Jueves, 18 de junio del 2014.
El día está estupendo, cálido, despejado y soleado. Tal y como lo mostraban los catálogos de vacaciones, incluso con el sexi turista que decora la portada.
No pensé que en mis vacaciones conocería a alguien que me pudiese atraer tanto como Camilo. Es una total y fabulosa serendipia. Me gusta, bueno en realidad es algo más, me encanta, la atracción que siento por él es algo que no había experimentado antes, por eso me niego a pensar demasiado en lo que hay entre nosotros, en si en verdad hay algo, pues, no quiero arruinar lo que quiera esté pasando entre ambos.
Sus oscuros ojos chocan con los míos y me regala una enorme sonrisa que yo le devuelvo.
– Te gusta mucho, ¿no es así?
No intento negarlo. En primera instancia porque Sandra es mi mejor amiga y me conoce, y en segundo lugar porque no me interesa ocultarlo.
– Es una estupidez.
A pesar de todo, sigue habiendo una parte sensata y razonable dentro de mi, una vocecita que me susurra que estoy siendo demasiado ingenua e ilusa. Pienso en Esmeralda y en la conversación que tuvimos días atrás y sigo sin comprender como es que pude verme en vuelta en esta situación, jamás estuvo en mis planes engancharme con un chico, el tema de tener el amorío en verano era cosa de Sandra. No sé como llegué aquí.
Mi amiga se ríe y se pone de pie. Se sacude la arena de las manos y se acomoda el vestido de baño.
– Ya era hora de que alguien te moviera el piso.
Sin esperar una respuesta de mi parte se va en busca de Steve, aunque tampoco tenía nada que decir al respecto. Hacia mucho que no me sentía así por una persona, incluso me atrevería a decir que nunca antes lo había sentido. Es lo más extraño que me ha pasado. Tres relaciones, dos de pocos meses y otra de poco más de un año, y nunca me sentí tan atraída y conectada como ahora, con un chico cuatro años mayor a quien sólo tengo ocho días de conocer. ¿Puede ser esto más cliché?
– ¿En qué piensas?
Sonrío al sentir sus brazos rodeando mi espalda y sus labios susurrando en mi mentón. Echo la cabeza hacía atrás y levanto la vista hacía él.
– En química. –––bromeo–––
Camilo sonríe y me da un beso en la punta de la nariz.
– Espero que sea en la nuestra.–––––––––––––––––––––
Viernes, 20 de junio del 2014.
Me echo un poco hacia atrás y apoyo mi cabeza en su pecho, escucho y siento su corazón latiendo y se me hace un sonido perfecto, rima muy bien con el canto del mar y con el murmullo del viento. Aunque la noche es fría yo me siento cómoda, quizás porque los brazos de Camilo me mantienen cálida.
Siento como si estuviera viviendo mi propia película, incluso mucho mejor. Tengo delante de mi una vista idílica; el mar; indomable y agresivo, chocando con ímpetu con las rocas, un cielo cubierto por un manto azul oscuro; salpicado de brillante escarcha.
– ¿Crees que hay algo después de la muerte?
Me quedo pensando en la pregunta unos minutos. He pensando en ello en muchas ocasiones, como todos; en algún momento todos nos hemos cuestionado acerca de ello y es por esa misma razón que hay tantas suposiciones y especulaciones. Yo tengo mi propia opinión, mía, cuestionada, rechazada, pero mía.
– Creo que sí, creo que hay algo después esperándonos más allá de lo terrenal. –––respondo–––
– ¿Un cielo y un infierno?
No sé a que vienen sus preguntas, supongo que es uno de esos momentos donde la mente hace sus cavilaciones existenciales. Apoyo mis manos encima de las suyas y las acaricio con los pulgares de arriba abajo.
– Sí, depende de cómo te portes. –––digo en tono burlón, aunque hablando con seriedad–––
Camilo sonríe, o al menos eso creo por la forma en la que los músculos de su rostro se contraen cuando lo apoya en mi clavícula, me da un beso en la mejilla y me abraza con más fuerza.
– Yo me porto muy bien. Fácilmente podría ser un ángel caído.
Me rio y giro la cabeza hacia él para poder mirarle a los ojos.
– Si es así dímelo desde ya para salir corriendo.
Camilo ríe y me planta un beso en los labios.
La noche es hermosa, magnífica, especial. Incluso podría decirse que es la mejor de las citas en las que he estado. ¡Me encanta! Nunca antes había estado encima de un auto contemplando el océano, es lo mejor del mundo.
– ¿Acaso crees que podrías tomar ventaja? Niña ingenua.
Sonrío y hago un puchero como única forma de desagrado.
Mis cabellos se mueven con el ritmo violento del viento, de no ser por la cobija que Camilo ha traído, creo que moriríamos de hipotermia. La noche es gélida. Nunca antes había estado en una noche tan fría. Mi cuerpo se estremece y concienzudamente busco calidez pegándome mucho más a Camilo.
– ¿Quieres que vayamos al interior del auto? Hace bastante viento.
Niego con la cabeza y respondo:
– No, me gusta aquí. Es... romántico.
Nos quedamos en silencio. Cada que estamos juntos compartimos minutos de este, minutos donde nos comunicamos de otras formas; una sonrisa, una mirada, un roce, una caricia. Me gusta, es como si estuviésemos aprendiendo nuestro propio idioma.
– Me gustas mucho. ¿Lo sabes, no?
Sonrío.
– Lo sé. Tú también me gustas. Demasiado.
Sus labios se acercan a los míos y me dan un tierno beso, demasiado cálido y reconfortante comparado con el viento que parece colarse en mis huesos.
– ¿Quieres nadar un rato?
Le miro con cara de incredulidad, sin saber del todo si habla en serio o solo me toma del pelo. Está serio, así que me apresuro a decir:
– ¿Estás loco? Hace mucho frío, moriremos congelados.
Camilo se encoge de hombro, como si el hecho de morir de hipotermia fuera solo un problema menor. Juro que a veces creo que está loco.
– ¿Y eso qué?
– ¿Es que quieres morir? –––pregunto–––
– No, quiero nadar contigo. Además, tarde que temprano tendremos que hacerlo,
¿no?
Le miro con cara de circunstancia. Niego con la cabeza.
– Estoy segura de que ser imprudente y morir por ello cuenta como suicidio. Te irás al infierno. –––advierto–––
Camilo sonríe ampliamente y luego suelta una leve carcajada que se une junto al sonido de las olas y el viento y se pierde.
– ¿Siempre eres tan agua fiestas? –––se mofa–––
– ¿Siempre te comportas como suicida? –––digo refiriéndome a aquella vez en que estaba apunto de acostarse en mitad de la calle solo para revivir la escena de la película: el diario de una pasión–––
Él vuelve a sonreír.
– De vez en cuando.
Me rio. Lo miro atentamente, cada tanto me gusta un poquito más. Suspiro y me bajo de un salto del capo del auto, él me mira atentamente y con la vista clavada en esas esferas tan oscuras que compiten con la noche, me saco la ropa rápidamente y quedo en traje de baño. En cuanto la brisa me golpea el cuerpo desnudo me encojo un poco, aún así ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás. Camilo se baja del vehículo con mucha más glacialidad que yo, se desprende de la ropa en pocos segundos y juntos corremos hacia la playa.
En cuanto el agua me cubre los pies siento el impulso de salir corriendo y volver a tierra firme, aceptar su propuesta y resguardarme del frío en el interior de su vehículo. Pero antes de que pueda hacerlo Camilo me agarra por la cintura y me lanza al agua. Salgo a flote y sin poder aguantar un segundo más, salgo del agua seguida de Camilo, corremos a ponernos rápidamente nuestras prendas y nos metemos en su auto, con la calefacción encendida.
– Eso ha sido una locura. –––comenta–––
Le miro de mala gana. ¡Claro que ha sido una locura? ¿No se lo advertí desde el comienzo?
– Fue tu idea. –––le recuerdo mientras me estremezco a causa del frío–––
Camilo sonríe y me pega a él. La playera se ha pegado a su torso y le marca los firmes pechos y su abdomen marcado, aparto la vista y me acurruco junto a él.
– No vuelvas a hacer caso de mis ideas.
Me rio. Él toma mis manos y empieza a soplar entre mis dedos, los cuales están totalmente congelados. Casi literal. Su aliento cálido es totalmente agradable, un suave roce a mi piel. Le tengo tan de cerca que puedo contar los lunares de su rostro a la perfección, tiene tres en total, uno pequeño en el pómulo izquierdo, otro en su sien, también en el lado izquierdo, y uno más visible en su mandíbula, exactamente también en el lado izquierdo. ¡Que raro!
– No, claro que no. Son fatales.
Camilo se ríe y su aliento fresco me pega en el rostro. Entonces me besa y solo con eso me abandona todo frío y entro en calor.
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Por Siempre Será Verano
RomansaUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...