Epílogo

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Entró al departamento, estaba exhausto, había tenido grabación durante todo el día, pues algunos de los acordes no salían como él había previsto, tuvo que modificar algunas notas, sin mencionar que debían sonar en armonía con la canción. Terminó harto, cansado y con ansias de dormir tres días. Suspiró al cerrar la puerta detrás de él, con la intención de ir a su cama a recostarse dio tres pasos, cuando un bulto chocó contra sus piernas.

Bajó la mirada sorprendido, sonrió sin problema y se agachó a cargar el bulto. 

—¿Se puede saber qué haces? —le preguntó dándole un beso en la mejilla.

—Yasuhiro Shiroyama, ¡ven acá! —se escuchó la voz de Aoi desde el pasillo.

El mencionado se escondió en su cuello abrazándolo fuertemente. 

—Papá es malo —dijo con aquel tono infantil que solo un niño de cuatro años posee.

Uruha soltó una carcajada. 

—¿Por qué es malo? —preguntó encaminándose a la habitación con el niño en brazos. Aoi salió en su encuentro con cara de enojado y el castaño alzó una ceja—. ¿A ti, qué te pasa? —le dijo divertido.

—Llevo dos horas... —contestó calmado—, dos horas tratando que... —su tono comenzó a subir sin querer—, que TU hijo se meta a bañar —lo señaló, no estaba realmente enojado, pero sonaba desesperado.

—NO —fue la única respuesta que obtuvo de parte del pequeño que aun se escondía en el cuello de Uruha.

El pelinegro miró suplicante al otro guitarrista, quien solo atinó a rodar los ojos. 

—¿Por qué no quieres bañarte? —preguntó suavemente.

—Esperaba a mamá —se abrazó mas al castaño.

Aoi sonrió con suficiencia, mientras Uruha fruncía el ceño ¿Cómo decirle a un niño de cuatro años, yo también soy hombre no me digas mamá? Además que desde que había comenzado a hablar, Aoi se había empeñado en que el niño lo llamara de esa forma y antes de darse cuenta, ya llevaba la batalla perdida.

—Le dije que debía estar limpio para cuando llegaras pero no quiso —suspiró el pelinegro—, incluso le ofrecí su pato de hule, ya sabes para que no te extrañara —sonrió de nuevo.

—Mamá no es un pato —dijo el niño haciendo un puchero y sacando un poco los labios, acción que había copiado de Uruha inconscientemente que aunque no tenían la misma forma de los labios, nadie podría decir que ese niño no era hijo biológico del castaño, dado que imitaba sus mismos gestos y ademanes.

Aoi rió. 

—Tengo un par de patos en esta casa —negó con la cabeza.

—¿Ves como es malo? —dijo el niño casi haciendo berrinche.

Uruha sonrió de lado. 

—No le hagas caso, ya sabes que tu padre está mal de su cabeza —se encaminó hacia el baño—. Mejor vamos a que te bañes, que ya deberías estar dormido —el cansancio se le olvido de repente, aunque sabía que caería rendido en cuanto tocara la cama—. Camina Aoi, no lo voy a bañar yo solo —advirtió entrando al baño.

El pelinegro avanzó cansinamente, debía estar poco menos igual de cansado que el castaño. Le había tocado cuidar a Yasuhiro todo el día, una labor para nada fácil, el niño no se cansaba nunca, tenía la atención dispersa y tocaba todo. Casi le da un infarto cuando se acercó a sus guitarras dispuesto a imitar el trabajo de sus padres. Afortunadamente logró distraerlo con dulces.

Orgullo, miedo y negación [the GazettE fanfic]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora