Capítulo 26

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Un peluche de oso tenía en las manos.

Un baúl de recuerdos volaba en su mente.

Y una sonrisa traviesa adornaba su rostro.

Llevaba casi siete meses de embarazo y quería creer que todo iba a la perfección a su alrededor. Pero sabía que no todo siempre era color de rosa, y es que ese color siempre estaba distorsionado por cualquier situación.

-Iré al jardín. -Le mencionó a Steve quien se encontraba armando la cuna y otros cuantos muebles de la habitación del próximo Rogers.

-¿Estás bien?. -Dejó a un lado el instructivo y la miró a los ojos sabiendo que algo le molestaba, pero tampoco quería ser tan invasivo.

-Estoy bien, creéme que lo estoy. -Le dijo divertida señalando las partes -No soy la que tiene que arreglar todo ese desastre.

-Muy graciosa. -Rodó los ojos para al final soltar una risa.

Le dió una última sonrisa y lo dejó solo en la habitación para después bajar las escaleras del segundo piso y llegar a esa pequeña oficina que tenía en el primer piso.

Cerró la puerta corrediza y volvió a mirar aquel peluche entre sus manos. Algo roto y desgastado, descolorido y antiguo.

Tanteó el suelo con su pie y una viga tronó levantándose un poco. Se agachó, la quitó y de ella extrajó una pequeña caja que Clint había rescatado de su vieja habitación en la explosión del Complejo.

Y es que esa caja le traía varios recuerdos de su pasado, varios escenarios y varios sentimientos encomtrados.

Cartas.

Hojas.

Dije.

Su dije.

Lo tomó en sus dedos y lo guardó en su bolsillo trasero. Dejó todo como estaba nuevamente y se dirigió al patio trasero.

Se sentó en una banca colgante y se dispuso a ver el cielo en su atardecer y en su mayor esplendor.

A veces se culpaba por ella.

A veces sentía que estaba cerca.

A veces la extrañaba a diario.

A veces creía que debió volver a salvarla.

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Las calles solitarias y sin ápice de ruido, los autos abandonados y las casas en ruinas, los árboles susurrando y el viento llevando, el cielo rugiendo y las nubes encondiendo.

Sus piernas flaqueaban, el cuerpo sudaba, sus ojos lloraban y su alma se presentaba al entorno que la rodeaba.

Su cabello volaba en compás del viento, brillaba enmarañado con la luz del cielo, su respiración era jadeante y sus pulmones colapsantes.

Necesitaba descansar.

Sacó aquél aparato y vió que no le faltaba tanto. Debía resistir y llegar a su destino antes de que ellos terminaran decidiéndolo.

Estaba muy lejos de casa, estaba muy lejos de sus raíces. Había escapado en la primera oportunidad en esos años y la estaban siguiendo como recompensa a la desobedencia.

Malditos regímenes que iban y venían. Odiaba su vida.

Se escondió en un automóvil. Necesitaba respirar, necesitaba descansar o caería dándoles ventaja.

Su estómago dolía y su garganta ardía. Su costado sangraba y sus huesos dolían.

El aire traspasaba sus pulmones y sentía cuchillas en ellos que el mismo oxígeno enterraba.

Sabía que debía llegar lo antes posible y contarle muchas cosas, pero sobre todo debía contarle que sabían de su regreso a la vida y de muchas cosas más.

Tomó la última bocanada de aire y siguió su camino. No quería plañir ese día, tampoco otro en lo que seguía.

Le faltaban unas cuantas horas para llegar a su destino y su plan e idea era esa, llegar antes de desangrarse, o peor, que la capturaran.

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El atardecer había desaparecido como pez en el mar jalado por la corriente. Se había quedado dormida en el jardín y no había sentido el momento exacto de aquel acto.

Se sentía de alguna manera preocupada, se sentía de cierta forma pesada y sus latidos en el corazón palpitaban cada vez más rápido.

Podría ser un pre-infarto o sólo un ataque de ansiedad. Y es que esas cosas las odiaba.

-¿Estás bien?. -Steve le preguntó recargado en la puerta -Pensé que habías salido porque tardaste mucho en entrar.

-Sí, lo siento. Me quedé dormida. -Le respondió tranquilamente mientras se levantaba.

-¿Qué tienes?. -No la dejó pasar.

-Nada, sólo una pequeña angustia.

-¿El bebé está bien?.

-Sí, no es sobre el bebé, es un presentimiento.

-Sabes que puedes contar conmigo, ¿no?.

Y Natasha lo sabía, sabía que en todo ese tiempo había podido contar con la ayuda de Steve y así no pasar un embarazo sola. Sabía que todo ese tiempo había sido de gran ayuda para la relación que llevaban al menos como amigos.

Pero al verlo a los ojos sabía que él no se refería exactamente a contar como amigos. No del todo.

Y es que era tan difícil todavía para ella tener que procesar toda la información que llevaba cargando en la cabeza, tener que bajar la mirada y subir una sonrisa para fingir las grietas que llevaba.

Sabía que no debía de culpar a todas las rosas solamente porque una le había pinchado el dedo.

-Eres mi amigo Steve, sé que puedo contar contigo y eres el padre de mi bebé y sé que me has apoyado en todo el asunto respecto a ello.

No quería meter otra conversación que pudiera perjudicar a los dos emocionalmente. No quería y no podía hablar de sentimientos recíprocos en ese momento.

Sabía que en todo ese tiempo Steve había hecho su esfuerzo, pero ella ya había cerrado esa puerta y escondido la llave en una caja de cristal impenetable.

El amor era muchas cosas, era paz y armonía, risas y travesuras, lágrimas y sonrisas, finales y comienzos, y lo más importante, era luz en la oscuridad.

El amor no se trataba de dar lo mismo que la otra persona, el amor se trataba de poder ser aquello que complementaba al otro.

Se trataba de dar el ochenta por ciento cuando la otra persona sólo podía dar el veinte. El amor se trataba de estar con alguien que no se conformara con lo que eres, sino de animar y ser ese salto de fe para poder seguir siendo mejores.

Y ese amor entre ellos estaba en pausa o en un término inconcluso sin ejecución absolutoria por parte alguna porque ambos sabían que la culpa no era de uno, sino de ambos.

El amor solía ser aquello que los elevaba al cielo, pero también aquello que los tiraba al infierno.

-¿Escuchaste eso?. -Steve la miró y volteó detrás de él -Quédate aquí y no salgas de la cocina.

-No, iré contigo. -Sacó un arma de detrás de un mueble -No me veas así, soy precavida.

Ambos caminaron tranquilos a la entrada de la casa y miraron la puerta abierta con una chica en el suelo y un pequeño charco de sangre.

-Yelena.

Lamento no haber actualizado por casi un mes, but, aquí está el capítulo.

Igual va dedicado a una nena bien preciosa en la vida. Eclipsa1214

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