Jueves, 26 de junio de 2014.
Luzco mucho mejor, digo, aún se ve un poco inflamada la comisura de mi labio, sin embargo es algo muy leve, casi inexistente. Ahora solo espero que Esmeralda crea en la excusa que Sandra y yo nos hemos inventado, porque lo que menos nos conviene ahora es que la mujer nos haga un interrogatorio, ya la he conocido suficiente para saber que tiene una capacidad única para sacar la verdad, es casi aterrador.
– Ven déjame y te ayudo.
Sandra pone sus manos en mis hombros y me sienta en la cama y analiza mi rostro con minuciosa atención.
– No creo necesario ponerte maquillaje, ya casi desaparece el golpe.
Yo le doy la razón, ya casi desaparece, o tal vez es que a nosotras nos lo parece porque el día de ayer vimos una hinchazón aterradora y ahora está mucho más reducida, pero Esmeralda en esta ocasión tiene un panorama más objetivo y puede ver más que un simple golpe, aunque espero que no sea así y de serlo; bueno, que al menos crea en mi palabra.
Sandra y yo salimos de la habitación directamente a la planta baja, donde como todos los días nos encontramos a Esmeralda sentada al rededor de la mesa; tomando su desayuno típico: ensalada de frutas, zumo y beicon. La mujer nos da los buenos días y señala los platos servidos. Tomo asiento a su lado, esperando que advierta en el golpe, pero ella parece distraída, no nos mira verdaderamente.
– ¿Va todo bien? –––indaga Sandra, quien al parecer también ha reparado en la actitud taciturna de su hermana–––
Esmeralda se lleva un trozo de papaya a la boca y se toma su tiempo para masticarlo y digerirlo.
– Sí, solo estoy pensando en el trabajo. Nada importante. ¿Y ustedes qué, ¿qué tal les fue...
La mujer se queda en silencio en cuanto ve mi rostro, sus ojos se abren ante el asombro y rápidamente indaga:
– ¿Qué te ha sucedido?
Su mano toma mi barbilla para supervisar más de cerca la herida, pero yo me alejo, aunque he amanecido mejor del golpe, aún me duele un poco.
Sandra se ríe y toma un sorbo del zumo de manzana.
– Lo que pasa es que Nat es una excelente deportista, deberías de ver lo bien que se le da el voleibol.
Le echo una mirada furibunda a mi amiga y me llevo la mano a la herida.
– Es que yo soy buena, lo que pasa es que tu equipo se tomó el partido muy a pecho y casi que me dejan la cara del revés. –––me quejo–––
– No seas cobarde, solo fue un simple golpecito. Aparte, no fue adrede.
– ¡Un simple golpecito, claro!
Esmeralda vuelve a tomarme de la barbilla y a inspeccionar, ahora más detalladamente y con más suavidad, "la herida que el balón dejó en mi rostro". La mujer niega con la cabeza y me libera de su agarre.
– Mira como han dejado a la pobre, Sandra. Deben tener más cuidado, de haber sido algo más grave; ¿que le iba a decir a sus padres?
No me había dando cuenta que estaba tan tensionada como ahora; cuando siento como cada músculo de mi cuerpo se relaja, parece que Esmeralda se ha creído lo que le hemos dicho, lo cual es fantástico. Suspiro aliviada y pongo mi mejor cara de víctima, aunque no es como que sea falso, la verdad es que si he sido una víctima, la diferencia es que mi victimario ha sido un infeliz y no un balón.
– Estoy bien. No te preocupes.
– Sí, bueno, gracias a Dios que no ha sido nada mayor.
Sonrío. Yo también le agradezco a Dios que aquello no pasó a mayor, de que Camilo llegó justo a tiempo y que todo quedó en un suceso de pesadilla, que aunque de seguro no voy a poder olvidar pronto (si es que llego a hacerlo algún día), al menos siempre tendré presente que todo pudo ser mucho peor.
– ¿Cuándo te cambian el turno? ¿Siempre estás de noche? –––pregunta mi amiga cambiado de tema–––
Esmeralda se lleva el último bocado de fruta a la boca y se bebe lo que restaba de zumo.
– Por ahora no habrán cambios, es un mes con el turno que estoy manejando.
– ¿Y desde cuando iniciaste?
– Uno o dos días antes de que ustedes llegaran. –––responde a mi amiga y se pone de pie––– Tengo que irme. –––anuncia–––
– ¿Ya? ¿No entras hasta el medio día?
Esmeralda lleva la loza hacia el lavavajillas y la deja en este.
– Sí, antes voy a hacer unas cosas. –––responde sin dar detalles–––
Ni Sandra ni yo preguntamos que cosas hará, simplemente asentimos. Esmeralda entra al cuarto de baño y se cepilla los dientes, luego toma su bolso y sale de casa, aunque no antes de despedirse y de advertirnos que tengamos mucho más cuidado. En cuanto quedamos solas le echo una mirada a Sandra de alivio y digo:
– Al fin le ganamos una.
Sandra toma aire y lo suelta de forma dramática.
– ¡Ya era hora!
Sonrío. No contarle la verdad a Esmeralda fue lo mejor, no estoy segura de que habría hecho la mujer si se hubiese enterado de que en realidad el golpe me lo hizo un chico, debido a que me resistí a ser abusada sexualmente. Pensar en el abuso me causa una sensación desagradable, es como si mi cuerpo advirtiera peligro y me lo hiciese saber. Respiro profundo para apartar la sensación de ser acechada y cambio el rumbo de la conversación.
– Anoche ya no hablamos, ¿cómo le fue a Steve en la competencia?
Sandra sonríe como tarada y se acomoda en el asiento. Observo como sus ojos brillan y me pregunto si me sucede lo mismo con Camilo, si cuando lo oigo mencionar también adquiero la misma expresión nefelibata, aunque claro, no sería en vano, si hay alguien que parezca una onírica ese es Camilo.
– Estupendo. Ya solo quedan dos competencias más. Por cierto, Camilo lo ha estado ayudando a practicar, al parecer, según lo que me ha comentado Steve, es muy bueno con el surf.
Asiento afirmativamente. Ya Camilo me había comentado antes que años atrás solía tomarse muy en serio el deporte y que tiene una buena cantidad de trofeos, aunque aún no sé que tan cierto es esto último, no estoy segura de si lo dijo bromeando o si al contrario hablaba en serio.
– Sí, algo me ha comentado Camilo.
Sandra se toma de un solo sorbo el zumo de manzana y con la punta de los dedos echa el plato con el resto de desayuno (apenas tocado) hacía atrás, dejando claro que no le apetece comerlo.
– Yo estoy segura de que Steve va a ganar ese torneo, se está esforzando mucho.
– De seguro así será.
Ambas nos miramos con suspicacia cuando llaman al timbre de la puerta. Camilo. Camilo ha llegado nuevamente sin avisar y yo estoy en pijama y ni siquiera me he bañado. Me pongo de pie y me escondo en las escaleras, en el tercer escalón, quedando oculta de los ojos del exterior.
– Abre. –––le digo a mi amiga–––
Sandra se pone de pie y se mira la ropa; una sudadera ancha y una camisa blanca de tirantes bastante suelta y desgastada.
– ¿Por qué Camilo no avisa antes de venir? ¿Y si hubiese estado Esmeralda en casa? ¡Dios, acaba de marcharse!
Yo hago una mueca de exasperación y la insto, mientras gesticulo con las manos que vaya a abrir. Sandra me mira de mala gana y se aleja, el timbre de entrada suena nuevamente, segundos antes de que mi amiga abra la puerta.
– ¿Steve? –––inquiere en un tono que denota sorpresa–––
Salgo de mi escondite al escuchar el nombre del rubio. El chico le dedica una enorme sonrisa a mi amiga y le da un beso en los labios. El que sea Steve y no Camilo es decepcionante, estaba esperando escuchar su voz, pero no.
– Buenos días. ¿Cómo amaneces?
Hay un intercambio de palabras antes de que el chico repare en mi presencia. En cuanto sus ojos se encuentras con los míos levanta la mano a modo de saludo y yo le devuelvo el gesto acompañado con una leve sonrisa.
– ¿Cómo te encuentras? –––indaga–––
Me acerco a ellos y ladeo la cabeza para que pueda ver que el golpe luce mucho mejor que ayer.
– Bien.
Steve asiente y de pronto nos quedamos en silencio y no en un silencio cómodo, sino todo lo contrario. Por un lado el hablar de lo ocurrido es muy embarazoso para mi y por otro lado sé que para Steve también es algo incómodo debido a que Lucas estaba departiendo con sus amigos aquel día y como bien él me lo hizo saber ayer; se siente culpable por ello.
– Y bien, ¿a qué se debe esta visita? –––indaga mi amiga–––
El rubio parece aliviado de que mi amiga haya llenado el silencio. Sonríe y dice:
– Los chicos van a hacer una barbacoa en casa de Ryan, vine a por ustedes. –––dice sonriente, como si fuera el mejor de los planes–––
Sandra me mira en cuanto las ultimas palabras salen de la boca de Steve. Yo niego con la cabeza rápidamente.
– Yo no iré. –––anuncio–––
– Solo estaremos nosotros. Nada de extraños. –––afirma el chico–––
No se necesita ser demasiado inteligente para entender que con esa explicación se refiere a Lucas. Sin embargo, aún cuando sea una reunión de amigos, yo no me siento cómoda asistiendo justo por esa misma razón; porque el grupo de chicos son amigos de él, no míos, aparte, es de esperarse que todos han de estar al tanto de lo sucedido y no podría soportar las miradas condescendientes.
– Lo siento, yo prefiero quedarme.
Steve no se da por vencido e insiste:
– Christian y Vera me pidieron que te llevara con nosotros, quieren verte, y viniendo de Vera eso es un halago; a esa chica nadie le cae bien. –––dice con una sonrisa–––
Sonrío. Eso suena muy a Vera. Aún, cuando la chica alocada me cae bien y también Christian e incluso el resto de chicos, niego con la cabeza y tomo asiento en el sofá.
– Les agradezco el tenerme en cuenta, pero no, Steve. Yo no me sentiría cómoda, aparte, he quedado con Camilo.
Esto último no es del todo cierto, en realidad Camilo y yo no hemos hecho planes para el día de hoy, pero ya me siento mucho mejor y el golpe con un poco de maquillaje sería casi invisible, así que podría escribirle para salir a comer a algún sitio tranquilo o si está trabajando podría ir a su hotel, el caso es que quiero verle.
Steve asiente, resignado.
– Está bien. Te entiendo a la perfección.
– ¿Por qué no me escribiste o me llamaste? Así podría haber estado lista. –––dice Sandra–––
– No te preocupes, aún hay tiempo.
– Bien, iré a arreglarme.
Mi amiga se marcha y Steve y yo nos quedamos solos. El rubio, de pie a un metro de distancia observa el interior de la casa, como una forma de distracción. Si su plan es ese se marchará de aquí teniendo conocimiento hasta del detalle más insignificante de la casa.
– Toma asiento, Steve. Sandra se va a tardar un poco.
El rubio obedece y toma asiento en el sofá de al lado. Si fuera posible diría que sus ojos verdes parecen haberse aclarado, o tal vez es solo que no había reparado especialmente en ellos, desde que vi los negros ojos de Camilo los ojos claros me parecen banales e insípido.
– ¿Qué pasa? ¿Tengo algo en el rostro? –––inquiere mientras se palpa la cara–––
– No, es solo que me había parecido que tus ojos eran unos tonos más oscuros.
Steve hace una mueca de rareza, como si aquello fuera totalmente estúpido y extraño. Yo sonrío y me encojo de hombros.
– ¿Qué tal va la competencia? –––me intereso aún cuando Sandra ya me ha puesto al tanto–––
– Difícil. –––confiesa––– Los competidores son bastante buenos, pero ahí vamos...
– Bueno, según Sandra eso no es así.
Steve sonríe y dice:
– ¿Y es que crees que ella puede ser objetiva?
Sonrío y niego con la cabeza.
– No, en realidad no.
Antes no solía agradarme en lo más mínimo, sin embargo, aunque no han sido muchas las ocasiones en las que hemos platicado, han sido suficientes para saber que no es un mal tipo. Aparte, empiezo a creer que estaba algo celosa de que mi amiga pasara más tiempo con él que conmigo en lo que se suponía serían nuestras vacaciones.
– Camilo me ha dado algunas técnicas, él si que es bueno. De haberse decidido a concursar el premio sería suyo.
Sonrío y encojo un poco las piernas, buscando una mayor comodidad.
– Algo me mencionó Sandra.
– ¿No se deja nada, no es así?
– Bueno, cuando está incluido Camilo ella deduce que es meramente necesario que yo esté enterada.
Steve sonríe y observo que en una de sus mejillas, exactamente en la izquierda, se le hacen unas graciosas arrugas en forma de comillas.
– Sí, ya me imagino.
Sandra tarda unos excesivos minutos en estar lista, cuando finalmente baja, va vestida con un jean oscuro y un crop top verde, se ve preciosa ha decir verdad. Steve se pone de pie en cuanto la ve y le da su aprobación acerca de su aspecto físico.
– Nos vemos, Nat.
– Adiós, que la pasen bien. Saludos a los chicos de mi parte y discúlpenme con ellos por no asistir.
Steve se despide con la mano y yo lo imito. En cuanto se marchan me tumbo en el sofá y observo la hora en el reloj que cuelga de una de las paredes, son las once de la mañana, se me hace demasiado temprano para ir al hotel de Camilo, puede que esté dormido aún.
Decido esperarme siquiera dos o tres horas antes de ir al hotel, así que mientras, para matar el tiempo, reviso mis redes sociales, observo las fotos de algunos compañeros de la U y entre las fotos me aparece una foto de Francisco, observo la fotografía detenidamente, se ha hecho un corte diferente al que siempre llevaba cuando estábamos juntos, ahora, con el corte más bajo, parece más maduro y serio, incluso se ve más apuesto, aunque él siempre ha sido atractivo y no es que tenga el cuerpo ejercitado o que posea los ojos más lindos del universo, no, al contrario, tiene un cuerpo delgado y poco musculoso y unos ojos marrones, aún así es lindo, en su momento estuve realmente loca por él. Ya no.
Me pregunto si aún estará con Laura, aquella chica menuda y de cabello crespo, de ojos marrones y de nariz respingada, aquella por la que echó a la borda casi dos años de relación. Niego con la cabeza. ¿Que más da si sigue con ella? ¡Que se vayan al carajo los dos!
Me deslizo hacia arriba y sigo viendo las publicaciones en Instagram durante unos minutos más, luego reviso Facebook y una vez estoy al día entro a Whatsapp. Tengo varios mensajes, en su mayoría de chicos con los que no me apetece dialogar, así que los dejo tal cual y entro en el chat de Valeria, me había olvidado de escribirle y preguntarle como va todo. La chica no está en línea, o al menos eso aparenta, aún así le dejo un mensaje que pone lo siguiente:
<<Hola, Val, ¿cómo vas? He hablado con mi mamá y ha estado de acuerdo en que te quedes en casa durante un tiempo, por favor ve con ellos, a mi solo me quedan unas pocas semanas más acá en Florida.>>
Envío y luego un segundo mensaje que dice:
<<Voy a hablar con mamá para que pase hoy mismo por ti, espero que a mi tía no le importe que te quedes en casa>>
Aunque los mensajes son recibidos no son leídos ni mucho menos contestados. Dejo el celular a un lado y me desplazo hacia la mesa, hago una pila con los platos y pongo encima los vasos, luego me dirijo con sumo cuidado hacia la cocina, intentando no tirar nada. Tardo menos de diez minutos en dejar la cocina limpia, esperaba que me tomara más tiempo. Observo la casa buscando algo que hacer, pero todo está en perfecto orden, Esmeralda suele tener la casa limpia antes de que Sandra y yo nos levantemos, así que subo al cuarto y lo ordeno, recojo algunas prendas que están tiradas en el piso y las pongo en su lugar, tiendo las camas e incluso limpio y ordeno los maquillajes, tanto los míos como los de Sandra. Esto solo me toma veinte minutos.
Sin más nada que hacer tomo asiento en el sofá y enciendo el televisor, busco una película que ver, esperando de esta manera que el tiempo avance y se haga una hora prudente para poder ir en busca de Camilo. Funciona. Cuando la película finaliza van siendo las dos de la tarde, inmediatamente me pongo de pie y voy directo al baño de la segunda planta.
La idea de ver a Camilo siempre es motivo de una sonrisa, en especial ahora, creo que desde lo ocurrido hace dos días atrás lo siento como mi puerto seguro, ese lugar tranquilo del que quisiera no marcharme nunca, y es que sus ojos me miran como si fuese la mujer más hermosa y sus brazos me envuelven como si fuera la más frágil y me encanta sentirme tan cuidada y mimada.
Me termino de arreglar y después de quedar satisfecha con la imagen que veo en el espejo, tomo mi bolso y salgo de la casa. Camino el par de calles frecuentes hasta llegar a la calle principal, donde espero solo un par de minutos hasta que un taxi se detiene a mi lado. Mientras voy de camino al hotel, empiezo a sentirme inquieta, no por ver a Camilo, sino más bien por estar con el desconocido en el auto, creo que es paranoia, así que respiro profundo y me repito mentalmente que todo está bien.
No sé mucho de psicología, para no decir que no sé nada en absoluto, aún así, creo que el sentirme en peligro puede ser una secuela del intento de abuso por parte de Lucas. Solo espero que no dure mucho tiempo esta situación, todas las mujeres deberíamos sentirnos seguras al salir a algún sitio, y no con la constante sensación de ser acechadas.
La sensación solo me abandona cuando el auto se detiene en el hotel, inmediatamente cancelo la carrera y me bajo en busca de aire. Respiro profundo y me limpio las sudorosas manos en el shorts de jean que llevo puesto y entro en el hotel. En recepción hay una pareja dialogando con la chica de turno, espero hasta que esta los atiende y luego espero a que hable por teléfono.
– Buenas tardes. –––saludo cuando ya se ha desocupado––– ¿Podría decirme por favor si el señor Camilo se encuentra en su habitación?
– Buenas tardes. Claro que si, me dice su apellido, por favor.
– Lutero, Camilo Lutero.
La chica revisa el computador y luego marca por teléfono, supongo, a la habitación de Camilo, mientras yo observo impaciente que al parecer nadie atiende. La chica cuelga el teléfono y lo intenta nuevamente, pero segundos después vuelve a colgar y dice:
– No atiende nadie.
No había pensado en la posibilidad de que no se encontrara. Saco mi celular del bolso y busco su número, pero para mi infortuna me he quedado sin saldo.
– Muchas gracias.
– ¿Quiere que le de una razón cuando llegue? –––inquiere la chica–––
Niego con la cabeza y le dedico una sonrisa.
– No, no hace falta. Gracias.
Salgo del edificio y me quedo un rato de pie, observando a las personas caminar, sin saber que hacer. No tengo idea alguna de donde puede estar, ayer no me dijo nada de que tenía planes para el día de hoy, ¿estará surfeando? De ser así ¿por qué no me dijo nada? Podríamos haber ido juntos a la playa, o a donde quiera haya ido.
Reviso mi celular, quizás haya dejado un mensaje que he pasado por alto, o una llamada. No es así. No hay nada de él. Insatisfecha dejo el celular dentro del bolso y camino por la acera, sin ningún rumbo fijo, solo camino. Las calles por esta zona son muy tranquila, hay pocos transeúntes y los pocos que hay son grupos de amigas saliendo de alguna boutique, parejas de novios caminando y una que otra mujer de edad paseando un cachorro.
Camino a paso lento, observando las casas y edificios con atención, me gusta la arquitectura de las casas, cuando tenga una quiero que sean así tal cual; como sacadas de una película romántica. Me aparto de la carretera al escuchar el claxon de un auto, aún cuando estoy encima del andén, pero el claxon sigue sonando, supongo, avisando a alguien que ya ha llegado, hasta ahora es el primer sonido estridente que he escuchado, tengo la sensación de que ante el más elevado sonido las personas de este sector llamarán a la policía por escandalo público.
– A que eres la extranjera más hermosa.
Me giro al escuchar la voz y observo a Camilo de pie a poco más de un metro, sonrío al ver que las personas se han detenido al escucharlo, pues lo ha dicho en voz alta y como pocas veces; me ha hablado en ingles. Niego con la cabeza avergonzada y él ríe y me guiña un ojo.
Su auto está estacionado unos pasos detrás de él y me doy cuenta que el del sonido del claxon era él. Me acerco y envuelvo mis manos alrededor de su cuello.
– A que eres el extranjero más charlatán.
Camilo sonríe y me da un tierno beso en los labios.
– Creo que desde hoy mi color favorito va a ser el rojo. Te va.
Sonrío con picardía y le doy un beso en la comisura del labio.
– Desde que te conocí mi color favorito es el negro.
Camilo hace una mueca de incomprensión y me mira con curiosidad. Sonrío y quito una de mis manos del rededor de su cuello para recorrer sus cejas con mi dedo índice, mientras observo con embeleso sus preciosos ojos oscuros.
Sonrío y le doy un beso en los labios.
– ¿Qué haremos hoy?
Camilo me toma de la mano mientras parece pensarlo y me lleva hacia el auto, abre la puerta para mi y luego rodea el vehículo y se hace en el asiento del conductor. Sus ojos me observan en silencio unos segundos antes de preguntar:
– ¿Cómo te sientes?
Aunque comprendo que se refiere a lo sucedido con Lucas, hago que no entiendo y digo:
– ¿Tengo por qué sentirme mal?
Camilo no me responde, solo me mira en silencio a la espera de que le responda lo que quiere saber. Suspiro y aparto la vista, miro por el vidrio a un grupo de mujeres adultas sentadas en la terraza de lo que parece ser un pequeño restaurante, tomando bebidas entre risas. Parecen felices, su rostro no refleja ni la más pequeña muestra de insatisfacción, aunque puede que me esté equivocando y no sea así, aún así, espero que cuando yo tenga esa edad de más de treinta años, pueda sentirme realizada en mi vida y que no haya en mi ninguna gota de frustración y fracaso.
Aparto la vista de las elegantes mujeres y miro a Camilo a los ojos. Estiro la mano buscando de su tacto y él entrelaza nuestros dedos. Solo eso basta para sentirme reconfortada.
– Cuando estoy contigo no puedo sentirme mal. –––respondo–––
– ¿Y cuando yo no estoy? –––insiste–––
Me encojo de hombros y desvío la mirada por el interior del auto unos segundos antes de volver a verlo a los ojos y responder.
– Jamás me había sentido tan insegura y diminuta en mi vida. –––confieso–––
Camilo se inclina en mi dirección y levanta mi barbilla con su dedo índice mientras me acaricia el cabello con la otra mano. Cierro los ojos unos segundos ante sus mimos y luego los abro.
– No sabes como lamento no haber llegado mucho antes.
Lo más curioso de todo es justamente eso, Sandra se culpa por haberme invitado a la fiesta en la playa, Steve se culpa por haber invitado a Lucas y ahora Camilo se culpa por no haber llegado antes; aún cuando llegó justo a tiempo. Entonces, yo me pregunto, ¿se siente Lucas culpable por lo ocurrido? Porque el único responsable de aquél suceso es él, si hay alguien a quien le tiene que estar carcomiendo la consciencia es solo a él.
Acaricio el rostro de Camilo y pego mi frente a la suya, cierro los ojos y aspiro el olor de su perfume combinado con el olor a tierra mojada del auto.
– Y no sabes cuanto he agradecido yo porque llegaras justo en ese momento. -–––digo y abro los ojos––– Yo no pienso en lo que pudo haberse evitado si hubieses llegado antes, yo solo pienso en lo que pudo pasar si no hubieses llegado justo en el momento en que lo hiciste.
Sus rosados labios se curvan en una linda sonrisa y me besan con suavidad. Cuando se separa, unos largos segundos después, me mira y sus labios se abren como si fuese a decir algo, pero se arrepiente y en vez de hablar me da un beso en la frente y se acomoda en su asiento.
– ¿Quieres ir a algún sitio o prefieres ir al hotel?
Sonrío y alzo las cejas con chulería y diversión. Camilo sonríe y niega con la cabeza, como si yo fuese un caso perdido.
– Al hotel y más tarde pedimos algo que comer. –––respondo después de considerarlo un rato–––
Camilo asiente y pone en marcha el auto hacia el hotel, el cual está a menos de cinco minutos. Bajamos del auto y tomados de la mano entramos en el hotel, saludo con mi mano libre a la chica de recepción y ella me devuelve el saludo acompañado de una sonrisa. Mientras esperamos que el ascensor llegue, le pregunto lo siguiente:
– ¿Cómo supiste que estaba cerca? Dudo que haya sido casualidad.
Él sonríe y dice:
– Había ido a comprar... –––se queda en silencio y señala hacia la puerta de entrada––– Lo he dejado en el auto. Ya vuelvo.
Antes de que pueda preguntarle de que habla, se marcha casi que trotando. Lo observo desconcertada atravesar la puerta y luego lo pierdo de mi campo de visión. Intento recordar si dentro del auto había algo nuevo, pero no, no recuerdo haber visto nada extraño dentro del vehículo.
La puerta del ascensor se abre y sale de él un señor de lo que creo treinta años de edad, de ojos azules y cabello castaño. El atractivo sujeto me sonríe y dice:
– Buenas tardes.
– Buenas tardes. –––respondo a su saludo–––
El desconocido vuelve a sonreírme y camina hacia recepción, donde habla con la chica, mientras de tanto en tanto mira en mi dirección. Aparto la mirada del sujeto cuando Camilo cruza la puerta de entrada, sosteniendo en sus manos un ramo de margaritas y una caja de lo que parecen ser chocolates.
Sonrío y presiono el botón que abre el ascensor.
– ¿Son para mí?
Camilo frunce el entrecejo y niega con la cabeza.
– ¿Para tí? Claro que no. –––dice y señala las puertas metálicas que acaban de abrirse. Entro seguida de él y presiono el botón que nos llevará al piso 306–––
– Menos mal, porque odio las flores y soy alérgica al chocolate.
– ¡Suerte que son para alguien más!
Lo miro de mala gana y él sonríe ampliamente, me toma de la cintura y me acerca a él con firmeza, con sus ojos puestos en los míos dice:
– Son tuyos si me das un beso.
Rodeo su cuello con mis brazos y le doy un beso en los labios en el instante preciso en el que las puertas del ascensor se abren, sin soltarme de su cuello camino, haciéndolo retroceder, mientras le doy un beso tras otro en los labios, hasta que salimos del cubículo.
– ¿Ya son mías?
Camilo sonríe y me entrega las hermosas flores con los chocolates, me llevo las margaritas a la nariz y aspiro el aroma, me gusta que no tenga ninguna clase de aroma artificial. ¡Son perfectas!
– Tenían tu nombre desde el instante en que las vi.
Aún con las flores cerca de la nariz, levanto la vista hacia él y digo:
– ¿Seguro que lo tuyo no es la escritura? Podrías intentar con la poesía.
– Por ti haría el intento.
Lo miro con mayor atención y bajo un poco las flores.
– ¿En serio me escribirías un poema? –––indago emocionada ante la idea de que pueda existir un poema en mi honor––– Esta es la segunda vez que lo dices –––le recuerdo, refiriéndome a aquel día después de la fiesta en casa de Ryan–––
Camilo sonríe, dejando claro que no hablaba literalmente, lo cual me decepciona. Su sonrisa se ensancha al notar la decepción en mi rostro y me toma de la mano.
– Quizás. –––Es todo lo que dice y aunque no es una afirmación, tampoco es una negación. Me conformo con ello.–––
Entramos en su habitación y dejo con sumo cuidado (evitando por todos los medios ocasionarles siquiera el más pequeño maltrato), las flores sobre la pequeña mesa de vidrio que está en la entrada, las acomodo para que luzcan lindas el corto tiempo que estén aquí y sonrío al ver que las sencillas flores lucen magníficas. Creo que son las margaritas más hermosos que he visto en mi vida, cuando llegue a casa de Esmeralda las pondré dentro de algún recipiente con agua para que se conserven por un poco más de tiempo. Cuando me yergo veo que Camilo me observa, con el hombro apoyado en la pared y los brazos cruzados a la altura del pecho, en silencio, le sonrío ampliamente y advierto en lo atractivo que luce, es como tener en frente una personificación artística, la belleza que hay en el tono blanquísimo de su piel es abrupta, sobre todo la forma en la que el rosado de sus labios y el negro de sus ojos encajan a la perfección. ¡Me encanta! Todo de él me encanta.
Me acerco a él e imito su posición, quedando frente a su rostro.
– Gracias por las flores... y por los chocolates. –––digo y levanto la caja que sostengo en mis manos–––
Él sonríe con levedad y se inclina un poco, me da un beso en la frente y luego otro en la punta de la nariz.
– Ya que no puedo darte el mundo.
Es un romántico. Siempre sale con ese tipo de frases o gestos que me dejan desarmada. ¡Es como de ensueño! Me puede, siempre me puede.
– Tan solo tres semanas de conocerme y ya me quieres dar el mundo. –––bromeo–––
Él sonríe ampliamente, dejando a la vista unos dientes perfectamente cuidados.
– Hay personas que solo necesitan de un minuto para saber que se merecen todo el universo. A ti te sobraron varios segundos.
Aquello me deja sin palabras. Camilo me llena de seguridad, tanto por la forma en la que me mira, como por las palabras que me dice, tanto así que ya ni siquiera se me ha vuelto a cruzar por la cabeza aquello de que no lo merezco, y no es por el hecho de que él haya hecho algo malo que me haya obligado a verlo con otros ojos, no, al contrario, es que me trata así; como si yo mereciese todo el jodido universo.
Nos sentamos en el sofá de la terraza, donde la vista del cielo es totalmente maravillosa, los colores que lo adornan van en una gama de naranja, rosado y azúl. Es casi mágico, una belleza natural e hipnótica. Aparto la vista del bello firmamento y miro a Camilo.
– ¿Cómo va el trabajo? –––me intereso–––
– Bien. Ya he seleccionado un manuscrito y la editorial ya se ha puesto en contacto con el autor. Además estamos organizando todo para el lanzamiento de un nuevo libro, el cual será unos días después de mi regreso, estoy buscando el sitio para el evento, aunque ya tengo algunos en mente. También he estado en contacto con algunos periodistas amigos para que nos acompañen.
– ¿Por cuál te has decidido siempre?
– Por el libro de misterio. Tengo una buena corazonada y de vez en cuando me gusta seguirlas.
Sonrío. Admiro tanto su trabajo, así como también la pasión y el amor que le tiene.
– ¿Qué hay del escritor del libro que está por lanzarse? Ha de estar muy nervioso, ¿no?
– Melanie. Sí, claro que lo está. Aunque no es la primera vez que pasa por esto, el libro que se estará publicando es la tercera entrega de una trilogía, aún así está ansiosa por la acogida del público, pero creo que también está feliz y entusiasmada por cerrar esta historia. Es una muy buena escritora, estoy seguro de que sus lectores estarán encantados con el desenlace.
– Cada vez me enamoro más de ese mundo de tintas del que tanto me hablas.
Camilo sonríe y se acomoda en el asiento, haciendo que nuestros rostros queden mejor posicionados el uno del otro.
– Es un mundo en el que todo es válido, Lewis Carroll lo entendía a la perfección.
Sonrío y le doy un beso en los labios.
– Me encantas.
Él me devuelve el beso y me abraza contra su pecho, para ni no hay mejor lugar en el mundo que este precisamente, a su lado. También hay algo que tengo claro, y es que solo ahora comprendo eso de que los sentimientos no entienden de tiempo, porque ahora, a tan solo tres semanas de conocernos y a diez días de estar saliendo, por más apresurado e imposible que parezca... siento que le quiero, pero me da vergüenza decirlo y miedo de que él sienta que es demasiado, así que solo lo abrazo con fuerza y cierro los ojos, mientras sus dedos masajean mi cabello y su corazón late debajo de mi.
Un par de horas después llega nuestra cena, una pasta a la boloñesa que tiene una pinta espectacular. Junto con Camilo llevamos los platos hacia una pequeña mesa, donde máximo se pueden hacer tres personas, y tomamos asiento. La pasta tiene una sabor magnífico, una de las mejores pastas que he comido nunca.
– ¿A que la comida es buenísima?
– Deliciosa.
Mientras comemos dialogamos, Camilo me plática que su padre es el gerente de una empresa de licores y que su madre, en algún tiempo se dedicaba a organizar eventos, ahora, como está sufriendo de artritis, tanto él como su hermana y su padre no la dejan trabajar, especialmente porque no es necesario ya que a todos les va muy bien.
– ¿Por qué tu hermana y tú no escogieron algo relacionado con la carrera de tu padre? –––me intereso–––
– Stephanie y yo somos muy independientes, preferimos abrirnos caminos por nuestra cuenta y estar apartados del trabajo de nuestros padres. Aparte, desde un principio yo sabía a lo que quería dedicarme y Tepha, bueno, ella ha tenido muchas mascotas en casa de nuestros padres.
Asiento comprensivamente.
– ¿Y tu hermana si vive con tus padres?
– Sí, ella no se siente bien dejándoles solos, aparte, yo también prefiero que permanezca en casa, y ni hablar de mi padre. Es una suerte que con lo consentida que ha sido siempre, haya tenido presente que todo en esta vida se gana.
Continuamos platicando, me habla un poco de sus amigos, quienes me dice, se dedican a la contabilidad, uno de ellos trabaja en la editorial. Intercambiamos información incluso hasta tiempo después de terminar la cena, luego Camilo enciende la televisión y nos acostamos en la enorme cama a ver una película que se estrenó el año pasado y se titula Los Ilusionistas.
Tomo asiento en la cama y abro la caja de chocolates, extraigo uno de los redondos manjares y le doy un mordisco, mientras Camilo me observa.
– ¿Qué tal están?
Degusto el dulce sabor y hago un gesto de placer, tiene un relleno de arequipe con maní que está de locos.
– Exquisito. –––digo y le acerco a la boca el trozo sobrante–––
Camilo asiente afirmativamente y se limpia la comisura del labio con el dedo. Tomo otro de los chocolates e igual que antes me llevo solo la mitad a la boca y la otra mitad la acerco a los labios de Camilo, él abre la boca para morderlo pero yo lo retiro rápidamente y me lo como.
– Este tenía relleno de frambuesa.
Camilo sonríe y me señala amenazante con el dedo. Sonrío y me subo encima de él, mientras sus ojos oscuros me miran atentos. Pongo la caja de chocolate encima de su pecho y tomo uno de los chocolates y se lo doy en la boca.
– Sin irte a ahogar que me fue pésimo en mi curso de primeros auxilios.
Camilo se ríe. Yo me como otro chocolate, este con relleno de lo que parece dulce de coco, está bueno, pero no es mi preferido. Uno de los chocolates está derretido, es extraño ya que los demás están perfectamente, introduzco el dedo índice en la espesa crema y le digo a Camilo.
– Cierra los ojos.
Él no me cuestiona, solo mira mi dedo untado con chocolate y obedece. Con sumo cuidado utilizo mi dedo como pincel y dibujo un corazón en su mejilla, tomo más chocolate y relleno el interior del corazón, mientras hago lo posible por no manchar las sabanas con el dulce marrón. Observo atententamente mi dibujo y quedo satisfecha, tomo mi celular de la mesita de al lado y le hago una fotografía, Camilo abre los ojos cuando suena el click de la cámara y me mira con curiosidad.
– ¿Qué has hecho? –––indaga–––
Sonrío y observo lo buena que me ha quedado la fotografía
– Una obra de arte. –––anuncio y orgullosa le enseño la fotografía–––
Él sonríe y yo le embarro los labios con el resto de chocolate que tengo en mi dedo, luego me inclino y le beso. Con el beso descubro una cosa, y es que el chocolate sabe muchísimo mejor en los labios de la persona que quieres.
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Por Siempre Será Verano
RomanceUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...