Capítulo 9

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Kai cocinaba. Le encantaba hacerlo, se había obsesionado con hacerlo desde que Reita había dicho que no le gustaba su comida. Todos los días se esmeraba por hacer algo diferente y rico, para que su novio se tragara las palabras que había dicho aquella vez, lo cual, de hecho ya había ocurrido.

Sintió unos brazos rodearle por la cintura, sonrió de inmediato, sin voltear. Reita le plantó un beso en la mejilla.

—Déjame cortar los vegetales —dijo Kai al sentir los labios del bajista en su oreja. El otro sonrió sin decir nada y continuó su labor con el lóbulo del baterista—. Rei... —enunció con trabajo, le mataba que su novio hiciera eso. Sin decir nada aun, se pegó contra el cuerpo de Kai solo para que el otro sintiera la erección que ya despertaba—. Tengo que hacer el desayuno y somos diez —trataba de distraerse de la embestidas simuladas que le daba Reita.

—Que lo haga alguien más —dijo por fin el rubio, haciendo que Kai se girara hacia él y besándolo con ahínco. Se había levantado con ganas y no importaba si necesitaba saciarlas a media cocina. Apretó con fuerza el trasero del baterista, arrebatándole un ligero gemido. Estaba a punto de subirlo a la mesa del comedor cuando Kai gimió.

—Mmm, Miya...

Reita paró en seco, separándose de manera brusca. Tenia que estar loco, había escuchado mal, nunca en los tres años que llevaban juntos había pasado algo semejante, ¿por qué ahorita?

Kai se dio cuenta de inmediato lo que había dicho, sentía perfectamente como los colores se le iban de la cara. No sabía que decir, el tiempo se congeló, rápidamente el ambiente se tensó. Cualquier cosa que dijera podría arreglar o arruinar las cosas de maneras inimaginables. Ninguno se atrevía a decir algo.

Al final, el rubio suspiró. 

—Ni siquiera sé si enojarme, ¿cuánto tiempo llevamos juntos? Y aun así parece como que no importara, tu sigues pensando en él, es obvio que yo nunca seré suficiente para ti ¿verdad? —salió por la puerta hacia el patio y hecho a correr a la nada.

El baterista hizo el amago de seguirlo, pero una voz detrás se lo impidió.

—Ni te molestes, necesita estar solo —advirtió Uruha con una voz mas seria de lo normal. Se sentó en una de las sillas del comedor, recargando los codos sobre la mesa.

Kai suspiró y regresó a cocinar. 

—¿Cuánto escuchaste? —preguntó nervioso sin mirar al guitarrista.

—Lo suficiente —se limitó a decir el castaño—. ¿Cuándo vas a entender que necesitas ir a un maldito psicólogo? —lo dijo con rabia. Desde que Miyavi había muerto, Uruha le recomendaba a Kai que fuera al psicólogo, pero él siempre se negó. Ahí estaban las consecuencias.

Se escuchó el golpe de un vaso caer. 

—Carajo —maldijo Kai agachándose a recogerlo—, no necesito un psicólogo, fue un error, nada mas. Yo ya superé su muerte —lo dijo pero no sonó convincente para su amigo—. Reita me ayudó con eso —torció la boca al recordar lo de apenas hace un momento.

—No —cortó de golpe el castaño—. Te enamoraste de Reita, que es bien distinto a superar una muerte. Se nota a leguas que sigues pensando en Miyavi, y lo que acaba de pasar solo lo confirma —no quería hacer un drama ni regañar a Kai, era solo que Reita era su mejor amigo y odiaba verlo herido, llorando cada vez que peleaba con Kai por culpa de una persona que ya ni siquiera existía en ese mundo.

Kai negó con la cabeza. 

—Yo amo a Reita, te lo juro. Pero no me puedes pedir que no piense en él, yo lo amaba. No es como si hubiera cortado con él y no lo superara, lo amaba cuando lo mataron. No nada mas eso, fue mi culpa —sintió como si la garganta se le cerrara.

Orgullo, miedo y negación [the GazettE fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora