Capítulo 9

1.7K 201 63
                                    

Un suspiro, dos suspiros, tres suspiros. Resulta ser que los suspiros no son sólo el soltar el aire que nos sobra dentro, sino que esos mismos van acompañados de varios sentimientos que son una carga en nosotros, un peso encima, un peso que ya no queremos o simplemente son sentimientos de nostalgia, sentimientos "negativos" a los ojos de muchos, de varias personas.

Natasha Romanoff, ex-espía rusa de la KGB, ex-vengadora, una espía con todo aquello que uno quiere, pero, ¿cuál era el único problema? Que ya no tenía con quién compartirlo, que hace tantos años no estaba con su familia, que todo se volvió algo raro, algo vacío a los ojos de la rusa.

Vormir era un lugar hermoso, un lugar en donde viajabas en tus sueños y confundías con un paraíso. Era tranquilo, silencioso y claro que esto se debía a la poca gente que habitaba en lugar, para ser exactos sólo ella y ese "guardián" que se le hacía conocido de algún lado, pero no recordaba de dónde.

Se encontraba caminando, pateando agua cada que encontraba un charco. Era lo más divertido que hacer ahí. Llevaba años recorriendo el mismo lugar una y otra vez, sin cambio alguno, esa ya era su rutina.

Se sentó, se sentó en un pequeño monte que al menos la dejaba ver unos kilómetros más allá de donde estaba y eso hubiera sido divertido si hubiera algo que no conociera ya. Podría dormir, viajar a la gema del alma y estar con Gamora todo el día si eso quisiera, pero ella seguía siendo, ¿ella? No sabría como definirse. Sabía que estaba viva, que de alguna manera sobrevivió a la caída de hace años para tener la gema en sus manos, para que pudieran traer a todos de vuela, pero había una pregunta que en su mente siempre retumbaba, ¿cómo es que sobrevivió?.

El tipo de cara roja -así le llamaba- fue muy específico al decir que era un alma por otra, no tenía idea de qué había salido mal. No negará que muchas veces ha pensado que Clint no la pudo conseguir y que nadie volvió después de eso, otras veces simplemente prefiere creer y tener esperanza, pero siendo sinceros, ¿cómo podría saberlo?.

Se recostó en el suelo mirando hacia arriba, era su nuevo pasatiempo favorito.

-Mamá...

Logró escuchar a lo lejos y algo cerca a la vez. Se asustó.

-Mami...

Volvieron a susurrar.

Se levantó quedando sentada de nuevo y volteó a todas partes esperando ver algo o a alguien. Cosa que pensó que era estúpida estando en el lugar en el que estaba.

Llevó sus manos a su rostro pasando sus dedos por sus verdes ojos y restregándolos un poco; tenía sueño, eso debía ser.

Volvió a soltar un suspiro y alzó la vista mirando hacia adelante.

Un niño, había un niño ahí.

Se levantó con cuidado y poco a poco fue bajando de donde estaba. Sentía conocerlo, sentía algo que la llamaba a él. Natasha se detuvo, el niño la saludó muy despacio, demasiado despacio. La rusa no le calculaba mucha edad, tal vez unos cuatro o tres años, no sabría decirlo.

El niño comenzó a caminar hacia ella y Natasha hizo la mismo. Si hubiera estado en otra situación ni de loca hubiera caminado hacia él, pero algo le decía que fuera y así lo hizo.

Ambos se acercaron lo suficiente para verse. El niño era pelirrojo, de piel blanca y unos ojos azules que transmitían paz y confianza, unos ojos que bien podía comparar con aquellos ojos que la habían enamorado hace tiempo.

Romanoff le dió una sonrisa, una sonrisa natural y el niño se la devolvió de inmediato. El pequeño rojizo no era lo que ella se esperaba, figuraba estar desvanecido poco a poco, cualquiera que lo viera diría que estaba transparente.

Alma PuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora