Capítulo 45: Larga vida a la reina (editado)

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A medida que los días pasaron, el castillo se llenó de bullicio. Los sirvientes prepararon todo para la coronación, las cartas fueron enviadas con invitaciones a distintos reinos y lugares, y los nobles se prepararon a sí mismos, vestuarios llamativos y a la moda, mientras Helene disfrutaba del silencio que ella misma había asentado cuando se había desecho del mayor pretendiente al trono.

Los rumores eran tan diversos y tan disparatados que nadie ya les prestaba atención, pero Dylan esperó pacientemente a la llegada de su familia. Si ni Dani ni Chris aparecían para la coronación, no sabía qué excusa sería lo suficientemente buena para que no hubiera consecuencias.

Y entonces el día llegó.

Dylan miró por la ventana, rezando para que de repente aparecieran, sin embargo, no lo hicieron. Estaba seguro que Dani habría presionado a Chris de que se quedaran y las acompañasen hasta la ciudad costera de Annwyn, pero si había sido así, ni de coña llegaban a tiempo. Dylan suspiró. Deberían haberlas acompañado solo hasta la costa de Merach, ya que éste ya se había encargado de que hubiese alguien que se fuera con ellas. Y con todas las precauciones durante el camino, a Dylan no le habría extrañado que no se hubieran enterado de la coronación.

Vestido con una levita plateada, un chaleco dorado con un brocado de oro en varias tramas, que destellaban cuando la luz incidía sobre éstas, y unos pantalones oscuros bajo unas botas que llegaban hasta la pantorrilla, es decir, vestido para la ocasión, se dirigió hacia su antiguo cuarto, algo que había intentado aplazar lo máximo posible. Aún tenía muchas cosas allí, si es que Charlie no se había cansado de esperar a que las recogiera y las había tirado todas ya.

Llegó al cuarto, y tocó a la puerta, esperó hasta que escucho un «Adelante». Charlie estaba sentado en la cama, escribiendo algo en el margen de un libro. Dylan frunció el ceño. Esperaba que ese libro no perteneciera a la biblioteca del castillo.

—Oh, Dylan —exclamó—. Ya empezaba a pensar que eran un regalo de despedida —dijo con un gesto hacia la cama que le había pertenecido. Habían varias cajas, con lo que Dylan supuso que eran cosas suyas.

—No tienes tanta suerte —Él esbozó una sonrisa. Miró el uniforme que había en una percha en el picaporte del armario, rojo oscuro y dorado, y comentó—. Bonito uniforme.

—Es el de la coronación —El silencio se extendió por la habitación, hasta que dijo—. Ya sé que no te gustó lo que pasó aquel día...

—Oh, la ejecución, te refieres —Él suspiró mientras Dylan cogía las cajas como podía.

—Era traición, Dylan, iba a acabar de la misma manera. Y los guardias debemos fidelidad al monarca —se justificó—. Aunque ella aún no lo sea.

—Lo que tú digas —murmulló sin querer seguir con esa conversación.

Se dirigió a la puerta, que Charlie abrió por él, ya que tenía las manos llenas, y antes de que saliera como un torbellino, le agarró del brazo y dijo —Sea lo que sea que te diga hoy, como sea que te provoque, no respondas. Finge estar de su lado.

Dylan lo miró extrañado, pero él no dijo nada más.

...

Los carruajes empezaron a salir del castillo, dirigiéndose hacia la catedral de Aurea, donde se habían celebrado las coronaciones desde hacía generaciones. Ahora la catedral no era como lo había sido antaño, después de varias remodelaciones con el pasar de los años, pero seguía siendo el corazón de la Iglesia.

Cuando salió del carruaje, y entró con sus padres a la catedral, Dylan se asombró con la preciosa decoración que los sirvientes le habían dado. Habían centros de flores a cada lado de los bancos (muchos ya ocupados), y las banderas caían de las paredes, el lirio dorado de Cryum sobre un lienzo dividido en dos, en la parte superior el rojo y en el inferior el azul.

Una deuda de sangre (La corte de los desterrados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora