Capítulo 31

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Inestable se encontraba el cielo rugiendo por todos lados, amenazando con sus truenos y apuntando con sus rayos, así mismo como si fuera el mar en un tsunami de desesperación infinita para poder escupir aquello que le asfixia. 

Sabiendo que el dolor ya lo había bebido de la misma jarra en donde lo habían vertido, el rubio tenía como característica esa perseverancia que lo había mantenido de pie ese par de años sin entrada y sin salida, sin caminos y con piedras, con caídas y avalanchas y de todas ellas había salido victorioso, recogiendo cada pequeña huella o pista que se dejaba en el camino. 

-Ya casi llegamos Cap. -La voz del castaño millonario lo había sacado de sus pensamientos y es que realmente le debía demasiado al mismo. Estaba consiente de que sin él, no habría podido llegar a donde estaba ahora.

-Hey. -Clint lo sacó de sus pensamientos -Cuando estemos ahí, cuando la veas, los veas, no trates de culparla por esto, deja que hable. Tuvo sus razones.

-Tú sabías donde estaba, ¿por qué no decirlo antes? Esos secretitos que sueles tener con Romanoff, dañan a todo el equipo. 

Una vez Bruce había dicho que ellos eran una bomba de tiempo, suponía que no lo decía por cómo era cada uno de ellos, sino por el hecho de cómo actuarían si tocaban a sus personas, a su familia. Justo en ese momento, Barton era un explosivo ruso americano -imposible- que no tardaría en explotar y arrasar con todo a su paso si seguían atacando a la que era como su hermana.

-Está claro que de todos aquí, eres menos indicado para juzgar a alguien, ¿no lo crees Stark?. 

-De hecho me creo muy calificado de juzgarla cuando se largó sin decirle a nadie nada, cuando se fue como humo y cuando se llevó al hijo del Cap sin decirle. 

-Estás colmando mi paciencia, Tony. 

-Y creo que tú y Romanoff colman la de todos aquí. 

-¿Pueden callarse y dejar dormir?.

Aquella voz tan dulce y adormilada, los sacó de contexto por un momento, pues no había sido fuente de ninguno de los mayores presentes. Estaba claro que la voz provenía de la nave, pero no se veía a simple a vista a la dueña de la voz, sin embargo, el castaño menor de todos ellos había reconocido de quién era la voz y quién era la dueña de ese acento chillón.

Les hizo una señal a todos con su brazo, y se acercó a ese lugar que le había enseñado a Morgan para esconderse como él lo hacía en tiempo atrás. 

-¡Hey!. -Quitó las cortinas del contenedor y asustó a la menor.

-Peter, arruinaste mi escondite. -Lo dijo con un pequeño berrinche. 

-Y tú arruinaste tus vacaciones, señorita. -La miró molesto -¿Qué haces aquí, Morgan?. 

-No lo sé. -Jugueteó con sus manos.

-No mientas.

-Quiero ver a la tía Nat. Escuché que irían por ella y me escondí.

-También te gusta esconderte. -Se acercó a ella para sacarla de arriba -Así como tu padre. 

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Cantando, la vida se alegra, cantando, el alma se revela, cantando, el cuerpo se aligera y es que la música siempre la había llevado a un límite de perfección para ser uno con el aura y el mismo ambiente que el mundo hacia rodearla. 

Sonriendo sabía que se quitaba las penas que entre escombros escondía, sabía que la paz era momentánea, que no era para siempre, pero que si podían hacerla eterna al menos por un segundo y es que la misma pelirroja ya había probado las tentaciones del amor y la tranquilidad solo con ver aquel par de ojos tan azules como las aguas del pacífico golpeando con una pequeña montaña rocosa que se aparecía en su camino para detener la marea y poder observarla. 

-Están por llegar. 

Yelena había destruído ese momento mágico con esa frase, y es que ella sabía que tarde o temprano tendría que afrontar las cosas que había hecho mal. Y sí, sabía muy dentro de ella, que aquello le costaría tal vez la poca confianza que ya tenía con su equipo, pero también esperaba ser entendida y no juzgada. 

-¿Puedes llevárselo a mamá?. -Pidió mirando a su hermana, ella asintió y tomo al pequeño James en sus brazos. 

Se quedó sola unos minutos y se levantó del suelo mirando aquel paisaje lleno de árboles y respirando hondo ese pequeño aire de naturaleza pura que se podía oler gracias a la falta de construcciones como en la ciudad. 

-¡Natalia!.

La voz de su padre la sacó de sus ideas y entró nuevamente a la casa para salir por la puerta delantera. Aquellas luces parpadeantes que llegaban a su celular, eran la misma señal de que algo estaba entrando al espacio geográfico de la propiedad. 

-¿Estás segura de esto?. -La rusa mayor preguntó a la pelirroja.

-Así es. Bueno, eso creo. No, la verdad no sé. Pero esto no se trata de si estoy segura, sino de que necesitamos ayuda. 

-Podemos destruir la KGB nosotros solos, tú dilo y los mando a casa de nuevo. -Respondió el ex capitán.

-Y de todos modos ya sabrían dónde estamos. -Yelena rodó los ojos. 

-Pero podemos desh...

-No. No podemos. -La ojiverde los miró -Y Taskmaster está en esto, no podemos simplemente atacar y ya, necesitamos algo más.

El silencio inundó todo el lugar y el aire de la misma nave movió sus cabellos en forma direccional hacia sus rostros. El ambiente estaba demasiado tenso y los problemas apenas empezaban.

Estaba claro que la luz del sol y la luna no era algo que en combinación funcionaran igual, era por eso que los eclipses no solían ser muy comunes.



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