Viernes, 1 de julio del 2014
En cuanto escucho el motor del auto me pongo de pie y tomo el bolso de la cama, observo mi reflejo en el espejo y me aseguro de que hasta el más corto mechón de cabello esté en su sitio. Una vez he hecho desaparecer arrugas imaginarias de mi vestido rosado con estampado de puntitos blancos, voy a la planta baja.
Camilo me espera en la sala, lo primero que advierto es en lo bien que le luce la camisa vinotinto que lleva, lo segundo es que está mirando el jarrón de vidrio en el que hay unas marchitadas margaritas. Sus ojos se alzan hacia mi y las comisuras de sus labios saludan el infinito.
– ¿Hasta cuando van a estar ahí?
Miro las flores y me lamento interiormente porque hayan secado de forma tan rápida.
– No puedo deshacerme de ellas. Míralas, son perfectas.
Camilo sonríe, me toma de la mano y me acerca a él. Me da un beso en los labios y dice:
– No sé que voy a hacer contigo. –––dice mientras me mira como cuando te metes en un lío y luego no sabes como salir de él––– Me encantas. Estás hermosa y me encantas. ¡Y como me encantas!
Sonrío y le doy un beso en los labios. Sin lugar a dudas él ha sido la sorpresa más grata que me ha dado la vida.
– Ya tortolitos, váyanse, un minuto más y entro en coma diabético. –––se queja Sandra, quien hasta entonces había permanecido en un segundo plano–––
Camilo sonríe y me toma de la mano.
– ¿Lista para un día solo de nosotros dos? –––pregunta en ingles–––
– Lista. –––afirmo en el mismo idioma–––
Camilo levanta la mano hacía Sandra y dice:
– Adiós.
– Adiós –––responde mi amiga imitando su gesto de despedida con la mano–––
Abandonamos la casa y afuera nos recibe un sol fantástico y un clima cálido, más o menos estamos a unos veintiséis o veintisiete grados. Camilo abre la puerta del auto para mí y yo entro. Estoy emocionada y es que por primera vez iremos a la Joya Cove Beach, aparte, hoy me siento llena de energía y de buen humor.
– Aquí vamos. –––dice Camilo mientras pone el auto en marcha–––
Quisiera que este verano fuera eterno, juro que no me importaría pasar toda mi vida escuchando las risas de Camilo o viendo el negro de sus ojos. Me he acostumbrado tanto a su voz, a su contacto, que no se como voy a poder olvidarlo cuando todo esto termine. Aún nos quedan nueve días juntos, pero son los días a los que más les temo, pues ellos marcan el fin de esta historia de verano en San Diego, el fin de nuestra historia.
Todo es sorprendente, no pensé que estas vacaciones fueran a ser así; Camilo y yo, había pensado que al contrario seríamos Sandra y yo, pero no, desde el primer día siempre fue con el chico de ojos oscuros. Es como si todo estuviera decretado desde el principio, los encuentros casuales, la conexión... cada segundo tengo más claro que le quiero, pero decirlo me asusta.
Observo el perfecto perfil de su rostro y sonrío, porque soy afortunada de tenerlo a mi lado, porque me encanta, porque le quiero. Me inclino hacia él y ya que no soy capaz de decirle esas dos palabras que luchan por salir al exterior, le doy un beso en la mejilla. Camilo me mira extrañado por mi repentina muestra de afecto e inquiere:
– ¿Y eso?
Me encojo de hombros y sonrío.
– Eso es porque cuando se acabe el verano no quiero reprocharme no haberte dados los besos suficientes.
Camilo sonríe y extiende su mano, invitándome a entrelazar mis dedos con los suyos. Acepto la invitación y de inmediato nuestras manos se acoplan a la medida justa y perfecta. Camilo me da un beso en el dorso de la mano y dice:
– Eres tan dulce y hermosa que pareces mentira. Y yo que pensé que iba a ser un verano difícil...
Sus últimas palabras llaman mi atención, ¿difícil? Acomodo la cabeza en el respaldo del asiento y pregunto:
– ¿Por qué pensaste eso?
No sé si son ideas mías, pero parece que mi pregunta lo incomoda, su rostro se muestra serio e incluso tensionado. Durante unos segundos no dice nada y me pregunto si fue impertinente hacer aquella pregunta, aunque no pregunté nada del otro mundo, ¿o si? Tal vez es algo demasiado personal que le cuesta compartir y vengo yo y meto la pata con la pregunta. Abro la boca para cambiar de tema y aliviar la repentina tensión, pero Camilo dice:
– Mis vacaciones fueron infundadas por algunos asuntos personales. Digamos que no estaba pasando el mejor de los momentos y necesitaba venir aquí a pensar, estar solo y reflexionar sobre muchas cosas que me tenían la cabeza hecha líos y me estaban desenfocando de mis obligaciones laborales.
Aquello me deja mucho más curiosa y es que no comprendo porqué no se marchó con sus amigos a México, ¿no se pasan mejor los tragos amargos rodeado de las amistades? Sin poder contener la curiosidad le pregunto al respecto, a lo que el responde:
– Necesitaba estar solo. Y si, puede que con mis amigos fuese sido mejor, pero en realidad yo dudo que me hayan hecho tan bien como tú. –––dice y vuelve a besarme en el dorso de la mano–––
Decido dejar el tema hasta ahí y no preguntar más sobre ello, se nota que no disfruta hablando del asunto en cuestión y tampoco es algo que a mi me incumbe. Algo me dice que pueden ser asuntos familiares, aunque es raro, ya que antes me había hablado de su familia y no noté ninguna clase de tensión en su rostro, o puede que quizás no le haya prestado atención a sus facciones, y de haberlo hecho no de le di importancia.
– La tarde está perfecta. –––digo, mientras observo el precioso cielo azul lleno de espesas nubes blancas, a través del la ventanilla.–––
– Sí, como para ir a playa. –––comenta y me mira con una son–––risa
Llegar a la Jolla solo nos toma unos quince minutos, los cuales se me hicieron mucho más cortos debido a las conversaciones con Camilo. Es toda una sorpresa para mí encontrarme con que en el lugar no hay muchos autos, había pensando que estaría a rebosar de turistas, pero no, parece que va a ser una tarde relajada.
La vista es hermosa, desde el acantilado todo parece exuberantemente bello. Las aguas cristalinas del Océano Pacífico que se extiende a lo largo y ancho de muchos metros, es sorprendente aquella grandeza. Observo la cantidad de rocas que adornan la arena, hay de todos lo tamaños, a montones. Sentados en las rocas más grandes hay algunos turistas conversando, sin embargo son pocas las personas que hay, miro de derecha a izquierda buscando más flujo de gente, pero no, el lugar está muy tranquilo. ¡Es idílico!
– Esto es grandioso. –––observo mientras me sujeto de las barandas que sirven de seguridad–––
Camilo detrás de mi, me da un beso en la sien y apoya su barbilla en mi hombro.
– Sí, es muy hermoso.
Durante unos segundos no decimos nada, solo nos quedamos observando la belleza de la naturaleza. Camilo se aparta y me toma de la mano, juntos bajamos las largas escaleras que descienden hasta la orilla de la playa y caminamos por encima de las rocas hasta llegar a una roca muchísimo más grande, donde subimos y tomamos asiento. El sonido de las olas chocando contra las rocas es relajante e hipnótico, y ni hablar del fresco viento que choca con nuestra piel.
– Quisiera hacer de este verano algo eterno.
Lo miro. Pero él no me mira, tiene sus oscuros ojos en el mar. Yo quisiera lo mismo, quisiera inmortalizar estos momentos junto a él, no me siento preparada para dejarle ir, para darle fin a nuestra historia.
– En una semana todo habrá acabado.
Él no responde, sabe que tengo razón, que esto es efímero, lejos de aquí hay una vida que nos reclama a gritos y no podemos hacer oídos sordos a ese llamado. Sus ojos se encuentran con los míos y una enorme sonrisa tira de sus labios. De un rápido movimiento se pone de pie y de un tirón se quita la camisa vinotinto que escondía su esculpido cuerpo, lo observo embobada, sus abdominales marcados y sus brazos fuertes son arte, juro que él es arte. De un salto baja la roca en la que estamos y luego me dice desde abajo:
– ¿Qué, te quedas?
Sonrío divertida por su juego y me pongo de pie, me desprendo del vestido que llevo y lo dejo caer junto a su camisa, quedando sólo con un bañador negro. Bajo con cuidado de la roca y lo sigo hasta la playa, donde Camilo me carga en sus brazos y se lanza conmigo hacia el agua, mientras yo cierro los ojos con fuerza y me tapo la nariz con las manos.
En cuanto salimos a flote Camilo me toma de la cintura y me acerca a él, sus labios se acercan a los míos y yo cierro los ojos para besarle, pero sus labios nunca tocan los míos, al contrario, lo que siento es algo más duro; sus dientes en mi mejilla. Intento apartarme pero él me abraza con fuerza y me muerde, aunque sin apretar demasiado.
– No. –––grito en medio de la risa–––
Camilo ignora mi protesta y muerde mi clavícula, mientras yo hago lo posible por liberarme, aunque con muy poca fuerza debido a la risa. Lo que consigue que me libere es una ola que lo hace perder el equilibrio y nos tira a ambos al fondo, haciéndome tragar agua salada. Me pongo de pie primero que él, y cuando él también lo hace lo empujo con fuerza y lo aviento nuevamente hacia el agua.
– Eso ha sido a traición. –––se queja y se pasa la mano por el rostro para quitar de él el exceso de agua–––
Sonrío victoriosa y me aferro a su cuello. Observo las diminutas gotitas de agua que hay en sus pestañas y como su color de cabello se ha oscurecido por la humedad. Está muy guapo. Acerco mis labios a los suyos y le beso, un único y largo beso.
Nos quedamos mirando en silencio y su mirada me revuelve el estómago no, las famosas mariposas de las que tanto se hablan en las novelas y películas de amor ahí están, aleteando dentro de mí, levantando tormentas de sentimientos. Jamás creí que esto fuera posible, y aún no entiendo como o en que momento sucedió. ¿Cómo me enamoré de él en tan poco tiempo? ¿Cómo dejé que sus ojos se convirtieran en todo? Esto no va a terminar bien, al menos no para mí.
Mi garganta pica de deseo, quiere dejar salir las palabras, darles libertad. Pero para mi no es algo tan sencillo, no es solo como decirle que le quiero, no, es mucho más que eso, y es que el confesarle aquello sería como hacer una sentencia de mi muerte de forma pública. ¿Cómo se le dice a una persona pasajera que te has enamorado? Yo no sé como hacerlo. Antes de que pueda sucumbir al deseo de pronunciar esas dos palabras, me lanzo al agua y nado lejos de él, luego le hago señas para que haga lo mismo. De esa forma mi boca no dice nada.
Sentados en la misma roca de minutos antes, ya vestidos, Camilo y yo observamos a los turistas que han ido llegando, no son demasiados aún, pero los suficientes para que el lugar no se vea tan desierto como antes.
– ¿Qué crees que diría tu hermano si se enterase de lo nuestro?
La pregunta me hace sonreír de solo imaginar la cara de Gustavo. Creo que decir que se pondría furioso es poco, mi hermano es demasiado sobre protector, especialmente después de lo sucedido con Francisco, supongo que el ver a su hermana menor llorando por un chico que le fue infiel no le agradó demasiado, después de todo, ¿a quien le gustaría ver sufriendo a la persona que ama?
– A ti te asesina de seguro.
Camilo se ríe y me da un beso en la frente.
– ¿Qué tiene en contra de los turistas?
Me encojo de hombros. No lo sé, también me lo pregunto, cuando regrese a casa tendré una larga conversación con él y le exigiré que me cuente de ese o esa turista que lo dejó tan traumado.
– Quisiera saber eso mismo.
– ¿Siempre ha sido así de protector?
Solo necesito pensarlo unos segundos para llegar a la misma conclusión de minutos antes.
– Sí, Tavo y yo hemos sido muy unidos desde niños. Sin embargo, ahora está mucho más protector que antes.
Camilo se echa hacia atrás y apoya sus manos en la roca, mientras pone toda su atención en mis palabras.
– ¿Y eso a que se debe? –––se interesa–––
Antes no podía hablar de Francisco sin echarme a llorar, y es que de verdad me afectó aquella traición por su parte, yo lo llegué a querer mucho, fueron casi dos años de relación sólida y aceptada por mis padres. Pero ahora, a tres meses de nuestra ruptura, ya no siento nada, ni rabia, ni desprecio, ni resentimiento, ni mucho menos dolor, no hay nada. Francisco es un ciclo cerrado en mi vida.
– Hace tres meses atrás terminé con una relación de casi dos años, mi novio en aquel entonces fue aceptado por mis padres e incluso le tenían mucho cariño. Todo marchaba bien entre ambos, nos entendíamos a la perfección y nos queríamos, o al menos eso pensaba... lo encontré con una compañera de la universidad. –––digo y hago una pausa por unos segundos para tomar aire––– Me afectó mucho aquello, y aunque Sandra fue mi pañuelo de lágrimas, Gustavo sabía cuanto me dolió. El mes previo a nuestra ruptura fue difícil. Desde entonces mi hermano es así. –––confieso–––
Camilo asiente de forma comprensiva y durante unos segundos parece ido, como si algo estuviese pasando por su cabeza. Pero rápidamente se recompone y dice:
– ¿Y quién podría cuestionarlo? Tengo una hermana que amo con mi vida y tampoco me gustaría que nadie le hiciese daño.
Sonrío. Se nota el cariño que le tiene a la chica, si no fuera porque es su hermana creo que hasta me pondría celosa. Camilo se yergue y me rodea los hombros con su brazo, yo apoyo mi cabeza en su hombro y cierro los ojos.
– ¿Y si nos quedamos aquí para siempre? Tú y yo.
Camilo no dice nada. Supongo que hacer planes absurdos no valen de nada y me lamento que sea así, que nos hayamos tenido que cruzar en estas circunstancias. ¿Podía haber una historia más cliché que esta?
– Eso sería perfecto. –––dice largos segundos después y me besa en los labios––
Son las seis de la tarde cuando abandonamos la hermosa playa de La Jolla Cove. Camilo y yo caminamos hasta su auto y entramos en el cálido interior de este.
– ¿Qué tal te parece la comida mexicana?
– Nunca he comido comida mexicana. –––confieso–––
Camilo me mira como si aquello fuera algo inédito y dice:
– Eso hay que solucionarlo.
Camilo me lleva a un pequeño restaurante de comida mexicana, el establecimiento es sencillo y luminosos, lleno de pequeñas mesas redondas de madera pintada de blanco y sillas del mismo color. Una bandera de color verde, blanco y rojo adorna un lado de la estancia, en forma de tributo a México, además en las mesas hay pequeños sombreros de mariachis con el nombre del lugar. Todo está adecuado a la cultura mexicana. Es hermoso y agradable.
Camilo y yo tomamos asiento y una chica de cabello castaño y de ojos azules clarísimos se nos acera. Sonríe dejando a la vista unos dientes con un pequeño espacio entre ellos y nos da la bienvenida. Cuando la carismática mesera pregunta si queremos ver la carta Camilo dice que no es necesario y pide cinco tacos, guacamole y nachos con carne, la chica sonríe y toma el pedido.
– ¿Vamos a poder con todo? –––indago, asombrada por su orden–––
Camilo asiente afirmativamente, con seguridad. Yo tengo mis dudas al respecto, al menos no creo poder con dos tacos y además de eso los nachos con carne. Eso suena a demasiado para mi estómago.
– ¿Tanta hambre tienes?
Camilo sonríe y se inclina para poder darme un beso en los labios.
– ¿Quieres que mañana vayamos a desayunar juntos?
Me lo pienso. No sé si a Esmeralda le agrade que salga temprano de casa, digo, ella está al tanto de que tanto Sandra como yo nos vemos con los chicos, pero no es lo mismo hacerlo cuando ella no está en casa a hacerlo cuando si lo está, ¿o si?
– A mí me encantaría. Pero no lo sé, ya sabes que la hermana de Sandra no se va a trabajar si no es hasta el medio día.
Me pregunto si hablar con ella y decirle que voy a hacer algo temprano sirva de algo, no es como que me vaya a creer, Esmeralda no tiene un pelo de tonta, pero sería una manera de decirle que voy a salir con Camilo de forma indirecta. No estoy segura, pero creo que puede que la mujer acceda, de igual forma, sabe que lo veré, ya sea un par de horas más tardes o no.
– Yo te confirmo. Esmeralda puede ser muy bipolar.
Y es verdad, hay días en que la mujer nos pregunta como va todo con los chicos y otras en la que hace como si no existieran, hay días en los que nos dice que lo mejor de nuestra edad es el arriesgarse y otros en los que nos dice que cuando acabe el verano vamos a sufrir las consecuencias de nuestras alocadas hormonas. Sandra y yo ya nos hemos acostumbrado a esas dos etapas.
El celular de Camilo empieza a sonar y él lo extrae del interior de su pantalón, observa en la pantalla el nombre de la persona que se está poniendo en contacto y de pronto su rostro cambia de expresión rápidamente, parece desconcertado y nervioso, me mira y yo le hago una mueca de incomprensión, no entiendo a que se debe el repentino cambio, ni que tiene esa llamada que ha borrado el buen humor de su rostro. El celular sigue sonando y Camilo no contesta, por su expresión intuyo que no sabe si atender o no, su actitud me desconcierta y preocupada pregunto:
– ¿Qué pasa? ¿Está todo bien?
Camilo me mira y asiente.
– Ss, sí, toda está bien. Es... –––dice y observa la pantalla del celular unos segundos y vuelve a mirarme––– del trabajo. –––responde al fin––––
Asiento a sus palabras, mientras lo miro con atención. Parece realmente ensimismado. Su celular sigue sonando, incluso parece que ahora lo hiciera de forma más insistente, pero él no parece escuchar, así que digo:
– Ey, ¿no vas a atender?
Camilo parpadea como si estuviera volviendo en si y asiente afirmativamente, desliza el teléfono verde a un lado y se lleva el celular a la oreja. No dice nada, parece que la persona del otro lado es quien habla y parece que no le tiene buenas noticias porque su rostro está tensionado, tanto que me preocupa. ¿Habrá ocurrido algún problema con el lanzamiento del libro? Espero que no, Camilo ha estado trabajando muy duro para ello.
– Entiendo. Pero ahora no puedo hablar, cuando llegue al hotel te marco y me platicas. Hasta luego.
Por el tono serio de su voz deduzco que definitivamente le han dado malas noticias.
– ¿Ha pasado algo? –––indago, preocupada–––
Él sonríe levemente y niega con la cabeza.
– No, no te preocupes.
Sus labios dicen una cosa pero sus oscuros ojos dicen otra, y es que parecen confusos.
– ¿Seguro?
Camilo vuelve a sonreír, aunque en esta ocasión con más ganas, su ojos se ponen mucho más pequeños y me tranquiliza un poco aquel gesto. Tal parece que la llamada no hay sido tan grave como aparentaba.
– No te preocupes. Seguro que sí. –––dice y apoya su mano en mi mejilla para luego inclinarse y darme un dulce beso en los labios–––
Minutos después se acerca la chica que nos tomó el pedido, pone en nuestra mesa un gran plato redondo en el que hay cinco tacos rellenos de lo que parece ser pollo y verduras, nachos con carne, dos recipientes rellenos de salsas y uno con guacamole.
– Gracias. –––dice Camilo a la chica, quien le sonríe y nos desea un buen provecho antes de marcharse–––
Observo el plato gigante repleto de comida y pienso que no vamos a poder con tanto, nada más de ver todo lo que hay como que me siento llena.
– Esto luce fabuloso. –––comenta Camilo, quien le echa salsa verde a uno de los tacos y le da un gran mordisco–––
Camilo levanta los pulgares a modo de aprobación, diciendo con aquello que la comida está buenísima, así que lo imito y también le pongo de la salsa verde a mi taco, lo acomodo para que no se me bote el relleno y le doy un mordisco. No sé que a qué esperaba que supiese, pero me sorprende lo delicioso que está, así que le doy otro mordisco, esta vez con más confianza.
Me limpio la boca con una servilleta y digo:
– Está delicioso esto.
– Te dije que tenías que probar la comida mexicana, es una pasada.
Termino de comer mi taco y ya Camilo va por el segundo. Es increíble lo mucho que comen los hombres, es como si tuviesen un agujero en el estómago. Tomo un segundo taco y le echo guacamole, le doy un mordisco y hago una mueca de placer ante el exquisito sabor.
– Ponle esta, está buena. –––dice señalando la salsa roja–––
La salsa tiene muy buen aspecto, pero en vez de ponérsela al taco, tomo un nacho con carne y le echo varias cucharadas de la salsa, y justo en el momento que me la llevo a la boca Camilo dice alarmado:
– Espera...
La cara de Camilo es expectante, me mira con atención y yo no entiendo el porqué hasta que la salsa hace contacto con mi lengua y garganta. El ardor es inmediato, como si tuviese la boca en llamas. Respiro por la boca intentando aliviar el ardor, pero no lo consigo y empiezo a toser, Camilo se pone de pie y me hace señas para que respire, cosa que intento, pero el fuego en mi garganta me lo complica.
Dos meseros se nos acercan al percatarse de que no estoy muy bien y escucho que Camilo les pide un vaso de leche, así que uno de los meseros se aleja corriendo en busca de la bebida. El ardor en mi garganta parece intensificarse a cada segundo, es como si tuviese fuego en la lengua, la sensación es angustiosa y horrible y parece que nunca fuera a desaparecer.
– Respira, Nat. –––me dice en tono preocupado–––
Yo no puedo seguir sentada así que me pongo de pie, en eso un mesero me tiende un vaso lleno de liquido blanco y lo tomo como si de ello dependiese mi vida y lo bebo hasta el fondo. El ardor disminuye considerablemente de inmediato, y yo inhalo y exhalo un par de ocasiones y tomo asiento nuevamente. Camilo se pone en cuclillas frente a mi y pregunta:
– ¿Estás mejor?
Asiento afirmativamente y tomo una botella de agua que hay en la mesa, la destapo y bebo un gran sorbo.
– Ya está bien. Muchas gracias. –––dice Camilo a los meseros que aguardaban a nuestro alrededor–––
Estoy tan avergonzada que ni siquiera los miro para dedicarles aunque sea una sonrisa. La personas que ocupan los demás sitios tienen su mirada en nosotros y es que he montado un gran espectáculo.
– ¡Dios, que vergüenza!
Camilo sonríe divertido y se pone de pie, me da un beso en la coronilla y vuelve a ocupar su asiento.
– Te he dicho que esperaras, Nat. ¿Pero como se te ha ocurrido echarle tanto chile?
¿Chile? ¿Como rayos yo iba a saber que esa cosa era chile? Además, la salsa verde no picaba siquiera un poco y él tampoco me advirtió a tiempo, le echo una mirada furibunda y le doy otro trago a la botella de agua.
– Casi muero por tu culpa.
Camilo se ríe y dice:
– No seas exagerada.
– Si fuese tu garganta la que se hubiese estado incendiando no creo que dijeras lo mismo. –––digo en tono despectivo–––
Como si hubiese dicho el más gracioso de los chistes Camilo se ríe a carcajadas, su risa es tan contagiosa que se me pasa el mal humor y me uno a él, y es que ha sido una de esas experiencias que no creo olvidar nunca.
– ¡Dios, me encantas tanto! –––exclama y toma mis manos y me da un beso en los nudillos de los dedos–––
Me niego a comer siquiera un nacho más, lo último que quiero es repetir la escena anterior. Ya estuvo bueno de comida mexicana por hoy, si no es que por el resto de mi vida. Camilo se ríe de mi por mi abstinencia a probar un bocado más y sorprendentemente él termina con todo. Como le hizo para acabar con todo no lo sé, pero lo hizo, de cosa y dejó las salsas. Me pregunto como le hace para comer como come y tener el cuerpo que tiene, es casi injusto.
Camilo cancela la cuenta y nos marchamos del establecimiento, a modo de recuerdo nos regalan el sombrero de mariachi que adornaba la mesa, aún cuando le dije a la chica que no era necesario, que con el chile tenía suficiente.
A las ocho de la noche llegamos a casa de Esmeralda, Camilo deja el coche aparcado a un lado de la casa y me dice que caminemos un rato, así que entrelazo mis dedos con los suyos y hago lo que pide. La calle está sola como de costumbre, el vecindario de por si es tranquilo, solo en las tardes se ve gente caminando, especialmente personas mayores que sacan a pasear a sus mascotas, según dice Esmeralda, esto se debe a que muchas familias pasan el verano en otros sitios, así que muchas de las casas están solas.
– ¿Qué tal te ha parecido La Jolla? –––indaga Camilo–––
– Bellísima. –––respondo–––
Él sonríe y se detiene, me mira a los ojos y afirma:
– Tú eres mucho más bella.
Me inclino y le doy un beso en los labios, cálidos comparados con el viento que sopla, suaves y adictivos. Podría besarlo todos los días de mi vida, no me importaría en lo absoluto.
– Gracias por la cena.
Camilo sonríe con diversión y dice:
– Aún cuando casi mueres.
– Aún cuando casi muero. –––respondo y sonrío–––
Continuamos caminando un par de calles más, hablando del cielo, de la brisa y de la tranquilidad de la noche. Nos reímos de bromas tontas y luego, cuando el viento se vuelve mucho más helado, regresamos a casa de Esmeralda. Busco la llave de la puerta dentro del bolso y cuando me hago con ella la introduzco en el pomo y abro. Me recibe un silencio total en la casa, todo está oscuro, excepto por un foco encendido cerca de la cocina, Sandra y yo lo dejamos encendido, Esmeralda nos acostumbró, nunca le pregunté el porqué, aunque creo que es para que la gente del exterior crea que hay alguien en casa y de esa forma mantener lejos a los intrusos, aunque no lo sé, el barrio se ve bastante tranquilo y poco peligroso, quizás solamente es para no llegar y ver todo oscuro y aterrador. Ya le preguntaré sobre ello en otro momento.
– Nos vemos mañana, bonita. Descansa.
Niego con la cabeza y rodeo su cintura con mis brazos y apoyo mi cabeza en su firme pecho.
– No te vayas aún. –––le pido–––
Camilo me abraza y yo cierro los ojos. El día de hoy ha sido tan perfecto que no quiero que acabe aún, no quiero que él se marche. Respiro su aroma y siento que cada partícula de mi se llena de su olor, de él. Sus manos acarician mi cabello y lo disfruto tanto, amo sus mimos.
Camilo me aparta con suavidad unos centímetros y con su dedo levanta mi barbilla, dejando nuestros ojos a la misma altura. Sus esferas oscuras me miran de forma tan mágica que las mariposas en mi estómago hacen de la suya y solo quiero decirle que amo cuando me mira de esa forma en la que me hace sentir la mujer más hermosa del universo, que le quiero. Sobre todo que le quiero.
Sus labios se acercan a los míos y me besa con fuerza, su enorme mano se enredan en la parte trasera de mi cabello con firmeza y la otra me retiene por la cintura. Yo apoyo mi mano en su pecho y le devuelvo el beso con la misma intensidad y el mismo frenesí, saboreo su boca y disfruto de la suavidad de sus labios. Camilo, quien lleva el ritmo del beso, de pronto lo cambia por completo y de un beso frenético pasamos a uno suave y lento que pone a mi corazón a gritar de sentimientos. Sus manos se apoyan en mis mejillas y me mira unos segundos, luego me da un beso en la punta de la nariz y yo digo:
– No quiero que el verano termine.
Camilo sonríe con dulzura. Tiene la sonrisa más bella del universo, de esas que vez en la calle y te hacen detener para contemplar; porque sabes que será la ultima vez que la veas y necesitas apreciarla y guardarla dentro de tu mente. Esa es su sonrisa. Sus dedos peinan mi rubio cabello y sus labios se abren y dejan salir las siguientes palabras.
– Podemos hacer que por siempre sea verano.
Aquello me hace sonreír. No tengo lugar a dudas de que lo voy a echar en falta, y es que dudo encontrarme con alguien que tenga unos ojos siquiera remotamente parecidos a los suyos; igual de oscuros, igual de pequeños e igual de redondos, dudo que pueda volver a ver esa forma de labios tan peculiar; esa forma que no se puede describir porque simplemente tienes que verla, dudo que alguien muerda su mejilla exactamente como él lo hace sin darse cuenta, o que a alguien le pueda lucir tanto el blanco como luce en su piel blanquísima y cálida, o dudo que alguien pueda ser tan romántico y cursi como él; porque ya mis oídos se han acostumbrado a sus frases y citas de escritores o libros reconocidos, pero lo que más dudo en realidad es que alguien reúna todas estas cualidades.
Le quiero, sin lugar a dudas lo hago. Y me gustaría poder decirlo, poder sacar esas dos palabras que están atoradas en el fondo de mi pecho. Cierro los ojos y lo intento, así que digo:
– Te quiero. –––las palabras se deslizan en mi boca con torpeza y suavidad, apenas en un susurro incluso para mis oídos, como si fuesen ajenas–––
Abro los ojos y observo que en la mirada de Camilo hay una expresión de sorpresa, y un brillo radiante en sus ojos.
– ¿Qué has dicho?
Mi corazón está acelerado por los nervios, pero eufórico y contento porque le he complacido. Inquieta aparto la mirada y repito nuevamente:
– Te quiero.
Su mano me toma suavemente de la barbilla y me hace mirarlo, con su mano justo allí me pide:
– Nuevamente, por favor.
Muerdo mi labio. Había pensado que decirlo sin mirarlo seria más fácil, pero no, resulta que teniendo esos ojos que tanto me pueden mirándome expectante, todo resulta más sencillo, las palabras se deslizan por mi garganta casi sin permiso.
– Te quiero. –––digo por tercera vez–––
Una enorme sonrisa aparece en el rostro de Camilo y me hace sonreír a mi también, parece feliz y enternecido. Pone sus manos en mi mejilla y me da un único, romántico y profundo beso.
– ¡Dios! ¿Cómo es posible que suene tan tierno y sexi en tus labios? Me matas, Nat. Eres tan jodidamente hermosa que desde el primer instante que te vi ya no pude dejar de hacerlo y no te imaginas como de loco me traes. ¡Eres perfecta!
Pega su frente a la mía y cierra los ojos.
– Mi niña dulce... te quiero, como si fuese algo congénito te quiero –––dice abriendo los ojos–––
Y justo allí supe que este verano siempre lo llevaría tatuado en mi alma.
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Por Siempre Será Verano
RomanceUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...