Capitulo 25

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Lunes, 11 de julio del 2014.

Las clases finalizan y abandono el salón, me siento mareada, la última clase con la asignatura de contabilidad de costos me ha dado jaqueca, creo que me voy a poner enferma de verdad. Ha de ser el karma.

Mientras camino en busca de la salida de la U, reviso mi celular, tengo un nuevo mensaje de Sandra, en el que pone lo siguiente:

<<¿Aún estás en la U? Te espero en mi casa.>>

<<Voy saliendo, nos vemos dentro de media hora>> –––tecleo y envío el mensaje–––

Camino junto con el flujo de estudiantes que también han terminando sus clases y en contra de los que van llegando apenas. Había deseado que las clases iniciaran y con el primer día ya tengo migraña, al menos lo del entretenimiento ha surgido efecto y los pensamientos superfluos se han visto bloqueados.

Salgo del edificio y observo que sentado en un muro, se encuentra Francisco, dialogando con una ex compañera de clases, con Laura, aquella con la que me fué infiel. Los ojos de la chica se encuentran con los míos, yo la miro, la verdad se siente bien no sentir dentro de mi esa chispa de ira que me recorría el cuerpo siempre que la veía. Aparto la mirada y continuo con mi camino, necesito ingerir algo rápidamente o moriré por inanición.

– Ey, hola, estaba esperando que salieras de clases y no te vi hacerlo.

Observo a Francisco, quien ahora camina a mi lado.

– No me extraña, estabas entretenido hablando con Laura.

– Ahh... sí, me estaba...

Me doy cuenta de que mis palabras no fueron las adecuadas y que pudieron ser mal interpretadas, así que lo interrumpo antes de que me de alguna clase de explicación que no necesito y no me interesa escuchar.

– Está bien. No es necesario que me des una aclaración. Sinceramente no me importa que hables con la chica con la que me pusiste los cuernos.

Francisco parece incómodo, aquello me da gracia y me rio, mientras él me mira como si hubiese perdido la cordura.

– Solo intento quitarle hierro al asunto. –––explico–––

Él asiente y parece relajarse, al menos un poco.

– Bueno no sé si ha funcionado, pero lo que si has dejado claro es que ya has dejado lo nuestro atrás.

Caminamos juntos hasta llegar a la parada donde hay que esperar el autobús y tomamos asiento.

– De no haber sido así no habría considerado ser tu amiga.

El autobús se acerca y yo me pongo de pie y extiendo la mano para que se detenga.

– Debo marcharme, hablamos después. Adiós.

– Adiós.

Al llegar a la casa de Sandra saludo a su madre, a la señora Gloria, ya que el señor Bernardo se encuentra trabajando, está ella sola, al parecer preparando la cena.

– ¿Te quedas a cenar? –––me pregunta cuando estoy cruzando la cocina para llegar a la habitación de Sandra–––

– Si usted me invita claro que sí.

Ella sonríe y dice:

– Les avisaré cuando esté la cena lista.

Retomo mi camino, ahora me siento más viva, el saber que pronto comeré algo me ayuda, debí haber ingerido algo antes de salir de casa. Entro en la habitación de Sandra, donde mi amiga está sentada con la computadora portátil encima de sus piernas.

– Hola, San. –––saludo y dejo mi bolso sobre la silla del escritorio y me acuesto boca abajo en su cama–––

– ¿Qué tal las clases?

– Bien. Aunque creo que me va a explotar la cabeza, no me siento muy bien, creo que entre el calor, el hambre y el viaje en bus, van a acabar conmigo. ¿Qué tal te ha ido a tí?

– Creo que tengo analgésicos en alguna parte, ahora los busco y tomas algo. Mis clases estuvieron bien. –––responde aún con la vista en el ordenador–––

– ¿Qué estás viendo? –––pregunto–––

Sandra me mira y cierra rápidamente la laptop. Aquello me da curiosidad y la miro con suspicacia.

– ¿Qué pasa?

– Nada, yo solo... estaba revisando algunas noticias, lo necesito para un trabajo. –––explica–––

De no ser porque está hablando de prisa y porque luce tensa y demasiado misteriosa, le creería, pero está mintiendo y algo me está ocultando. Tomo asiento en la cama y hago un gesto de asentimiento, dando por hecho que creo en sus palabras.

