Déjame Amarte [10]

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Nunca había dormido tan mal. Y las ojeras que adornan mi pálido rostro pueden confirmarlo. Millones de pensamientos me acompañaron toda la noche y ni un minuto me abandonaron. Marc, los mensajes, William, el juicio, e incluso la presencia de Matt en casa habían conseguido mantenerme despierta sin poder pegar ojo. Una vez que consigo reunir las fuerzas suficientes para levantarme, me preparo a duras penas y no tardo en ir a la cocina a por un poco de café. En el fondo, sé que no debería tomar ningún estimulante, teniendo en cuenta que ya me encuentro yo bastante alterada. Pero hoy va a ser un día largo, y necesito que toda la cafeína posible circule por mis venas.

Ya con la taza ardiente entre mis manos, comienzo a repasar mentalmente todos los planes para hoy. Hasta que un Matt sin camiseta entra por la puerta y todos mis pensamientos se desvanecen. Siento cómo mis hormonas comienzan a revolotear, y tengo que hacer un esfuerzo muy grande para mantenerlas a raya.

—Juraría que no es la primera vez que me ves sin camiseta —saluda él, con una gran sonrisa en el rostro mientras trata de peinarse su enredado cabello pelirrojo—. ¿Todavía queda café?

Me quedo como una tonta observándolo mientras él, con toda la calma del mundo, se mueve a mi alrededor, mientras tararea una canción que ahora mismo no consigo reconocer. Y él tiene razón, no es la primera vez que lo veo así. Pero después de tanto tiempo, ambos hemos cambiado, y su cuerpo no se ha quedado atrás. Madre mía, en qué estoy pensando. Matt todavía sigue siendo mi amigo. Mantengo ese debate mental más tiempo del que debería, y sé que él es consciente de ello, ya que comienza a reírse mientras yo disimulo que sus palabras y su presencia no me afectan.

—Puedo taparme, si quieres —comenta con gracia, ya con su taza de café entre sus labios.

—¡No! —respondo sin pensarlo, aunque al instante me doy una bofetada mental por lo mal que estoy quedando—. Quiero decir, no me molesta. Estás en tu casa, Matt.

Ambos permanecemos en silencio, y yo rezo porque no sienta cómo mi corazón bombea con demasiada fuerza. Lo que más me pone nerviosa de esta situación son sus ojos verdosos, que me analizan muy fijamente.

—Ya te he superado, Kimberly —comenta, para mi sorpresa. Pronuncia esas palabras muy suavemente, para que no piense que lo dice como algún tipo de reproche. Aún así, esas palabras consiguen dolerme un poco, aunque sé que no deberían hacerlo. Yo siempre quise tenerlo como amigo, por mucho que eso sí que pudiera doler—. Está todo bien entre nosotros.

Consigo respirar con un poco más de normalidad, sin tener mucha idea qué contestar. Miles de recuerdos sobre nosotros llegan a mi mente de forma fugaz. Éramos tan felices juntos. A veces pienso que jamás debería haber aceptado la petición de tía Mery y quedarme en Chicago con ellos dos, siendo la persona más feliz del mundo.

—Me alegra saberlo —me decido a responder, con cierta vergüenza—. Yo... de verdad siento todo lo que ha pasado. No te mereces que nadie te haga daño.

Matt trata de restarle importancia encogiéndose de hombros y regalándome una sonrisa. Se aproxima a mi poco a poco, con la intención de darme un abrazo: —A veces, la mejor forma de mejorar y aprender es una vez que ya estás dolido.

Sus brazos me rodean y en ese momento, me siento la persona más feliz del mundo por tenerlo. Pero nuestro bonito momento se rompe cuando alguien llama a la puerta, y los dos nos separamos de golpe.

—¿Es Olivia? —inquiere él, alzando una ceja. Pero niego rápidamente. Olivia todavía duerme cómodamente en su cama—. Entonces, ¿esperas a alguien?

Trato de hacer memoria rápidamente. Pero no. No hay ninguna visita programada. Matt y yo no podemos evitar mirarnos, con cierto terror en nuestros ojos. Estoy segura de que ninguno de los dos ha olvidado la conversación de ayer. E, inevitablemente, no podemos evitar pensar que la persona que está detrás de la puerta, tiene algo que ver.

Déjame Amarte© #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora