Capitulo 23

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Miércoles, 6 de julio del 2014.

Mis padres se marchan a alguna parte que no me dijeron, y ya que Valeria inició las clases me quedo sola en casa. La verdad lo prefiero así, desde que llegué no he estado de muchos ánimos y mi madre no deja de intentar hurgar dentro de mi mente con sus miradas, mi padre al contrario, prefiere consentirme y Valeria es una chica con mucha energía, locuaz y lamentablemente por mi bajos ánimos no puedo ponerme a su altura. Aún así lo intento, intento sonreír a mi madre para que no se preocupe, intento ser cariñosa con mi padre y ser efusiva con Valeria. Por mí. Por ellos. Pero sobre todo por mí.

Cuando estaba en casa de Esmeralda mis desayunos eran cereales, beicon con tostada y fruta, ahora, de regreso en casa y con un mejor apetito, lo único que soy capaz digerir completamente son los sándwich y jugo de naranja, mi padre cree que de verdad he agarrado un virus, mi madre intuye que hay algo más, Valeria ya no se cree tanto que exageran, pero no dice nada. Yo creo que solo es una etapa que pronto cesara, es como si estuviese llena de tristeza y por eso no fuera capaz de comer nada más.

Escucho abrir la puerta de la casa, un anuncio de que mis padres han regresado. Tomo un plato y pongo encima el par de sándwiches.

– ¿Dónde estaban? –––pregunto mientras me sirvo un vaso de jugo–––

No hay ninguna respuesta por parte de mis padres, lo cual es raro, especialmente porque no han dicho nada desde que entraron.

– ¿Mamá?

Me doy la vuelta para ir a ver porque mis padres no contestan cuando me encuentro con la presencia de un chico justo en frente de mi, grito asustada y de forma inconsciente lanzo el vaso de jugo en su dirección.

– Mierda, Nat, se te está volviendo una costumbre.

La voz me saca del trance y sorprendida observo a Gustavo, quien se desprende de la camisa roja que lleva puesta y se seca el rostro bañado en jugo de naranja. ¿Qué hace él aquí? ¿Por qué no me avisó que regresaba hoy? Incrédula lo observo y pregunto:

– ¿Tavo?

Mi hermano me lanza una mirada enojada y dice sarcástico:

– No, Francisco.

Le lanzo un puñetazo y lo miro de mala gana por aquello, luego sonrío y me lanzo encima de él, rodeando su cadera con mis piernas y su cuello con mis brazos. Tavo me abraza con fuerza durante unos segundos y luego me pone de pie en el piso nuevamente.

– Mira como me has dejado.

– Lo siento, me has asustado. Ten, te regalo uno de mis sándwiches.

Mi hermano acepta la tregua y me recibe el sándwich. Limpio el desastre que he hecho y sirvo dos vasos más de zumo de naranja, suerte que he preparado bastante. Voy hacia el comedor y me siento junto a él.

– ¿Por qué no me avisaste que vendrías?

– Quería darte una sorpresa.

Le sonrío y digo:

– ¿A qué el sorprendido has sido tú?

Gustavo sonríe y me aprieta la nariz de forma cariñosa.

– He tenido mejores recibimientos.

Sonrío. Me alegra mucho de verle, le echaba muchísimo de menos, hacía más de un mes sin verlo, sin estar cerca de él y hasta ahora no me había dado cuenta de la falta tan inmensa que me hacía. Gustavo es mi polo a tierra, aunque peleemos, pase lo que pase eso nunca cambiará, nos amamos y eso si que es para siempre.

– Me alegra demasiado tenerte aquí.

Todos tenemos una persona con la que sentimos que podremos afrontar cualquier circunstancia si le tenemos en nuestra vidas, eso es Gustavo para mí, me siento segura, protegida a su lado, es mi puerto seguro, el lugar que me acoge cuando hay tempestad. Justo como en este momento.

Por Siempre Será Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora