Capítulo 24: Hogar (editado)

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Cuando la alarma sonó, todo su cuerpo empezó a temblar. La magia que vibraba a su alrededor, de manera estrepitosa, sin dejarle pensar, sólo conseguía ponerla más nerviosa, ¿qué demonios acababan de hacer?

Pero no era la única asustada. Incluso Cleavon parecía ahogarse. Estaba pálido, seguramente porque esa era una idea horrible, de la cual no iban a salir bien parados. Y aunque Rob mantenía la calma, Taissa notó que las manos le temblaban levemente. Alyssa estaba a su lado, desenvainó la espada y Taissa flexionó un poco las rodillas, con las manos extendidas, preparada para luchar, si es que su magia quería responder. Cleavon la observó e imitó, poniéndose con la guarda en alto, y Taissa se preguntó si se transformaría. Sin embargo, cerca de ellos, Taissa sintió el agua del río inquietarse.

Los primeros en llegar, a los cuales no vieron aproximarse, eran soldados con uniformes rojos. Se formaron en el aire, de la nada, y los rodearon como si fueran viento. Había muchos, demasiados. Sus pies no tocaban el suelo, y el aire se movía a su alrededor. Seis, siete, ocho... Taissa contó hasta diez faes. Todos con el pelo castaño caramelo, y trenzado de diferentes maneras. Sus ojos variaban desde marrones a verdes, y el tono de piel era clara. No llevaban armadura, pero sí armas, entre arcos, dagas y cuchillos, y muchos de ellos parecían deshacerse y volver a aparecer en el aire.

—¡Intrusos! —dijo un hombre, que parecía el líder, añadiendo un tono afilado a sus palabras. Vio a Rob, e hizo girar la daga con un movimiento de muñeca—. ¡Humano!

—¡Élite del aire! —Las palabras de Alyssa sonaron de manera cortés de sus labios—. No venimos a pelear, traemos un obsequio.

Taissa se removió incómoda, aunque no dio ni un paso. Las miradas que parecían atraer la muerte empezaron a notarla, y los que estaban más cercanos a ella, se aproximaron todavía más, de manera cautelosa. La examinaron, interesados y curiosos, pero el líder y muchos otros se enfocaron en el grupo, no en Taissa.

—¿Obsequio? —preguntó el hombre. Era alto, aunque como estaba flotando, Taissa echó un cálculo rápido inexacto, y dedujo que le podía llegar a sacar a una cabeza. El también pareció echarle un vistazo, pero no se dejó distraer.

—Soy-

—Sé quién sois —le dijo a Alyssa—. Luché en vuestra contra hace unos cientos de años, junto a la corte oscura.

—Pues el tiempo os ha tratado bien —comentó por su juventud con un tono nervioso, pues no aparenta tener más de treinta. Él no se rió, ya que era una broma muy "humana", de lo que ella se dio cuenta tras decirlo.

—Habéis traído un humano, ¿acaso es él el presente? —Él se movió con lentitud y con gracia, como si diese pasos en el aire.

—No —negó ella sin dar rodeos—. El presente es ella.

Alyssa la miró directamente, y Taissa estuvo a punto de abrir de par en par la boca, trastornada por la presentación que le dedicaba, como si fuera una especie de regalo. Su mirada enfocada en su rostro atrajo la atención de algunos, y del fae al que ella le había hablado en particular, que la repasó de arriba a abajo.

Vio lo mismo que los demás, incluso después de quitarse la capucha. Una joven sin renacer con tez pálida y de complexión esbelta, alta y delgada, aunque Taissa se sentía orgullosa de haber engordado unos kilos, ahora pesaba unos 55, quizá 58kg. Su cabello enmarañado de caóticos tonos de azul estaban recogidos en una coleta baja, dejando dos mechones en torno a su rostro libres, que enredó en sus dedos. También tenía orejas puntiagudas y ojos lapislázuli enmarcados en pestañas negras, o azules lo suficientemente oscuras para confundirse con negro.

Sin embargo, él no hizo lo que Taissa esperaba. Con un movimiento grácil y rápido, descendió al suelo y se colocó a menos de dos pies de ella, lo suficientemente cerca para no tener que dar dos pasos para tocarla.

Una deuda de sangre (La corte de los desterrados #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora