Capítulo 28

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Nervios agudos en forma de cristales la penetraban en la espina esperando su caída, nervios oscuros en forma de sombra que querían asfixiarla en momentos instantáneos de dolor.

Alma perdida en las nubes y vista encontrada en azul.

Aquel rubio dueño del momento la abrazó sin razón alguna y es que para él no era necesario una excusa para tener a la pelirroja entre sus brazos y mostrarle un poco de paz y tranquilidad después de aquello que estaban viviendo.

-Debemos irnos de aquí. -le susurró en el oído al más mínimo instante que pudo salir de sus labios palabra alguna.

-¿No crees que tal vez Yelena esté siendo paranoica?. -la separó unos segundos acomodándole un mechón de cabello detrás de la oreja.

-No. -respondió sin titubear -Yelena podría ser todo, pero menos exagerada.

Y es que aquello real.

Había vivido tantos años con la rubia y vivido tantas experiencias junto a ella, que ella misma podía captar cuando estaba mintiendo y cuando no e incluso cuando quería llamar la atención o tener un poco de amor. La rusa conocía como la palma de su mano a la que había sido su compañera por tantos años. Sabía que no estaba mintiendo.

-Yelena, ella no suele ser así y comportarse de tal manera.

-Tiene años que no la ves, tal vez y sólo tal vez, este sea un teatro. Leí muy vagamente de ella en SHIELD y no...

-¿Entonces vas a desconfiar de ella solamente por leer un expediente que no sólo es antiguo, sino que habla de todas las atrocidades que cometió?. Creí que no solías juzgar a un libro por su portada.

-No lo hago. -el rubio afirmó.

-Lo estás haciendo ahora.

-Estoy tratando de protegerte, de protegerlos.

-Pues en ese plural entra ella. Es mi hermana y así como tú defendiste y recorriste cielo, mar y tierra por Barnes, haré lo mismo.

-No puedes comparar.

-Y tú no puedes decirme qué hacer y qué no.

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Coacción, aquella pequeña acción que solían ocupar todas y cada una de las personas para lograr un cometido en común.

Y es que la pelirroja estaba harta de ser ella la sometida en la coacción de las personas, de todas y cada una de las personas que la rodeaban. Siempre buscaba un por qué de aquella coacción, un motivo o una causa que le hiciera volver a cerrar los ojos para dejarse someter.

Y es que aquello ya era un chip que llevaba dentro.

No sabía desde cuándo o desde qué edad había empezado a dejarse someter por las decisiones de otras personas, no sabía desde cuando había comenzado a llegar a todas esas metas para alguien más y no a las suyas propias.

HYDRA, KGB, SHIELD, no eran realmente más que instituciones en donde mandaban a alguien más a hacer el trabajo sucio. ¿La diderencia? Lo bueno y la malo. Dos conceptos tan subjetivos y compatibles como la luz y la propia oscuridad de una persona.

Su cabeza no dejaba de pensar y de hacerse preguntas que ella misma no podía responder. No dejaba de darle vueltas al mismo asunto y al mismo tema que por tantos años la persiguió hasta en sus pesadillas.

Dejó de asesinar para los malos y empezó a asesinar para los buenos. Pero al final del día, siempre era la misma coacción.

Indudablemente a veces la balanza de la validez también era corrupta, dudosa como sutil, pero también escalofriante como tierna.

Era tan poca la diferencia y tan poco el grado de acercamiento de ser bueno y de ser malo, que a veces pisabas el otro lado sin tú mismo entender que estabas haciendo mal.

Y eso era justo lo que Steve hacía con ella a veces.

Se metía tan a fondo y se arrastraba por sus pensamientos, por sus sentimientos y por sus acciones para poder persuadirla bajo una coacción no tan pro-activa, pero al final, bajo una coacción.

Estaba harta de ser la gobernada en su propia cabeza y en su propia vida.

Ahora ella iba a ser la gobernante.

Esta vez no habría ni buenos ni malos, ni un punto medio para el cual tirar sus fichas. Por primera vez simplemente jugaría para ella misma y apostaría todo lo que tuviera para su propia suerte.

El tiempo nunca había sido algo que jugara a su favor y trataría de cambiar eso o al menos obtener un poco más para terminar sus planes, porque estaba claro que sus planes no iban a ser nada fáciles.

Corrió hacia su sótano y bajo con sumo cuidado las escaleras, prendió el primer foco que vio y tomó la caja que estaba exactamente debajo de un estante de madera. Sacó el primer paquete que tenía encima y simplemente tuvo que contener por un momento la respiración.

Toda su vida había escapado, había huído y ciertamente se había escondido un par de veces. La cuenta que llevaba de todas las personalidades que había adoptado para poder sobrevivir, la perdió.

Y por un momento y justo en ese momento, fueron un par de lágrimas traicioneras las que bajaron por sus mejillas y fue ahí donde se dió cuenta que una vez más se tenía que despedir de todo aquello a lo que se había acostumbrado y de todo aquello que amaba.

-Natasha, me voy.

Aquel grito del rubio le había sacado de sus pensamientos y con su propia blusa termina por secarse las pocas lágrimas que habían salido de sus ojos.

Subió rápidamente por las escaleras y lo miró cruzar la puerta de la entrada.

-Hasta luego.

-Nos vemos mañana.

Cerró la puerta detrás de ella y sus ojos comenzaron a cristalizarse nuevamente.

La mayor parte del tiempo un hasta luego era más difícil y doloroso que un adiós. Porque el adiós era para siempre, pero el hasta luego era un momento de dolor a donde volvías al final del día.

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-Debemos irnos. -Natasha entró al cuarto de Yelena tomando las cosas en una maleta.

-No lo haremos, ¿verdad?.

-Haré todo lo que esté a mi alcance para protegerte a ti y a mi bebé.

-Natasha...

-¡Dije vámonos!.



Ya sé que llevo mucho tiempo sin actualizar y no tengo excusa, pero en serio he tenido mil cosas que hacer y casi no he estado en mi casa y lamento no haber actualizado en mucho tiempo, pero espero que eso ya no sea así.

Alma PuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora