientras las piernas de Meena estaban envueltas a su alrededor y sus brazos
enlazados alrededor de sus hombros.

—¿Qué demonios estás haciendo, Catástrofe?
—¿Catástrofe? ¿Es ese tu apodo para mí? —
—Sí, porque pareces decidida a fastidiarme hasta la muerte. —
Cualquier otra mujer probablemente se hubiese ofendido. Posiblemente
también lo hubiera golpeado. ¿Pero aferrarse a su espalda con la fuerza de una
anaconda?
—Me gusta. Es lindo. Así que, ¿cuándo te lo vas a tatuar en un corazón sobre tu
cuerpo? —
¿Cómo demonios funcionaba su mente?
—Yo no me hago tatuajes.
—No te culpo. Tu cuerpo ya es una impresionante obra de arte. ¿Qué tal si yo
consigo uno en tu lugar? Justo en la mejilla izquierda de mi culo, tal vez algo que se
parezca a una marca. Propiedad de Leo. ¿O qué tal el „Deleite de Pookie‟? —
Sí y sí.
—¡No! No hay tatuajes. En absoluto.
—Aguafiestas. —
Él no respondió, simplemente continuó su viaje a la cocina, con una decidida
leona sobre su espalda.
—Entonces, ¿qué hay para desayunar?  preguntó ella.
A ella, sobre el mostrador, con un chorrito de jarabe para ser lamido de los
regordetes pechos que presionaban contra su espalda.
—Si digo que nada, ¿te irás?
—Nope. Pero si no nos das un poco de comida, entonces me veré obligada a
cocinar, y te advierto desde ahora, que realmente, realmente, no quieres que haga
eso, — confesó ella en un bajo susurro. —La última vez que los bomberos vinieron a la
casa, dijeron que la única cosa que se me permitía cocinar de aquí en adelante era
cereal con leche.
Nada podría haber detenido su risita.
—Bueno, entonces, supongo que será mejor que me sueltes si estás esperando
el sustento.
—Estoy segura de que podría encontrar algo más que comer. — Ella prácticamente ronroneó las palabras en su oído.
Seguramente ese poco masculino “eep” no provino de él ¿no?
Le tomó sólo un segundo deslizarse en sus zapatos, coger su billetera, y agarrar
los zapatos de ella cercanos a la puerta antes de tenerlos a ambos en el ascensor. Ella
se bajo de su espalda, pero dada su altura, todavía podía susurrarle acaloradamente al
su oído,
—¿Sabes que cuanto más tiempo luches contra ello, más explosivo va a ser?
Preliminares, Pookie. Toda esta cosa de la negación es como una larga y extendida
sesión de juegos preliminares. Y cuando finalmente ya no puedas decir no, ten
cuidado. Voy a hacerte ver las estrellas. —
Estrellas. Fuegos artificiales. Más bien el interior de una celda de la cárcel, ya
que, si no tenía cuidado, terminaría tomándola en público y sería arrestado por actos
indecentes.
Algo de su ardor logró enfriarse cuando entraron en el vestíbulo. Era difícil
mantener una erección cuando media docena de pares de ojos estaban fijos en Meena
y en él.
Miradas especulativas rebotaban entre ellos. Si fuera un joven inexperto, se
habría ruborizado cuando llegaron a la suposición errónea. Si fuera Hayder, se habría pavoneado con fingida destreza. Leo se conformó con algo entre el ceño fruncido y el
plácido desinterés. No le gustaban los rumores, especialmente aquellos sobre él.
Meena no tenía tal vergüenza. Sonriendo ampliamente, se pavoneaba ante el
grupo.
—Buenos Días, gente. ¿No es un día hermoso? —
Ella no dijo nada malo. No tenía por qué. La implicación era evidente –si bien
falsa.
Ya que ella parecía distraída, él usó ese momento para escapar. Falló.
Apenas había llegado a la acera cuando de pronto ella estaba saltando a su
lado.
—Entonces, ¿a dónde me llevas a desayunar?
—A ningún lado. Yo me voy a una cafetería a tomar un danés
.— Una media docena de ellos con por lo menos cerca de tres de sus tortillas rellenas de desayuno y un gran batido de banana.
—Ooh, ¿son aquellos que tienen la guinda? ¿Puedo lamer el tuyo? — Ella
bateó sus pestañas hacia él inocentemente. El desafío en sus ojos decía todo lo
contrario.
Él no respondió. No tenía que hacerlo. La mocosa ya sabía cómo lo afectaba ella.
Justo antes de llegar a la cafetería, el móvil de ella sonó. El echarle un vistazo a
la pantalla causó un ceño arrugado en su frente.
¿Qué? ¿Por fin algo para estropear su feliz semblante? Se preguntó de qué se
trataría –así podría deshacerse de ello. No le gustaba que ella no sonriera.
Whoa. ¿De dónde vino ese pensamiento? Lo que fuera que la perturbara no
tenía nada que ver con él. No me importa. No es de mi incumbencia. Su gato curioso
podía mantener sus especulaciones para sí mismo.
Dejándola en la acera, entró en la cafetería. Después de ordenar lo de costumbre, además de unos cuantos extras –porque ella parecía del tipo que pedía un bocado– se volvió y se apoyó contra un pilar.
Si necesitara mentir, él diría que lo hacía para que el personal no se pusiera nervioso. No todo el mundo podía manejar a un tipo de su tamaño manteniendo un ojo sobre ellos. Salvo que la gente de aquí lo conocía y no se dejaban intimidar ni un poco. Así que ¿por qué realmente miraba por
la ventana? Debido a que cierta leona seguía allí y una parte de él no podía dejar de
mantener un ojo en ella y se preguntaba qué travesuras planeaba.

A través de la gran ventana de cristal de la cafetería, veía su paseo en la acera,
su rostro como un estudio de vida mientras hablaba, con un brazo escondido a su lado
sosteniendo el teléfono en la oreja, el otro siendo agitado y gesticulando.
Qué dilema presentaba. Ella parecía decidida a volverlo loco –de lujuria. En una
misión para embrollar sus emociones –con su peculiar personalidad. En camino a
cambiar su futuro –con determinación.
¡Ella también estaba siendo abordada!
Rawr.

 ¡Ella también estaba siendo abordada! Rawr

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Cuando Un Omega Se Rompe•||Saga El Orgullo Del Leon 3 ||•( Terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora