Capítulo 26: 𝔏𝔢 𝔪𝔬𝔶𝔰𝔲𝔯'𝔷 𝔠𝔥𝔞𝔰𝔢𝔩

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Su carcelero se paseaba por el pasillo sin prestarles mucha atención. Solo posaba su mirada sobre las dos mujeres, una que se mostraba bastante recelosa, Taissa, y otra que apenas parecía haber cambiado de escenario, Alyssa. Cuando miró a Cleavon, lo hizo sin darle importancia, sólo para asegurarse de que no hiciera nada sospechoso, y a Rob lo observó de vez en cuando con expresión asqueada, como cualquiera lo haría, pensó éste.

Cleavon no pudo evitar preguntarse si Alyssa de verdad había tenido algún plan para sacarlos de allí, o si su verdadero plan se había ido por el desagüe al poner un pie en ese sitio. O tal vez nunca había tenido ningún plan y simplemente, y teniendo en cuenta que era incapaz de morir, les había hecho saltar del precipicio sabiendo que los demás se estrellarían contra el agua y se ahogarían, mientras ella ardería y sobreviviría. Debería haber sido más cauteloso, pensó Cleavon, pues conocer una vez hace años a una persona y volverla a encontrar no significaba que sería la misma, como tampoco lo era él.

Su única opción era que su mágico príncipe se enterase de que estaban allí, y que le sacase. Si de algo había pecado, había sido de ingenuidad, no de traición, por lo que estaba seguro... seguramente, probablemente, con suerte, de que le perdonarían. Isak lo haría.

...

—¡¿Qué demonios pasa?! —preguntó con un grito su carcelero. Estaba tan enfrascado que ni siquiera lo había escuchado llegar.

—¡Tienes que creerme! —le dijo de manera suplicante—. ¡Yo solo fui a dar una vuelta, puedes preguntárselo a Kai y Sei, suelo hacerlo! ¡Y ella me metió en esto! —Esperó que conociera sus nombres y pudiera preguntarles, esperaba que le importase y se interesase, porque era lo único que tenía, aparte de sus sinceras palabras.

—Eres un llorón, Cleavon —respondió Alyssa, de manera más tranquila que hacía unos segundos, cuando discutían a gritos porque no había visto necesario contarle su plan para salir de allí. Eso había sido todo lo que Cleavon había necesitado para confirmar que no tenía ninguno, y Cleavon no pensaba pasarse allí el resto de su vida.

—Lo que soy es inocente, maldita sea —siguió enfadado—. No soy ningún traidor, sólo fui embaucado por sus palabras y por nuestra relación pasada de amistad. Por favor, avisad al príncipe Isak.

El carcelero se dejó apoyar en la pared, apoyado con los brazos y las piernas cruzados, y una ceja elevada. Parecía entretenido por el espectáculo que formaban ante sus ojos, disfrutando de algo de acción que normalmente Cleavon supuso que no tendría.

—¿Conoces al príncipe? —le preguntó Alyssa—. Lo vi cuando era un bebé, poco después de que su padre muriera. Tenía unas mejillas tan gorditas y sonrojadas. Luego su madre se casó con el príncip... —Hubo una pausa—. ¿O era ella la princesa que casó con aquel herrero?

—Alyssa, eres... ni siquiera tengo una palabra para definirte —le dijo Cleavon, aunque tal vez podría haberla llamado molesta e inconsistente—. Y su madre se casó con el príncipe Arian.

—¿Arian? ¿El príncipe Arian? —preguntó Taissa, de repente interesada en la conversación. Cleavon asintió—. Lo conocí una vez, hace unos meses.

Cleavon frunció el ceño.

—Está muerto, Taissa —explicó Alyssa.

—Y-ya lo sé —afirmó ella sonrojándose—. Fue... Era, era una especie de hechizo. Es complicado.

—Parad, todos —les ordenó el carcelero, Dreid—. Estáis empezando a divagar, y apenas lleváis dos días aquí. No os quiero aguantar si se os va a ir la cabeza —Él miró a Taissa como si estuviera loca, y Cleavon no pudo echarle la culpa.

Una deuda de sangre (La corte de los desterrados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora