Capítulo 11

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Había empezado a tranquilizarse un poco, Gamora había sido de alguna manera un colador en sus problemas. Se sentía libre, menos pesada, ya no tenía que cargar con eso que siempre la estaba atormentando.

Gamora solía ser a veces una niña en alma y corazón y Natasha lo había visto desde que estaban ahí, tenía momentos en donde se divertía con lo poco que había en la gema, en ese lugar y eso de alguna manera se plasmaba en la rusa, era una ella.

Natasha sentía paz, calma, tranquilidad, sentía su respiración ir lento y sus ojos cerrarse poco a poco. Se encontraba en los brazos de la alienígena recostada en sus piernas mientras ella le acariciaba el cabello poco a poco tranquilizándola así.

Cerró los ojos y sintió descansar unos minutos, pero sólo fueron un par.

Sintió una punzada y se despertó alejándose un poco de Gamora y asustándola.

-¿Qué pasa?. -Le preguntó.

-Siento que me quieren despertar.

-¿Qué? ¿Quién? No hay nadie en Vormir. -La miró -¿Quién querría despertarte? El tipo de cráneo rojo no lo creo.

-No lo sé... -Susurró -Tal vez quiere algo.

-Estás desvaneciéndote.

Natasha bajó su vista hacia ella y sí, estaba yéndose, la estaban despertando.

-Te avisaré cualquier cosa.

-Te quiero, Natasha.

Fue lo último que dijo y lo último que Natasha escuchó antes de sentirse dentro de su cuerpo, nuevamente.

Despertó sintiendo un peso extraño en ella, uno que no sentía hacía siglos, ¿por qué? Porque nadie la despertaba.

-Natasha.

Escuchó y se inmovilizó. Conocía esa voz, conocía ese acento. Sonrió y sus ojos se llenaron de lágrimas. Volteó poco a poco, muy despacio, no sabiendo si lo que estaba por ver era real.

Sintió una mano en su brazo y una punzada eléctrica le recorrió todo el cuerpo de pies a cabeza. Apretó sus párpados con fuerza y volteó escuchando una risa como nostálgica.

-Vamos, Nat, abre los ojos.

Obedeció. Sus ojos vieron los de él, viuda y arquero estaban de nuevo frente a frente.

-Clint...

No aguantó más. Las lágrimas comenzaron a salir de sus ojos haciendo un camino de ellas. Negó llorando, no sabía si estaba soñando o era en verdad que estaba ahí. Clint la abrazó atrayéndola a él.

-Estoy aquí, de verdad estoy aquí.

Clint la conocía muy bien, sabía lo que pensaba y lo que pasaba por su cabeza. La abrazó aún más fuerte y Natasha escondió su rostro en su cuello soltando un chillido.

Lo había extrañado, había extrañado su abrazos, la forma en cómo la miraba, la forma en cómo sabía exactamente lo que pensaba, en cómo sabía calmarla con sólo una frase o con sólo un apretón de manos. Clint era el amor de su vida en la totalidad de ella y no hablaba en un sentido de pareja sexual o amorosa, sino como lo que eran, hermanos, mejores amigos.

-Te ex-extrañé. -Susurró entrecortadamente -Me hiciste tanta falta.

El arquero había sido lo último que había visto antes de quedarse en ese lugar y fue lo primero que volvió a ver ahora.

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Se habían sentado a la par los dos con las manos entrelazadas en un silencio cómodo de tranquilidad y felicidad, lleno de nostalgia y recuerdos.

-¿Cómo me encontraste?. -Natasha soltó de la nada.

-No fue tan difícil... pero te explicaremos todo llegando a allá.

-¿Allá? ¿Dónde?. -Preguntó viéndolo.

-Llegando a casa, a la real. -Le sonrió -Estamos aquí por ti, te llevaremos de regreso.

-¿Estamos? No viniste solo, ¿no?. -Se levantó.

-No, no lo hice.

-No me digas que...

No terminó su frase porque sintió como alguien la volteó y la abrazó cargándola dándole vueltas en el aire.

Natasha soltó una pequeña risa enredando sus piernas en la cintura del rubio que la tenía cargando.

-¿Me extrañaste, Rogers?. -Susurró.

Steve la bajó quedando cara a cara ambos, azul contra verde, rusia contra américa, rubio contra pelirroja.

-Te extrañé más que a nada.

Natasha sintió cristalizados sus ojos y acto seguido ella abrazó a Steve por el cuello soltando las lágrimas que tenía atoradas desde hace mucho.

-Te extrañé mucho, Steve...

-Shhh, aquí estoy, siempre.

Steve juntó sus frentes con los ojos cerrados un momento. Segundos después los abrió y se acercó a sus labios depositando un beso en ellos.

Quédate con quien te mire como te mira tu abuela cuando estás comiendo. Como mira un niño pequeño sus dibujos animados preferidos y la revista de los juguetes. Como miras tú el chocolate el día que empiezas la dieta o esa primera copa de un viernes. Y esa caña congelada un día cualquiera. Quédate con quien te mire como tú miras el café un lunes. O como miras esa pizza a las 6 de la mañana al llegar de fiesta. Con quien te mire como mira una madre a su hijo por primera vez.
Quédate con quien te mire como mira a su equipo favorito cuando levanta la copa. Y con quien te mire como mira a su cama después de un día agotador. Con quien te mire como mira al arco iris después de una terrible tormenta.
Quédate, sobre todo, con quien te siga mirando hasta cuando cierras los ojos.

Para mi Andy piciosa. 💜

Alma PuraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora