Prologo

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Sábado, 5 de julio del año 2019.

Camino de aquí para allá a un lado de la habitación, estoy nerviosa y no consigo tranquilizarme. Siento que me falta el aire aún cuando los enormes ventanales de la recámara están abiertos y el viento se cuela en la estancia, sin embargo no es suficiente, quiero salir y caminar un poco aunque sea por el jardín.

Miro a mi madre, sentada en una silla frente al tocador, asegurándose de que su cabello esté bien sujeto y de que su maquillaje siga impecable. Reprimo las ganas de resoplar y decirle que deje de mirarse, no comprendo porqué se preocupa si está estupenda, el vestido morado que lleva puesto le queda fenomenal y la hace ver unos años más joven. Ella me ve mirándola y me dedica una sonrisa.

– Todo va a salir bien, no te preocupes.

Intento creer en sus palabras y tranquilizarme, pero me resulta imposible, llevo mucho tiempo soñando con este momento y quiero que sea perfecto. Me contemplo en el espejo y vuelvo a quedar encantada con el vestido blanco que llevo puesto, está hermoso y me complace como se ven mis curvas con la tela adherida a mi cuerpo, es gratificante saber que el año de gimnasio se ven reflejados en el día más importante de mi vida.

– Estoy nerviosa, mamá, no puedo evitarlo, es mi boda.

Mi madre se pone de pie y se acerca a mi con andares elegantes, me toma de la mano y me lleva a la cama para que tome asiento, y aunque no creo que eso ayude en lo absoluto, lo hago y ella se sienta junto a mi.

– Estás hermosa, la decoración es magnífica y la comida exquisita, todo va a ir bien.

Asiento a sus palabras y bajo la mirada hacia el anillo que adorna mi dedo anular, es totalmente precioso y maravilloso. Siento como miles de mariposas vuelan en mi estómago al pensar en mi futuro esposo; es que Camilo lo es todo en mi vida, no veo la hora de que seamos marido y mujer. Con él no hay límites, por eso no dudé en aceptar su propuesta de matrimonio, porque mi vida quiero pasarla junto a él, formar un hogar, una hermosa familia.

Pensar en mi futuro esposo me ayuda a dejar de lado los nervios, ahora solo quiero que el reloj se apresure y que llegue el momento en que Camilo y yo coincidamos en el altar. Quiero estar frente a él y verme reflejada en sus oscuros ojos, ver como el traje blanco lo hará lucir mucho más hermoso y galán. Sonrío al imaginarlo con su traje y las ganas de que el tiempo avance se intensifican.

– ¿Ya estás más tranquila?

Sonrío a mi madre y me pongo de pie, me acerco a los enormes ventanales y observo el jardín. Menos mal que las flores y árboles refrescan la casa, de lo contrario el verano estaría acabando conmigo, aunque claro, he de reconocer que este año hace menos calor que el verano anterior.

– Sí. Ahora solo quiero que llegue el momento.

Mi madre sonríe y se pone de pie.

– Iré a constatar de que todo marche como debe ser, cariño, ahora vuelvo.

Asiento y la veo cruzar la puerta para luego cerrarla detrás de ella. Suspiro, si no fuera por su insistencia en que he de estar aquí encerrada hasta que la ceremonia de inicio, ya habría abandonado hace tiempo la habitación. Tomo mi celular en busca de algún mensaje por parte de Camilo pero no encuentro ninguno, me debato entre escribirle o no, pero pienso que tal vez ha de estar ocupado y lo dejo.

La puerta de mi habitación se abre y sonrío al ver lo apuesto que va mi hermano. El traje negro que lleva le sienta de maravilla. Él sonríe y se adentra en la recámara, me mira de arriba a abajo y su sonrisa se ensancha.

– Jamás pensé que pudiera decir esto, pero estás preciosa.

Me aparto de los ventanales y me acerco a él con cuidado de no tropezar y caer, no me resulta muy apetecible la idea de estar en mi boda con una pierna rota.

Por Siempre Será Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora