Déjame Amarte [06]

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William Evans.

Me está volviendo loco.

Pero esta vez, poco tiene que ver con lo mucho que me atrae o las ganas que tengo de tenerla entre mis brazos. Ahora es diferente. Kimberly se debe pensar que seguimos en primaria y que no tenemos nada mejor que hacer que enviarme mensajes anónimos como si no me diera cuenta de que es ella la responsable. Y luego tiene la cara de besarme estando ebria. Bueno, yo decidí tomar la iniciativa, pero... Ella siempre tiene la culpa. Siempre.

Trato de quitármela de la cabeza mientras comienzo a desperezarme. He dormido fatal un día más, y aunque ya hace dos días desde la fiesta, todavía siento cómo la música taladra mis oídos. Sabía que no debería haber asistido, aunque muy en el fondo no me arrepiento de nada. Pero si el tema sale a la luz, siempre se puede decir que fue un error. Y un error lo comete cualquiera, ¿no?

Ya en la cocina, comienzo a prepararme un café cuando Aaron sale de su habitación, medio dormido y con el pelo revuelto. También acaba de levantarse. Compartir apartamento con mi primo ha sido una de las mejores decisiones que he tomado en mi vida. Tras la marcha de las Grey, sentí un vacío que me llevó mucho tiempo saber cómo rellenar. Necesitaba un cambio de aires, un cambio de vida. Y qué mejor que comenzar de cero con uno de mis mejores amigos. En este caso, Aaron Evans.

—¿Estás preparando café? —pregunta al llegar a la cocina. Sus ojos no dejan de observar la cafetera que está a punto de terminar. Algo me dice que se muere por una taza de este manjar—. Necesito dos litros de cafeína para soportar el día de hoy. Ah y, bueno, para soportarte a ti. ¿Piensas decirme qué es lo que te ha pasado para que estés así de raro? No tendrá que ver con...

—No tiene que ver con nadie —le interrumpo, tratando de sonar lo más normal y sereno posible.

El hecho de no haberle confesado a Aaron lo ocurrido con Kimberly sólo demuestra lo mucho que deseo que ese momento no salga a la luz. De alguna forma, es un secreto que sólo nos incumbe a nosotros. Aunque en el fondo me encantaría gritarlo a los cuatro vientos para que alguien me diese un maldito consejo sobre cómo mirarla a la cara cada vez que nos encontremos en el trabajo. Lo que pensé que iba a ser mi lugar de escape, ahora se ha convertido en todo un infierno.

—Ya veo que sigues mintiendo igual que siempre, Liam —comenta al mismo tiempo en el que trata de restarle importancia. Mientras tanto, se mantiene entretenido preparando su desayuno—. Si todavía no quieres hablarlo, está bien. Pero luego no vengas llorando.

—Pero yo nunca llo...

—¿Ah, sí? —me interrumpe él, y por la mirada que me lanza sé perfectamente que ha entendido perfectamente lo que me ocurre. A veces odio que me conozca también—. ¿Y si dejas todas estas tonterías a un lado y le cuentas a Kimberly la verdad?

Escuchas su nombre salir entre sus labios me provoca un escalofrío que trato de disimular. Al menos, ya no me incomoda mostrarme débil delante de él, como si nunca me hubiera visto desmoronarme en todos estos años. Aun así, todavía me sigue resultando extraño volver a tratar un tema que yo ya creí superado.

—Para empezar —me levanto de mi lugar y me acerco a él como si de esta forma dejara más clara mi postura—, creo que sabes de sobra que no le debo ninguna explicación a nadie.

—Pero...

—Y, además —continúo, sin dejar que pueda interrumpirme, porque sé que si lo consigue ya no podré continuar con mis argumentos—. Ella me lo pidió. Y ya bastante arriesgo contándotelo a ti. Sabes que ahora no puedo echarme atrás.

Aaron parece meditar bien mis respuestas. Esos ojos tan característicos de los Evans evalúan todos mis gestos en la búsqueda de alguno que me delate. Pero, por suerte, en estos últimos años he conseguido mantenerme más tranquilo, más neutral. Principalmente con la intención de que nadie pueda averiguar en qué estoy pensando.

Déjame Amarte© #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora