Viernes, 6 de septiembre del 2014.
Mientras conversamos de salida a la U, un sentimiento de tristeza me envuelve. El tema de la conversación aún es motivo de un gesto de incertidumbre y miedo en mis facciones, lo sé porque mi padre lo mencionó días atrás, al igual que Sandra y Gustavo; los únicos con los que he hablado abiertamente del tema. Bueno, en realidad no son los únicos, ahora también tengo a Francisco, aunque con el chico casi no me gusta hablar del asunto, pues, yo sé que le duele escucharme hablar de mi relación con Camilo.
Desde aquel día en que Camilo llegó por primera vez a Colombia, nos distanciamos un poco, sin embargo ahora hemos vuelto a convivir como antes, nos ayudamos mutuamente con los trabajos de la U, vamos por helado o simplemente nos sentamos a hablar durante una o un par de horas. A mi me agrada, Francisco es una buena persona y un gran amigo.
Llevo hablando de Camilo durante aproximadamente quince minutos, lo hubiera evitado de no ser porque en verdad me siento afligida por la conversación que mantuve con el chico de ojos oscuros no hace más que pocos días atrás.
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Miércoles, 1 de agosto del 2014. p
Estoy sola en casa. Las clases han terminado temprano y tanto mis padres como mi hermano se encuentran laborando, mientras que por otro lado, Sandra aún está en la U. El clima es bueno, hace bastante viento e incluso algo de frío, conforme se va acercando diciembre el cambio climático es deliciosamente palpable. Ya era hora de que se marchara el calor. Acá afuera en el jardín se siente todo en calma, silencio, y el aroma a flores es totalmente relajante y tranquilizador.
Estoy sentada en un pequeño banquito de madera que creo tiene mi misma edad y que sorprendentemente aún parece bastante seguro. Aunque no sé por cuanto tiempo más seguirá sosteniendo mi peso. Observo como las flores se mueven al ritmo del viento y es casi hipnótico. El jardín de casa no es muy grande, consiste en un rectángulo de cuidada gravilla verde ubicado en la parte trasera de la casa, y cuenta con más o menos una docena de flores que me son desconocidas, aunque el lugar es pequeño, está cuidado a la perfección y resuelta hermoso la variedad de colores, amarillo, violeta, rosado, anaranjado, rojo y como no; el blanco de las hermosas margaritas, las únicas flores que al parecer soy capaz de identificar. El jardín es la obsesión de mi madre y está adornado con piedras un poco más grandes que el puño de mi mano, las cuales rodean el espacio dándole una figura como la de las olas al llegar a la orilla, además de que hay algunas aves talladas en madera que le dan cierta gracia al lugar. Siempre he pensado que un columpio le vendría perfecto a este sitio.
Tomo un trago de mi jugo de lulo y cierro los ojos. Me imagino viviendo en una casa grande, sentada en un lugar igual de tranquilo que este después de llegar del trabajo o después de terminar con los quehaceres del hogar. Me parece algo bonito, especialmente si comparto aquello junto a una pareja. Abro los ojos y sonrío, puede que esté yendo demasiado deprisa, pero justo ahora solo pienso en Camilo recorriendo cada tramo de aquella casa que tanto sueño. Una casa grande, espaciosa para futuros niños, de fachada blanca y elegante y con sofás beige que le den un toque ilustre al vestíbulo. Que sea de dos pisos y que tenga escaleras en forma de caracol y como mínimo cuatro habitaciones.
Seria perfecto. En especial si está en un lugar tranquilo y silencioso.
La casa se difumina cuando el sonido de mi teléfono anunciando una llamada entrante, me saca de mi ensoñación. Al ver en la pantalla de quien se trata atiendo de inmediato.
– Me preguntaba cuando llamarías.
– Hola, bonita. Estaba terminando algunos asuntos en la empresa.
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Por Siempre Será Verano
RomansaUn amor que cruza toda frontera. Un amor que no sabe de olvido. Un amor que deja huella en el alma. Un amor ligado por la eternidad. Porque en la historia de amor de Camilo y Natalia, por siempre será verano, incluso aunque estén viviendo en el m...