El fuego crepitaba en la chimenea. Un sonido poco ruidoso, pero constante, y que hacía que finalmente sus ojos se abrieran presionados por él. Éstos parecían casi pegados, como los de un recién nacido, y Taissa tuvo que frotarlos varias veces para poder aclarar su visión y espabilarse totalmente.
No sabía cuándo había sido que se había derrumbado y había sucumbido al sueño, pero seguía sentada en el suelo cuando la intensa luz iluminó la habitación a pesar de las cortinas echadas, con la cabeza apoyada en el sofá, pero con una fina sábana que no había tenido cuando sus ojos se habían cerrado sin su permiso. Alzó la mirada y vio a Rob en uno de los sofás, más largo que éste y con las piernas saliéndose. Cuando volteó la mirada, se percató de que Alyssa no estaba en el otro, y se levantó rápidamente asustada.
Debería estar allí, la habían dejado allí. Shera tampoco estaba, y Taissa maldijo. No conocía a esa anciana, y aún así los había dejado totalmente desprotegidos ante ella, y ni siquiera era la primera vez. Cruzó la sala, y con un suspiro se tranquilizó, al verlas a ambas en la cocina, una dándole a la otra una taza humeante. Alyssa aceptó la taza y arrugó la nariz cuando olió la bebida caliente... Olía a hierbas. Y olía fuerte.
—¿Qué es? —preguntó Taissa curiosa. Ambas la miraron atraídas por el sonido de su voz, pero Alyssa se encogió de hombros.
—Para el problema de Alyssa —dijo Shera.
—¿Qué problema? —A parte del apuñalamiento, no recordaba ninguna otra circunstancia por la que debía recurrir a brebajes.
—Mi magia —Sus ojos ámbar se vieron apagados, y era algo que sabía que no habría pasado si esa parte de ella estuviera activa, como los de Taissa, que se habían visto azul coral, de un tono simple y mortal, y no brillantes y llamativos. Los suyos, Taissa supuso... se habrían visto como fuego.
—¿Puedes hacer que vuelva? —le preguntó intentando no sonar muy emocionada, y ella suspiró.
—Ya le he dicho a ella que no aseguro nada, sólo voy a intentar uno de los conjuros del grimorio que llevas. De hecho, justo te iba a despertar —le explicó, y Taissa frunció el ceño. Si había tocado el grimorio, significaba que había debido registrar sus cosas.
Se preparó para preguntarle sobre ello cuando Alyssa dijo —He sido yo —Sus ojos se encontraron.
—¿Qué?
—Me he despertado hace una hora, y como la señora Shera me ha hecho saber que es conocedora de estos ámbitos de brujería... —Una hora. Taissa no podía evitar preguntarse de qué habían hablado durante una hora, o cómo había podido llegar a confiar lo suficiente en ella como para enseñarle el grimorio. Aunque en realidad Taissa podía imaginárselo... Estaba desesperada. No necesitaba mucho.
—Pero eres humana —respondió Taissa. No había que ser muy inteligente para saber que para practicar hechicería se necesitaban sacrificios si no se poseía la magia. Y Taissa no estaba demasiado de acuerdo con hacerlos. No era un monstruo.
—Pero tú no —Y Taissa suspiró. No quería, o más bien, no le apetecía ponerse a intentar conjuros que realmente no sabían si saldrían bien, o cómo arreglar la faena si al final todo salía justo al revés de lo deseado.
Además, jamás había hecho magia en la que se necesitara algo más que sus manos y sus sentimientos, y ni siquiera sabía leer las palabras del grimorio.
—Ni siquiera... Yo nunca... No puedo.
—No ahora, pero por eso voy a enseñarte —Taissa la miró sorprendida y recelosa.
—¿Tú? ¿Enseñarme? ¿Acaso hablas... eso? —preguntó.
—Lo que tú llamas eso, tiene el nombre de mabeum, básicamente fae antiguo —Taissa vio cómo la anciana tomaba el libro en sus manos y se lo mostraba, como si no lo hubiese estado ojeando durante meses —. Y sí, sé leerlo y hablarlo, y voy a enseñártelo.
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Una deuda de sangre (La corte de los desterrados #2)
FantasySaga "Crónicas de los desterrados" Libro 2. Tras los acontecimientos en "El grimorio robado", el equipo se ha separado. Taissa, Rob y Alyssa están en Buntland, la tierra natal de ellas dos, y Dylan, Dani y Chris se han quedado en Cryum. Además, la...