Martes, 24 de junio del 2014
En cuanto llegamos a su piso Camilo me trae un vaso con agua, la bebo de un solo trago y le entrego el cristal. No soy capaz de mirarle a los ojos, siento que de hacerlo romperé en llanto y no quiero llorar, solo quiero que desaparezca esa sensación de fragilidad y asco que tengo encima.
– Necesito una ducha. –––digo sin mirarle–––
– Espera.
Camilo se aleja y regresa un par de minutos después con una toalla y una camisa; la camisa la reconozco al instante, es la que apostamos el día que nos dimos nuestro primer beso.
– En el fondo a la izquierda. –––explica–––
– Gracias. –––digo y tomo las cosas que me tiende–––
Sigo sus instrucciones y entro al cuarto de baño, un espacioso lugar que en otro momento habría admirado, ahora no. Me desprendo de la camisa de Camilo y de la mía, la cual Lucas a echado a perder. Pensar en el despreciable chico me llena de rabia y asco, las lágrimas inundan mi rostro y en medio del llanto me desprendo de cada franela, hasta quedar completamente desnuda. Abro la llave y dejo que el agua fría caiga sobre mi cuerpo, mientras me restriego con fuerza para quitar todo rastro de Lucas sobre mi piel. El agua causa ardor en mis manos y mi labio, pero no presto atención al ardor y me aplico jabón sobre la piel.
No sé cuanto tiempo estoy en el baño, pero sé que pasan muchos minutos en los que una y otra vez me restregaba la piel con jabón. Hasta que la sensación de suciedad me abandonó. Seco mi cuerpo y me visto, una vez estoy lista salgo del baño. En cuanto llego a la terraza observo a Camilo de pie, él me mira y me rodea con sus brazos, yo paso mis brazos alrededor de su cintura y cierro los ojos.
– Te dije que no era prudente que anduvieras sola, ¿que hacías allí? –––el tono de su voz no es recriminatorio, sino más bien suave, protector–––
– Yo solo quería hablar contigo.
Camilo me sienta en el sofá y se pone en cuclillas frente a mi. Sus magnéticos ojos negros observan la herida en la comisura de mi labio y su mandíbula se tensa.
– Debí haberlo matado. –––dice con rabia–––
No digo nada. Hace frío, así que me encojo un poco en un intento por entrar en calor. Camilo se pone de pie sin decir nada y sale de la terraza, regresa minutos después con un trapo y una cobija. Se sienta a mi lado y apoyo mi cabeza en su pecho, nos tapamos con la cobija y entonces el apoya el trapo en las comisura de mi labio, hago una mueca de ardor cuando el frío del hielo hace contacto con la herida, pero no me quito, necesito desinflamar aquella parte de mi rostro o mañana habrán muchas preguntas por parte de Esmeralda.
– ¿Te duele mucho?
Levanto la vista para mirarlo a los ojos y Camilo me quita el hielo de la comisura del labio.
– Algo, sí. –––respondo sin abrir mucho la boca, ya que me incomoda hacerlo–––
Él sonríe con tanta levedad que parece solo una mueca. Acaricia mi rostro con el dorso de su mano y me da un beso en la coronilla.
– Juro que de volver a verlo lo voy a hacer trizas.
Nunca antes lo había oído hablar con tanto odio y asco y mucho menos había visto sus ojos arder con tanta furia. Es la primera vez que esos oscuros ojos lucen aterradores, pero aterradores que te asustas. Yo también siento rabia, pero la sensación de miedo es mucho más grande, todavía no me hago a la idea de lo que sucedió, jamás pensé vivir algo así, las ganas de llorar no se van y ese aplastante peso en mi pecho tampoco desaparece, jamás me había sentido tan pequeña e indefensa como me siento ahora, incluso aunque ya estoy segura. Todavía puedo sentir el peso de su cuerpo sobre el mío y juro puedo oler su aliento alcoholizado y asqueroso, todavía puedo sentir sus manos en mi cuerpo y es horrible no poder sacar de mi mente la idea de que estuve a nada de ser abusada. Simplemente no logro procesar la situación.
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Por Siempre Será Verano
RomanceUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...