Al día siguiente solo tuve clases en la mañana, así que después de la universidad quedé con Camilo para ir a almorzar juntos. En la mañana había despertado inquieta, como si todo lo vivido la tarde anterior hubiese sido solo un sueño, sin embargo un mensaje de buenos días del chico de ojos oscuros me hizo saber que todo era real, que estábamos en el mismo país y que habíamos solucionado lo nuestro. Llamé de inmediato a Sandra para contarle a detalle. En nuestro almuerzo nos pusimos al día de todo lo que habíamos hecho en los últimos dos meses, yo solo hablé de la U, en realidad desde que regresé de San Diego mi vida giraba en torno a mis estudios, aunque todo debido a que necesitaba mantener la mente ocupada, aquello no lo mencioné, era totalmente penoso. Camilo me habló de su trabajo, me mencionó algunos escritores con los que estaba trabajando y una infinidad de libros, le escuche atenta, fascinada con cada palabra y cada descripción que hacia del mundo literario, pero mucho más fascinada con el editor.
Pasamos todas las horas posibles juntos, quedábamos para desayunar, almorzar o para cenar. Mi humor había cambiado desde su llegada y mis padres lo notaron, por eso tres días después de la llegada de Camilo, mientras tomábamos la cena en casa, mi padre dijo lo siguiente:
– Te ves de mejor aspecto, cariño. ¿Ya te has curado de la peste?
Sonreí mientras me llevaba un trozo de brócoli a la boca.
– Sí, papá. Ya me siento muchísimo mejor.
– Tu hija solo necesitó escuchar que iría al medico para curarse. –––comentó mi madre–––
– Ya les he dicho que eran patrañas. –––interviene Gustavo–––
Le lancé una mirada de fastidio y le tiré un trozo de brócoli que aterrizó sobre su plato de comida, él puso cara de asco y con el tenedor retiró el vegetal que tanto odia.
– Sea la razón que sea, me alegra verte... feliz.
Mi padre me dedicó una sonrisa y me apretó cariñosamente el muslo.
– Gracias, papá.
Camilo se regresa a Barcelona el martes, así que el lunes decido faltar a clases para pasar el día con él. Mis padres y mi hermano se marchan a trabajar temprano, así que cuando desperté a las nueve, ya no había nadie en casa, pues Valeria también se había marchado a la escuela. Creo que de todos es ella quien sospecha que algo sucede, pues, desde que recibí el paquete, se mostró suspicaz. Pero no menciona nada, yo tampoco lo hago, y no porque no confíe en su prudencia, sino porque con el regreso de Camilo lo siento todo tan incierto que me aterra hablar de nuestra relación, solo con Sandra me muestro sincera.
Me doy una ducha no demasiado extensa, últimamente he estado leyendo revistas ambientales y cada vez estoy más pendiente del uso racional del agua. Me visto con un pantalón corto y una camisa negra, me pongo unos tenis y hato mi cabello rubio en una coleta. Una vez estoy lista le echo un vistazo a la hora en mi celular, son poco más de las diez y he quedado con Camilo a las y media en una cafetería que está cerca de su hotel, sin embargo, teniendo en cuenta lo impuntual que es, decido esperar unos minutos antes de salir para no tener que esperarle.
Llego a la cafetería faltando veinte minutos para las once y acabo de tomar asiento en una de las mesas cuando Camilo aparece. Sonrío al ver que he acertado. No sé que le sucede que siempre llega tarde y me recuerdo en regarle un reloj, aunque no creo que aquello sirva de mucho ya que siempre lleva uno en el antebrazo izquierdo. Camilo va vestido con una camisa negra y pantalón gris, se le ve estupendo. Es como si cada color, cada prenda hubiese sido creada solo para él. El chico de ojos oscuros sonríe al llegar a mi mesa y me da un cariñoso beso en los labios.
– ¿Llevas esperando mucho tiempo? –––indaga mientras toma asiento frente a mi–––
– ¿Quedamos a las y media, no?
Camilo mira el reloj y frunce los labios.
– Lo siento, me he retrasado.
Es casi divertido su incapacidad por llegar a tiempo a un lugar, especialmente cuando estamos a menos de diez minutos de su hotel, me pregunto que es lo que sucede para que siempre esté retrasado. le echo una mirada dejando claro que su impuntualidad no era de lo que sorprenderse, aún recuerdo la primera vez que me dejó esperándole, fue después de nuestro primer beso y llegué a pensar que me había dejado plantada. Él sonríe.
– Estaba deseando verte. –––comenta y me pellizca de forma cariñosa la mejilla–––
– No lo parece.
Él vuelve a sonreír y deja caer el brazo encima de la mesa con suavidad.
– El que siempre vaya con el tiempo en contra no dice nada acerca de lo mucho que te echaba en falta.
Antes de que pueda replicar algo acerca de aquello que acaba de decir, se nos acerca un mesero, un chico joven y de piel oscura vestido con pantalón oscuro y una camisa manga larga blanca. El chico, que según la pequeña placa que lleva a un lado del pecho responde al nombre de Julio, saluda con un bienvenidos y luego pregunta:
– ¿Gustan ver la carta?
Dejando claro que su pregunta es retórica, inmediatamente nos pone en frente una carta a cada uno. Comienzo a ver la lista de comidas, sin embargo, dejo de prestar atención cuando pienso en la ida de Camilo, no dejo de pensar en ello, he de admitir a mi misma que su partida me da miedo, incluso celos de saber que estará más cerca de Mónica que de mi. ¿Y si el que haya venido ha sido una locura? Es posible, me digo, pero es la locura más linda que alguien ha hecho por mí. ¿Y si lo nuestro no trasciende? En esta ocasión es la voz de Sandra la que viene a mi mente, clara y estricta, mientras dice: ¿que más da si no dura? Tú solo disfruta, le das mucha mente a los asuntos. No estoy segura de que mi amiga tenga razón, no quiero dejarle ir... y no puedo no pensar en cada uno de los contras.
– Ey, ¿dónde anda esa cabecita?
Parpadeo para dejar de lado los pensamientos y miro a Camilo, él me mira divertido, sonriente.
– Nada. ¿Qué decías? –––inquiero, aún perturbada por los pensamientos anteriores–––
Camilo parece advertir en que algo ha cambiado en mi, porque deja la carta sobre la mesa y me echa una mirada suspicaz mientras se inclina un poco hacia delante, poniendo toda su atención en mí.
– ¿Qué sucede? –––indaga–––
No sé muy bien que responder, no quiero arruinar nuestro último día juntos hablando sobre mis dudas y temores, no quiero echar a perder todo lo que hemos arreglado. Convencida de que lo mejor es no mencionar nada de lo que pasa por mi mente, niego con la cabeza y le dedico una sonrisa.
– Nada, todo está bien.
Camilo no parece satisfecho con mi respuesta, hace una mueca de incredulidad y toma mis manos, envolviéndolas en la calidez de las suyas. Observo nuestras manos, unidas, con notable diferencia de tamaño, la suya es grande, la mía si bien no es pequeña (al menos no más que la de la mayoría de las mujeres), es mucho más pequeña que la suya, eso me gusta. Justo ahora un pensamiento aparece de repente y se me ocurre que así deben permanecer siempre.
– Vamos, cuéntame que es lo que te inquieta.
Suspiro con resignación y pongo mi mano encima de la suya, mientras le miro a los ojos. Me tomo unos segundos para escoger las palabras adecuadas y darles forma primero en mi mente, luego digo:
– ¿Alguna vez has pensado en que tal vez lo nuestro era solo cosa del verano, algo sin trascendencia a lo que no debemos aferrarnos?
Camilo luce desconcertado unos segundos, luego parece meditar en ello, porque su rostro adquiere una expresión pensativa.
– Sí. –––confiesa pasados unos segundos––– pero... las cosas entre ambos no es igual que con otras personas, al menos yo no lo siento así. Desde que te vi por primera vez, aquel día en Coronado, –––dice y sonríe como si recordase algo––– tu cabello rubio, tus ojos marrones, desde ese instante me gustaste. Ya después de eso, cuando coincidimos no podía evitar acercarme. –––su mano derecha acaricia mi mentón––– En un día hablamos durante varias horas, en menos de una semana nos besamos y en un mes nos dijimos que nos queríamos, estuvimos alejados dos meses sin hablar, y ves que todo sigue igual. –––hace una pausa y me mira en silencio, como asegurándose de que he escuchado bien cada palabra––– Nat, yo apuesto por lo nuestro.
No necesitaba escuchar otra cosa más que eso, saber lo que pensaba acerca de nuestra relación me tranquilizaba, sobre todo porque ha tenido razón en cada palabra. Le sonrío y acerco mis labios a los suyos, sin llegar a besarle, y sin tocarlos del todo, susurro:
– Si tú apuestas por lo nuestro yo también, y si no lo haces aún así también lo haría. Todo o nada.
Camilo sonríe y nuestros labios se rozan.
– Todo o nada. –––dice lentamente, como probando las palabras. Niega con la cabeza y toma mi rostro en sus manos––– Voy a darlo todo hasta quedarme sin nada. Te lo dije antes y ahora lo confirmo con más certeza... te mereces todo el mundo y es una gran pena que no pueda ponerlo a tus pies.
Este es el chico de ojos oscuros, mi chico de ojos oscuros que tanto había echado de menos. Cierro los ojos y beso sus labios con suavidad.
– Eres tan cursi. ----comento con una sonrisa----- Y me encanta. Me encantas.
– Voy a solucionarlo todo, ya verás. –––comenta––– Te quiero.
Sonrío y acaricio su rostro, delineando su mandíbula con la punta de mis dedos, hasta llegar a su barbilla, entonces acaricio su labio inferior con mi pulgar y le doy un único beso.
– Confío en ti. –––y lo hago, porque tengo la sensación de que si no nos hubiésemos conocido en San Diego, la vida se habría encargado de hacernos coincidir en otro sitio–––
Después de desayunar nos quedamos charlando durante poco más de una hora, sentados, perdidos en el otro, como si nada más existiera, como si nada más importase. En algún momento de la conversación Camilo me miró con atención y preguntó, como si fuese algo que llevase dando vuelta en su cabeza y solo hasta entonces se le había ocurrido mencionarlo:
– ¿Son ideas mías o estás más delgada?
Desvíe la mirada y le di un sorbo a mi taza de café. No sabía que responder, no podía hacer mención de que nuestra ruptura me arrebató el apetito, incluso en mi mente aquello suena bastante patético, así que me limito a hacer una mueca de sorpresa y digo:
– ¿En serio?
– Sí, –––respondió––– un poco.
– ¿Y está mal? –––inquiero, de pronto preocupada porque no le guste mi apariencia–––
Él sonrío y negó con la cabeza.
– Claro que no, estás hermosa, siempre has estado hermosa.
Me sorprendió que hubiese advertido en mi baja de peso, especialmente porque tampoco fue un cambio considerable, si bien en los dos meses había adelgazado más, tampoco estaba flacucha e insípida, ni siquiera había perdido trasero o piernas, al menos yo no lo había notado. Aún así el que lo haya notado me gustó, las mujeres amamos eso; que los hombres noten el más pequeño e insignificante cambio. Aunque no lo digamos.
Nuestro último día juntos estuvo lleno de risas, extensos diálogos y muchos besos. Aunque la conversación que mantuvimos en la mañana me ayudó mucho, de vez en cuando no podía evitar pensar en que tal vez nos engañábamos y en realidad esa sería la última vez que nos veríamos, aunque deseaba con toda mi alma que no fuese así, no quería perderle, no cuando recién regresaba.
Al día siguiente, su vuelo hacia España salía a primera hora de la mañana, no tuve que faltar a clases porque tenía el día libre, así que le acompañe al aeropuerto y una extraña sensación de vacío se instaló en mi pecho cuando llegó la hora de su partida y lo vi alejarse de mi. Camilo se giró hacia mi antes de desaparecer de mi vista y me guiñó un ojo, luego me dedicó una sonrisa elocuente; que decía que confiara en él, que todo saldría bien. Yo le devolví la sonrisa y me despedí con la mano.
Entonces me marché. Él se marchó.
– Fue un detallazo el que haya venido a Colombia solo a verte. Siento envidia por ti, yo también quiero algo así. –––comenta Sandra con nostalgia–––
Levanto la vista para poder verle el rostro. Estamos acostadas en mi cama, bueno, yo estoy acostada, Sandra está sentada y yo descanso mi cabeza en su pierna mientras ella juega con mis rubios cabellos. Hace un par de horas que Camilo se marchó y me encuentro un poco nostálgica.
– ¿Lo dices por Steve?
Sandra hace una mueca con los labios, dejando claro que el rubio no es quien pasa por su mente justo ahora. Aquello me sorprende, pero no del todo, desde hacía tiempo que ya no mencionaba al chico, incluso creo que ya ni hablan, los únicos lazos que compartimos de aquel verano es Vera y ahora Camilo. Lo verdaderamente raro es que parezca hacer alusión de alguien más, ¿es que ha estado viendo a alguien del que no se su existencia?
– No, claro que no. No lo digo por nadie en específico, es solo que eres una suertuda, Camilo está buenísimo, te quiere y es... magnífico. –––dice, respondiendo así a mis interrogantes–––
Sonrío y asiento dándole la razón, porque opino lo mismo, tengo suerte de tener a Camilo en mi vida.
– ¿Qué hay de Francisco, ya están bien nuevamente?
No sabría que decir al respecto. No estamos mal, pero tampoco estamos bien del todo. Creo que fue mala idea haberle devuelto el beso, aunque justamente en el momento pensé que sería beneficioso para ambos, pero fue un error no considerar que él lo podría malinterpretar, sospecho que está herido por mi relación con Camilo, aunque él no lo menciona. Desde entonces nos hemos distanciado nuevamente, aunque no como antes, al menos ahora nos saludamos y soportamos. Había pensado en darle mis excusas, pero nunca pude encontrar las palabras adecuadas, ni sabía muy bien porque específicamente me quería disculpar, ¿Por haber besado a Camilo? No, claro que no. ¿Por haberlo besado a él? Quizás. ¿Por haber aceptado ser su amiga? No estoy segura. Simplemente tenía y tengo la sensación de que es lo correcto, pero nada más. Supongo que lo mejor es dejar las cosas así, el tiempo lo solucionará todo, o al menos eso espero.
– No lo sé. No estamos mal, pero tampoco estamos bien.
– Te he dicho que era mala idea eso de ser amigos. ¿Cuándo se ha visto que puedes ser amiga de tu ex?
Sonrío y hago una mueca de fastidio.
– Ya. Yo pensaba lo mismo, pero que ya no siento nada por él, antes no me animaba siquiera a hablarle porque estaba dolida. Ahora las cosas son diferentes... además, sabes que no es un mal tipo, fuimos amigos. –––le recuerdo–––
Sandra hace un gesto de desagrado, como si la mera idea de una amistad con Francisco le resultase lejana.
– Bueno, eso fue antes de que te fuera infiel y que me hubiera pasado semanas secando tus lágrimas. Tú puedes perdonarle, pero yo no tengo que hacerlo. Si su noviazgo es cosa del pasado, nuestra amistad también lo es. –––dice con determinación, reacia a mantener una relación con Francisco–––
Asiento. En realidad no es necesario que le hable, además, le entiendo, yo tampoco sería capaz de perdonar a alguien que le hiciera daño a ella.
– Está bien, cambiemos de tema. –––digo y me acomodo, tomando asiento en la cama y quedando frente a ella para poder ver su expresión––– Creo que Tavo está viendo a alguien.
Sandra parece desorientada, como si no le encontrase lógica alguna a lo que acaba de oir. Sus labios amagan con decir algo pero vuelven a cerrarse, sin haber encontrado las palabras adecuadas. Unos largos segundos después dice:
– ¿Cómo que tiene novia?
La cara de Sandra es una mezcla de indignación y pesar. Sonrío. No recuerdo un momento de nuestras vidas donde no haya estado loca por Gustavo, siempre le ha gustado, o bueno, más bien le ha atraído. Lastimosamente para ella, Tavo nunca ha mostrado intereres, al contrario, creo que el haberla visto crecer y hacer toda clase de estupideces ha hecho que la vea como otra hermana más.
No he conocido la primera chica con la que Gustavo salga por más de tres meses seguidos, bueno, al menos no después de Sabrina, y en toda su vida le he conocido muchas novias. Lo más probable es que esta nueva chica (de la cual no ha hablado y de su existencia solo tengo meras sospechas) también sea otra más sin trascendencia y sin un verdadero valor sentimental en su vida. O al menos eso creo. Puede que sea la que le haga sentar cabeza. Solo le hago saber a Sandra lo primero, a lo que ella responde:
– No le conozco, pero de seguro es una friki.
Me rio de mi amiga y no hago comentarios al respecto, no quiero llevarle la contraria al corregirla diciendo que no he conocido a la primera friki de todas las novias que, aunque Gustavo no ha traído a casa, aún así he conocido. Si algo puedo decir a favor de mi hermano, es que tiene buen gusto en mujeres.
– Ya. –––es todo lo que digo–––
La tarde llega y desde mis ventanales observo como el sol se va ocultando poco a poco, haciendo que el jardín de mi madre luzca fresco y misterioso; como si cada flor escondiese un secreto, un amor, una promesa. Con la mirada busco las flores que esconden mi promesa, mi amor, mi secreto. Las margaritas se agitan con el viento y cierro los ojos, el olor que trae la suave brisa me hace fantasear con que estoy en lo más alto de un risco, sin otra compañía más que con la del chico de ojos oscuros, ambos tomados de la mano, observando la vista desde las alturas y disfrutando de la ausencia de otra vida humana, solo en compañía de una peligrosa naturaleza. Pero abro los ojos cuando alguien me empuja por la espalda y caigo al vacío.
Me giro hacia atrás y veo a Gustavo reír, tan estruendosamente que me hace pensar que ha podido ver las imágenes dentro de mi cabeza.
– ¿Es que estás soñando? –––indaga–––
Le doy un empujón, enfadada porque me haya hecho salir de mis gratos pensamientos de esa forma tan abrupta y cierro la ventana, recelosa de compartir con él mi secreto.
– ¿Es que no sabes tocar la puerta? –––pregunto a la vez que tomo asiento en la silla del tocador y contemplo vagamente mi reflejo en el espejo–––
Gustavo no dice nada, pasa por alto mi reclamo y se apoya en la pared, cruzando los brazos sobre su pecho y cruzando un pie por delante de otro. Le ignoro y sigo mirando mi reflejo, tengo el cabello bastante largo, me da más abajo de la cintura y me urge un corte, pues, tengo las puntas descuidadas, además, me recuerdo comer mucho mejor, observando bien me doy cuenta de que Camilo tiene razón, mis pómulos se ven mucho más resaltados, además de los huesos debajo de mi cuello, e incluso encuentro mi piel opaca.
Dejo de mirarme porque de seguir haciéndolo voy a encontrar una infinitud de defectos que prefiero obviar. Miro a Gustavo, había pensado que diría algo, pero no, desde que entró está allí de pie con la vista en algún lugar. Dejo de mirarle por el reflejo y me pongo de cara a él, es entonces cuando, siguiendo su mirada, me doy cuenta que tiene la vista clavada en la fotografía que está encima de mi escritorio; la foto donde aparece parte del rostro de Camilo y donde se aprecia el corazón de chocolate que le pinté en la mejilla. Gustavo parece concentrado y me preocupa lo que quiera que sea que esté pasando por su cabeza justo ahora, así que decido romper el silencio y así distraerle.
– ¿Vas de salida? –––No lleva puesta la misma ropa con la que ha ido a trabajar, además, lleva el cabello húmedo; lo cual solo quiere decir que acaba de salir de la ducha no hace mucho–––
Aquello surge efecto. Gustavo aparta la mirada de la fotografía y deja de apoyar su peso en la blanca pared de mi habitación. Se acerca a la cama y toma asiento.
– Sí. Voy a ver... –––le echa un vistazo a su reloj y menea la cabeza, como para borrar las palabras dichas––– He quedado con los chicos dentro de un cuarto de hora.
Aquello no es verdad. Lo sé porque no suele verse con Leonardo, Julián y Felipe entre días de semanas, mucho menos los lunes. Me pongo de pie y me abro un espacio a su lado, empujándole con la cadera para que se ruede.
– Claro, los chicos. -----comento-----
Él me mira con el rabillo del ojo y de un rápido movimiento que no espero me lanza hacia atrás, dejándome tendida sobre la cama. Le miro de mala gana y protesto con un <<¡ey!>> a lo que el responde con una sonrisa divertida y una falsa expresión de pena en su rostro.
– Lo siento, solo me estiraba.
Endurezco mi expresión y le lanzo un cojín con todas mis fuerzas directo al rostro, lo cual solo es un desgaste innecesario ya que él lo esquiva ágilmente.
Me doy cuenta de que durante esa pequeña fracción de minutos me he olvidado de nuestra conversación. Caigo en razón inmediatamente, yo he hecho lo mismo minutos antes, pero obvio soy más lista que él, así que tomo asiento nuevamente y paso por alto su gesto de suficiencia.
Son poco más de las siete y desde abajo nos llegan murmullos de una conversación. Solo puedo reconocer la débil voz de mi tía Rosa y una voz mucho más firme, la de mi madre, sin embargo no logro entender que dicen, aunque tengo una idea bastante clara acerca de que, o de quien hablan. Dejo de prestar atención a la charla que se produce en la planta baja de la casa y me centro en mi hermano, le miro a los ojos castaños y le suelto sin tapujos:
– ¿Como se llama la tipa con la que estás saliendo?
Gustavo me mira sorprendido, tal parece que estaba seguro de que mantenía aquella relación en secreto, pero olvidó que a mi no es sencillo esconderme las cosas. Les conozco demasiado bien. Sonrío victoriosa.
– ¿De qué hablas? –––de haber reaccionado a tiempo y hecho aquella interrogante en cuanto le pregunté, le habría creído, sabe mentir, pero su sorpresa inicial le jugó una mala pasada–––
Pongo una cara de: <<no es necesario que finjas, sé que estás saliendo con alguien>> y él pone otra de: << no seas metida, no es de tu incumbencia>>>
Durante unos extensos minutos se produce un silencio, yo esperando que me hable de la mujer con la que se está viendo y él esperando a que desista de meterme en su vida; lo cual no va a suceder, claro. Para dejar claro este punto me acomodo en la cama, girando mi cuerpo en su dirección y digo:
– Vamos, Tavo, ¿quién es?
Mi hermano abre la boca, dispuesto a decir lo que quiero oír, pero parece arrepentirse a último momento, cierra la boca y una extraña expresión cruza su rostro. Desvía la mirada y el lugar donde la posa me causa incomodidad, hay algo en sus ojos que no me agrada, como si supiese algo que yo ignoraba que sabía. Su mirada se aparta de la fotografía que me tomó Camilo, donde estoy dormida en el sofá, y me vuelve a mirar a mí. Arquea una ceja en un gesto elocuente. Una pregunta tácita. Me veo tentada a retractarme y decirle que lo he pensado mejor y en realidad no me interesa si tiene una relación o no, que se salga de mi habitación y me deje sola, pero él se me adelanta y materializa la pregunta que sus ojos me habían hecho, lanzándola de forma tan directa que me impacta con fuerza en el estómago.
– ¿Tuviste un romance de verano en San Diego?
Puede que haya menospreciado su inteligencia o, bueno, más bien el nivel de conocimiento que tiene de mi persona. Yo le conozco a él. Y él me conoce a mí. Siempre ha sido así. Siempre será así.
Me pregunto si hay alguna forma de salir de todo esto sin que mi boca diga algo inadecuado. Concienzudamente aprieto mis labios en una fina línea para evitar que indiscretamente se les de por soltar algo sin mi consentimiento.
Miro sus ojos, rebosantes de diversión, fascinado con mi cara de asombro y perplejidad, supongo, que tengo la misma expresión que él cuando yo le hice la pregunta. ¡Vaya ironía! Esto me busco por andar de chismosa. ¿Que me importa con quien salga Gustavo? Bien puede ser una tierna señorita amante en obedecer reglas, o una malcriada dispuesta a acabar con su vida. Me doy cuenta de que necesito una chica punto medio, pero no lo hay, o al menos no lo encuentro. Resoplo de frustración y hago una mueca de inconformidad. He caído en el hoyo que yo solita he cavado.
– Yo pregunté primero.
Una sonrisa victoriosa aparece en sus labios y me doy cuenta de que nos parecemos tanto que hasta usamos las mismas expresiones. Tal vez por eso nos conocemos tan bien. Es aterrador. Además, advierto de que he cometido un error, con aquello que dije le he brindado una respuesta que no había planeado dar.
– ¿Cómo se llama?
Ya no tenía ningún sentido intentar ocultar la verdad, especialmente porque las cosas con Camilo están bien, y, aunque aún tengo muchas dudas acerca de la relación a distancia, también guardo, en el fondo, el deseo de presentarlo algún día en casa, a mis padres, a él. Suelto un lento suspiro de resignación y dejo que el nombre del chico de ojos oscuros se deslice suavemente por entre las grietas de mis labios.
– Camilo.
Una vez le he dado lo que el desea, no espero menos de él, así que también le pregunto el nombre de la chica con la que está saliendo, a lo que el responde:
– Roxana.
No tengo lugar a dudas de que va a llegar tarde a su cita, pues, nos pasamos un largo tiempo dialogando. Le hablo abiertamente de mi viaje a California, de como conocí a Camilo y de como Sandra conoció a Steve, le digo que Camilo es mayor por cuatro años, incluso, es mayor que él. También le comento que aunque se suponía el verano eran vacaciones junto a San, en realidad fueron junto a él, le hablo de su profesión, de lo apasionado que es, de su inteligencia y de que fue él quien me salvó de ser abusada. De entre todos lo que dije esto ultimo fue lo que me costó más trabajo confesar, hablar de aquella noche me pone inquieta, me hace sentir avergonzada, así que no especifique mucho al respecto, pero noté en la mirada de Gustavo, que con solo saber que gracias a él hoy todo había quedado en un "casi", ya Camilo se había ganado un poco de empatía a sus ojos.
Por otro lado Gustavo me dice que Roxana es una chica que entró a trabajar hace unas semanas a la empresa y, que llevan saliendo desde hace aproximadamente cinco días. Según dice es muy bonita (lo cual le creo. Pero confirmo con una foto que él me enseña: la chica es de piel blanca y de ojos café, de ondulado cabello castaño y de sonrisa amplia. Parece amable y su rostro me recuerda al de las muñecas de porcelana; delicado y radiante) y es muy tierna, además de inteligente y graciosa.
Cuando terminamos de hablar tengo la sensación de que he adelgazado aun mucho más, y es que el ser sincera me ha liberado de una carga que ignoraba y me da la sensación de tener peso de pluma, casi puedo jurar que de lanzarme por los ventanales de mi recámara quedaría suspendida en el espacio, siendo arrastrada por él cálido viento, de aquí para allá y vuelta. Además me siento mucho más unida a Tavo, siempre pasa, cada que comparto algo de mi vida con él siento que nuestras moléculas se unen cada vez más, se aprietan, se atan, nos hacen uno solo, como si llegado el momento ya no sabría donde empieza él y donde termino yo. Aquello me hace recordar que he leído acerca de eso en los libros, pero a diferencia de mi caso, aquello siempre ocurre entre parejas de novios, casi nunca en hermanos, en amigos y novios si, hermanos no. Desconozco si eso quiere decir que Tavo y yo no somos los típicos hermanos, o si no voy a sentir aquello con otra persona. La respuesta a lo primero puede que sea tal ves, pero a lo segundo... ahí si que puede esté errada, pues, en este corto tiempo, siento que parte de mi alma está ligada al alma de Camilo.
Camilo, pienso. Sí, claro, es eso... él y yo estamos ligados. Y eso si que no parece raro, al contrario, lo siento como lo más natural, como si fuera así desde antes del tiempo y antes del universo, antes de que fuéramos moleculares y aún después de serlo, como si fuera a continuar así aun después de que este mundo pase y de que volvamos de nuevo al polvo.
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Por Siempre Será Verano
RomanceUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...