– ¿Cierto que para ser el regreso han dejado muchos trabajos? Yo tengo que hacer un ensayo de cinco hojas acerca de un libro sobre financiación, y solo tengo dos semanas para ello. ¡Dios! –––miento––– Por cierto, ¿has hablado con Steve?

El nombre del rubio logra su cometido y Sandra deja de sostener el computador contra su pecho, lo deja sobre el colchón y dice:

– Intercambiamos algunos mensajes por whatsapp. La verdad...

Antes de que termine de dialogar tomo el computador con rapidez y me pongo de pie antes de que ella pueda quitármelo.

– Nat no lo abras, en serio no hay nada.

– ¿Entonces por qué no hacerlo?

Abro la computadora y observo los múltiples resultados de una búsqueda en Google, aquello me toma por sorpresa, había esperando encontrarme con algo más, quizás con algo que tuviera que ver con Steve y el hecho de que lo echa de menos más de lo que admite, pero no pensé hallar esto. Levanto la vista de la computadora y la miro desconcertada.

– ¿Qué es esto?

Sandra se pone de pie y dice:

– Solo estaba investigando.

– ¿Por qué te interesa saber algo acerca de Nube De Tinta?

– No es que me interese, solo tenía curiosidad.
No comprendo que curiosidad puede despertarle la editorial, ni tampoco el porqué investigarla, especialmente cuando le dije que quería echar por tierra todo aquello que tuviese que ver con Camilo. Me parece innecesario buscar acerca de su trabajo.

– Nat...

– Te dije que no quería saber más nada de Camilo, Sandra. ¿Qué ibas a hacer con esta información?

– ¿Qué? Nada, obvio no iba a hacer nada. Me dio curiosidad eso es todo, en algún momento mencionaste como se llamaba la editorial y solo puse el nombre en el buscador, Dios, estás exagerando, no es como que me haya puesto en contacto con él.

Me enoja ver lo poco que me entiende y me enoja que lo esté investigando a mis espaldas. Parece que ignorara lo mucho que me esta costando dejar todo lo ocurrido en las vacaciones de lado. El viaje a California solo dejó recuerdo desagradables; un intento de violación y una persona que no le importó traicionarme después de confesarnos mutuamente que nos queríamos. Al menos mi cariño era sincero.

– Nadie te pidió que hicieses eso. –––digo y lanzo la computadora a la cama––– Tengo que irme.

– ¿En serio vas a marcharte solo porque he buscado editorial Nube De Tinta en internet?

Niego con la cabeza.

– No, voy a marcharme porque te he pedido que me ayudes a hacer como que Camilo no existe y has hecho todo lo contrario.

Salgo de la habitación y al llegar a la cocina la señora Gloria pregunta:

– ¿No te ibas a quedar a cenar?

– Sí, lo siento, pero ha surgido algo y debo marcharme.

Sin decir nada más abandono la casa. ¿Nube De Tinta? ¿En serio Sandra estaba investigando acerca de la editorial? Puede que para ella ese hecho le parezca inofensivo, pero para mí no lo es, así como tampoco lo fue el haberme encontrado con la camisa y el sombrero mexicano. Cuando se trata de Camilo nada es inofensivo, ese el problema, y ella, debería saberlo.

Tomo el transporte público hasta la casa de mis padres, la cual está sola ya que todos están trabajando, aunque mi madre no debe tardar en llegar, Gustavo y mi padre llegan al menos una o un par de horas después. El dolor en mi cabeza se ha intensificado, al igual que mi jaqueca, así que busco en el botiquín que mi madre mantiene en el baño y extraigo una píldora, la cual trago con un vaso de jugo de fresa. Subo a mi habitación y me acuesto en la cama, como siempre cuando hay muchos pensamientos interponiéndose unos sobre otros, me quedo observando el techo blanco, como esperando que mi mente quede del mismo tono.

Pasan unos quince minutos en lo que estoy pensando en todo, especialmente en mi conversación con Sandra. Puede que haya exagerado con todo lo de la editorial y puede que en esta semana me haya equivocado, quizás haciendo como que nada pasó y que Camilo no existe, no es la solución, quizás solo tengo que ser sincera conmigo y aceptar que aún hay sentimientos hacia él, tal vez este sea el primer paso para de una vez por toda dejarlo todo atrás.

El aceptar que hay sentimiento no quiere decir que ahora he de revivir el verano en San Diego y buscar a Camilo en redes, en realidad no hay nada de mi estancia en California que quiera rememorar, ni nada de lo vivido con Camilo que haya sido sincero. Aún así, si algo ha conseguido aquella búsqueda de Sandra es que a también me entre curiosidad. ¿Debería sucumbir al deseo de poner el nombre de la editorial en el buscador? Solo por hoy, busco información hoy y doy por zanjado todo este tema.

Entro en google desde mi celular y en el buscador pongo: editorial Nube De Tinta, rápidamente aparecen una docena de respuestas.

Nube De Tinta y su nuevo emprendimiento ecológico al que se le han sumado miles de personas.

Todos los libros de la editorial Nube De Tinta.

Leo los resultados de las búsqueda, pero uno en especial llama mi atención.

A una semana del lanzamiento del esperado final de la trilogía Los Fantasmas De Naomi, la escritora Melanie Evans es entrevistada y habla en exclusiva acerca del cierre.

Estoy por entrar y ver más detalles de dicha entrevista, pero me detengo antes de hacerlo, no debería estar haciendo esto. Niego con la cabeza y abandono mi búsqueda. Esto no está bien. Me llevo la mano a la cabeza cuando una punzada de dolor me atraviesa y opto por acostarme, lo mejor será descansar un rato, mientras me siento mucho mejor, luego me pondré en contacto con Sandra y me disculparé por mi actitud.

Cierro los ojos e intento dormir, un par de horas desconectada de todo me vendría bien, pero no lo consigo, parece que mi mente no ha tenido suficiente dosis del chico de ojos negros que ahora piensa en él. ¡Dios. Cuan insensato es el corazón! Me pongo una almohada sobre la cabeza en un inútil y desesperado intento por cortar con el flujo de pensamientos y aunque no lo consigo, poco a poco me va entrando sueño.     

Cuando abro los ojos ya ha oscurecido  bastante, me restriego los ojos con el dorso de las manos y miro la hora en mi celular, son poco más de las seis de la tarde. Tomo asiento en la cama y durante unos largos segundos no hago más que mirar la pared como una completa estúpida. Me levanto de la cama y salgo de la habitación, afuera se escucha el sonido de la televisión, lo cual solo significa que mi madre ya ha llegado a casa y que ha traído cena con ella. Tal y como sospeché mi madre está sentada en el sofá viendo las noticias.

– Hola, mamá. –––saludo––– ¿Cómo te ha ido hoy?

– Hola, cielo. Bien, ¿qué tal tus clases? 

Tomo asiento en una de las silla del comedor y respondo:

– Bien, aunque me he estado sintiendo mal, tengo jaqueca.

Mi madre se pone de pie y se acerca a mí, como si fuese una niña pone su mano en mi frente para medir mi temperatura.

– No pareces tener fiebre. Empieza a preocuparme, hace una semana que llegaste de California y aún el virus no se ha ido, quizás lo mejor sea que vayas al médico.  

Escuchar la palabra médico no me gusta en lo absoluto, odio ir al hospital, odio las inyecciones y odio el olor aséptico.

– No creo que sea necesario. Tal vez estoy débil porque esta mañana solo he desayunado cereal y antes de irme a la U no probé bocado, además me he dejado el dinero y no he podido comprar algo para merendar.

Mi madre me echa una mirada de reproche y dice:

– No vas a mejorar si sigues comiendo como pajarito, Nat. Mírate, estás flacucha. Voy a servirte la cena, necesitas tomar fuerzas.

No me quejo, la verdad si me siento bastante débil, solo espero que con la cena sea suficiente para sentirme mucho mejor. Donde llegue a enfermarme de verdad mi madre me obligará a ir al hospital y eso es lo peor que puede sucederme, eso ya sería el karma en su máxima presentación. 

Mi madre va hacia la cocina y un par de minutos después regresa con mi cena, lo cual consiste en arroz, granos, pollo y papas a la francesa, además de un vaso lleno casi a rebosar de jugo de maracuyá.

– Acabalo todo. La última vez que te vi indispuesta a comer fue cuando rompiste con Francisco.

Su comentario me toma por sorpresa y me hace tensionar, estoy segura que de haber tenido algo en la boca me habría atragantado. Desconozco si ha sido un comentario a la zar, o si por el contrario lo dice porque sospecha o sabe algo de lo ocurrido en San Diego. ¿Pero como podría ella saberlo? ¿Sabe algo también Gustavo y por eso preguntó aquello el viernes? No, no, claro que no. Tengo que relajarme. Tomo un sorbo del jugo para bajar el repentino nudo en mi garganta.

– Lo comeré todo. –––prometo––– Aunque no todo, ya sabes que no me gustan las papas.

Me siento con la obligación de acabar con todo, creo que de no hacerlo mi madre relacionara mi poco apetito a lo que bien ella a hecho alusión hace apenas unos minutos. Me llevo una cucharada de arroz a la boca y luego un trozo de pollo, seguido de una cucharada de granos, así lo voy alternando una y otra vez hasta que acabo con todo.

Llevo el plato hacia la cocina y lo dejo en el lavavajillas.

– Ya he terminado. –––anuncio a mi madre––– 

Ella aparta la mirada del televisor y me mira.

–  Espero que la cena te haga sentir mejor.

– Sí, yo también. Por cierto, ¿has hablado con la tía Rosa? ¿Sabes hasta cuando estará Valeria allá?

– Hoy pude ponerme en contacto con ella, me dijo que Valeria regresa mañana, después del colegio, al parecer Pedro le habló para decirle que regresaba en la tarde del pueblo en el que está.

– Está bien. Me daré una ducha y me acostaré a ver si mañana amanezco mejor.

– Está bien, cariño.

Subo las escaleras con lentitud, aún siento mi cuerpo un poco débil y es mejor prevenir un accidente. Entro directamente en el baño y me desvisto, me paro bajo la ducha, totalmente desnuda y dejo que el agua caiga desde mi cabeza hasta el resto de mi cuerpo. Necesito que me ayude tanto con el malestar de mi cuerpo, como con el lio de pensamientos que me tiene los sentimientos totalmente descontrolados.

Abandono el cuarto de baño unos largos minutos después y justo en el momento en que voy entrando a mi habitación mi celular empieza a sonar. Lo tomo entre mis manos, ahora temblorosas, inquietas, y observo paralizada el nombre que brilla en la pantalla. ¿Es que le he llamado con el pensamiento? ¿Debería atender o no? Camino de un lado a otro de la habitación con el celular en la mano, hasta que la llamada cesa, sin embargo, antes de que mi corazón vuelva a latir de forma adecuada la pantalla vuelve a encenderse con el nombre de Camilo. Sin detenerme a considerar lo que debería hacer, presiono el icono verde y me llevo el celular a la oreja.

Siento una especie de deja vu, quizás porque la llamada es como la de hace una semana atrás, silencio, tensión, el sonido de su respiración y mi corazón latiendo a millón.

– He hecho todo lo posible por no llamar, pero lo siento, no he tenido la suficiente fortaleza.

No soy capaz de responderle, ni siquiera se que debo decir a ello. Su voz es tan relajante que juro que solo eso me ayudaría a conciliar el sueño.

– No puedo dejar de pensar en ti.

Todo esto me parece un chiste de mal gusto, primero lo de Sandra, después mi propia investigación y mi cabeza solo dispuesta para él, ahora esta llamada, ahora nuevamente estoy escuchando el tono de su voz y es frustrante sentir como mi ser responde a ella.

– ¿Por qué has llamado? –––pregunto con un tono neutro, un tono que no muestra ni dolor ni rabia, sino simplemente cansancio–––

– Yo... necesitaba oír tu voz. Necesito que me escuches durante unos minutos. 

Ahí está nuevamente ese vacío en mi pecho, esa sensación de añoro, ese nudo en mi garganta, ese malestar en la boca del estómago.

– Ya hablamos sobre esto, ya te he dicho que no quiero oír tus mentiras.

– Solo unos minutos, si después de escucharme sigues reacia a no creer en mí... yo... no volveré a buscarte. Tienes mi palabra.

Es difícil pensar en decirle que si, porque todo me grita que solo va a  mentir, que va a intentar embaucarme con su elocuencia y me aterra, me aterra lo que pueda decir.

– Por favor. Solo unos minutos.

Justo ahora no sé que es correcto y que no, todo parece confuso, quizás por eso es que digo:

– Te escucho.

La línea se queda en silencio unos pocos segundos, luego se escucha nuevamente la voz de Camilo.

– Hace un tiempo me preguntaste el porqué había decidido viajar solo y no con mis amigos, yo te respondí que habían pasado algunas cosas y necesitaba aclarar mi mente. ¿Lo recuerdas?

Claro que lo recuerdo, fue un día antes de que le encontrara en el hotel con Mónica, aquel día estábamos en la Jolla Cove y recuerdo haber pensado que sus problemas eran familiares. Ahora ya no estoy muy segura.

– Sí. –––respondo–––

– Lo cierto es que mis problemas se debían a mi relación con Mónica. Ella y yo estuvimos juntos mucho tiempo, exactamente tres años de relación sólida, pero de un tiempo para acá las cosas cambiaron, nos peleábamos por todo, no estábamos de acuerdo en nada en lo absoluto. Todo se volvió tenso entre ambos. Yo no quería echar a la borda tres años de noviazgo, así que le pedí un tiempo, pero para mí no fue suficiente ya que trabajamos en la misma editorial, así que nos veíamos a diario, fue entonces cuando pedí unas vacaciones. Mónica no quería que viajara a San Diego, ella decía quererme y estaba segura de que todo podría solucionarse, sin embargo, yo aún no tenía las cosas claras, así que fuí a California.
Yo no busqué que pasara nada de lo que pasó, ¿cómo podía saber que allí te conocería y todo cambiaría? Desde la primera vez que te vi algo pasó, sentí la necesidad de acercarme, hablarte, conocerte... y luego... ya no pude alejarme.

Lo escucho hablar en silencio; sin interrumpirle, y aún no sé que creer, que pensar, tengo muchas interrogantes que aún no me terminan de cerrar. Tomo asiento en la cama y digo:

– Tenías novia, Camilo. Me mentiste.

– Yo no tenía una relación con Mónica. Nos habíamos dado un tiempo. Nunca te mentí, jamás nada fue tan real y sincero como todo lo que vivimos juntos. 

– ¿Por qué no me contaste antes? ¿Por qué me lo ocultaste? Pudiste decirme, ser sincero conmigo, pero no, me ocultaste todo.

– No sabía como decirlo, yo aún no tenía claro que iba a ser de mi relación con Mónica. Yo... no lo sé, creo que tenía miedo de que te alejaras.

En el fondo quisiera creerle, aceptar lo que me dice y confiar ciegamente en él, pero es difícil hacerlo cuando ya has pasado antes por todo esto y sabes como a culminado. Además, no estoy dispuesta a aferrarme a lo ilusorio, a lo irreal, a lo engañoso

– ¿Por qué fue a buscarte? –––indago–––

– Solíamos dialogar de vez en cuando por llamadas o uno que otro texto, pero después de un tiempo dejé de comunicarme. El día que estábamos cenando en el restaurante mexicano ella llamó, dijo que había llegado a San Diego y quería verme. No sabía como decírtelo, así que lo oculté. Al día siguiente llegó temprano a mi habitación, quería arreglar las cosas, acabar con la separación y no dejaba de repetir que me quería, yo estaba buscando la mejor forma de decirle que ya lo nuestro no tenía arreglo, no quería hacerlo de forma precipitada ni abrupta, no quería herirla, por eso acepté que me besara.    

Es increíble como la mente guarda algunos recuerdos con perfecta nitidez, aún tengo grabado ese beso y justo ahora viene a mi la imagen, y lo que recuerdo de esa escena me dificultan el creer en lo que dice. 

– ¿Has terminado?

El silencio se interpone en la línea durante unos largos segundos. 

– No me crees. –––afirma–––

– Prometí escucharte y lo he hecho. 

– Está bien. Ahora yo cumpliré con mi parte. Adiós. 

La llamada se cuelga y siento como si mi corazón se desinflara, el nudo en mi pecho se tensiona mucho más y las lágrimas ruedan por mi mejilla, un llanto silencioso, pero doloroso. Me digo que ya está, que ya todo ha pasado.

Por más sinceras que me hayan parecido sus palabras eso no cambia el hecho de que me ocultó la verdad, de que besó a Mónica estando conmigo, o yo lo besé estando con ella, no lo sé, pero de cualquier forma está mal.

Me pongo de pie y me visto con un pijama corto y me meto en la cama. Han pasado un par de minutos cuando alguien llama a la puerta, no estoy de ánimos para dialogar con nadie, así que cuando esta se abre cierro los ojos y finjo estar dormida.

– ¿Estás dormida? –––pregunta mi padre–––

No respondo, fiel a mi papel me quedo en silencio, inmóvil. Mi padre me da un beso en la frente, como cuando era una niña y siempre que llegaba de trabajar me daba las buenas noches, y se marcha. En cuanto quedo sola nuevamente tomo mi celular y llamo a Sandra, ni amiga contesta de inmediato.

– ¿Ya se te ha pasado el enfado?

– Sí, lo siento, he exagerado. He estado en todo este tiempo intentando hacer como que nada de lo vivido en California pasó y ver la búsqueda en tu laptop me trajo de vuelta a realidad.

Cuando creas un baluarte con mentiras, aquello se vuelve tu defensa, tu protección, tanto así que prefieres seguir ocultándote detrás del engaño a salir y hacerle frente a la realidad. Mi mentira era el decir no sentir nada por Camilo, el decirme que nada sucedió en San Diego, mi verdad es que le quiero, es que tenemos un historial y que a miles y miles de kilómetros el chico de ojos negros se encuentra.

– Tienes razón, no debí haber buscado acerca de la editorial. Yo también lo siento.

– Está bien, la verdad yo también lo hice cuando llegué a casa. –––confieso–––

– ¿Encontraste algo? ¿Por que suenas triste?  

– No he  hallado nada, es solo que... Camilo se ha puesto en contacto y me ha dado una explicación.

– ¿Qué te ha dicho exactamente?

Los próximos minutos los empleo para narrarle mi conversación con Camilo, mis dudas, inquietudes y lo confusa que me ha dejado aquella llamada. Sandra escucha en silencio, hasta que yo finalizo.

– ¿Por qué se te hace tan difícil confiar en él?

– No es eso, San, al contrario, desde el primer día que le conocí me inspiró confianza, pero tenía novia, me mintió, ¿cómo puedo seguir confiando después de eso?

Había pensado que las miradas eran lo más verdadero que había en el ser humano, sus ojos oscuros siempre me cautivaron y les confíe todo, nunca dudé de su mirada, ahora empiezo a dudar eso de que las miradas no mienten, y como no hacerlo cuando me mintió mirándome directamente a los ojos. 

– No tenía novia, Nat, se habían dado un tiempo, estaban replanteándose su relación, no te engañó.

– Ella pensaba que él estaba pensando en lo de ellos, aclarando sus dudas y no, estaba conmigo, San, me hizo partícipe de eso, me involucró en esa relación y... me convirtió en... –––no soy capaz de terminar la frase, así que la dejó a medias–

– ¿Eso es lo que te preocupa? ¿Te culpas por que crees que has sido la causa de que ese noviazgo se acabara?

No respondo nada. No me lo había planteado y ahora que lo hago me doy cuenta que si, que en el fondo mi enojo es porque sin querer he estado en medio de esa relación y que posiblemente por mi causa fue que se acabó.

– Creo que sí. –––admito––– 

– No tienes por qué culparte, tú no eres igual que Laura, empezando porque no estabas al tanto de nada y terminando porque Camilo no tenía nada con esa mujer, Nat. Si decidieron darse un tiempo es porque algo ya no funcionaba.

– Tengo mis dudas. Aún así me utilizó para aclarar sus dudas, nada de lo que vivimos fue real.

– No estás siendo razonable, Camilo sigue siendo el mismo que compartió su sombrilla y el mismo con el que compartiste un mes en San Diego. Yo no creo que todo haya sido mentira.

¿Lo es? ¿Es el mismo? No sé la respuesta a esas interrogantes, ahora mismo no tengo nada claro, tengo más dudas que certezas y más equivocaciones que aciertos.

– ¿Por qué le defiendes? Siempre estuviste en contra de Francisco y fuiste la primera en hacer que no me pusiera en contacto.

– No lo sé. Camilo no me parece un mal sujeto, no me parece desleal. Además, en los casi dos años que estuviste con Francisco jamás te vi tan feliz como cuando estabas con Camilo, y porque jamás vi a Francisco mirarte como Camilo lo hizo en un mes. Yo... creo que él te quería, que él te quiere. Si solo hubieras sido un simple amor de verano no se tomaría el tiempo de comunicarse contigo,
simplemente lo dejaría estar y ya está.

Las palabras de mi amiga me dan otra perspectiva, y me hacen dudar acerca de todo lo que creía. Sin embargo sé que aunque Camilo haya sido sincero, ya no hay nada que hacer, ya las vacaciones han terminado y cada uno tiene una vida propia, y especialmente ya le he dejado claro que no creía en él y él ha aceptado que todo ha acabado.

Es el fin.

Por Siempre Será Verano Donde viven las historias. Descúbrelo ahora