Déjame Amarte [16]

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Kimberly Grey.

No recuerdo la última vez que tuve una cita. Bien porque hace demasiado tiempo que no tengo una, o bien porque decidí borrarla de mi memoria para que su recuerdo dejara de hacerme daño.

En todo el trayecto hasta el lugar que Kalet ha escogido, él se justifica una y otra vez, asegurándome que no se trata de ninguna cita. Sólo de una quedada de amigos que quieren conversar en un sitio tranquilo.

—¿Y no piensas contarme lo que te ocurre? —pregunta de repente, sin desviar sus ojos de la carretera. Está tan relajado y habla de una forma tan clara e incluso dulce, que parece mentira que se trate de la misma persona que todos los días entra en la oficina con aires de superioridad, haciendo entender a todo el mundo que nadie está por encima de él. Es parte del personaje, me había comentado una vez—. No pensarías que iba a dejarlo pasar, ¿verdad?

Sus palabras me pillan por sorpresa, pero trato de mantenerme lo más neutral posible. En el hipotético caso de que le hablara sobre lo ocurrido hace unos minutos, allí dentro, tendría que revelarle en qué estoy metida. Y eso no es una opción. Kalet es una persona demasiado curiosa. Una vez que encuentra un hilo por el que tirar, no deja de intentar descubrir todo lo que ocurre hasta que llega al final del asunto.

Recuerdo que cuando regresamos a Francia – después del accidente–, tardé más de una semana en convencerlo que nuestro regreso no tenía nada que ver con mi familia ni nadie conocido. Repetí tanto esa mentira que hasta yo misma había comenzando a creerla.

—Sólo estoy cansada —miento—. Este trabajo es importante para mí, aunque no te lo creas —y eso, en parte, es cierto—. Por ese motivo no creo que lo que estamos haciendo sea correcto.

—Mi padre no va a despedirte por vernos juntos, Kimberly —responde sincero. Sólo se gira una vez para mirarme. Sus palabras parecen sinceras, pero no logro entender por qué tendría que creerle—.

—¿Por qué estás tan seguro? ¿le has comentado algo?

Una vez más vuelvo a entrar en pánico. Últimamente no dejo de estresarme, y sé que no es bueno para mí. Pero no puedo evitarlo. Kalet niega con la cabeza, e incluso realiza una mueca de desagrado.

—¿Sobre que nos conocemos? Claro que no —lo observo muy fijamente para que siga hablando y me de una respuesta. Mi mirada parece tener resultado. Él suelta un suspiro antes de continuar—. Aunque me cueste reconocerlo, tienes potencial. E incluso una persona tan egocéntrica y narcisista como Edward puede notarlo. Tus trabajos son increíbles. Él no piensa dejarte ir así sin más.

Él no piensa dejarte ir. Siento cómo un escalofrío recorre toda mi columna. Miles de imágenes sobre el señor Edward inundan de repente mi mente, provocando que me evada de la conversación unos minutos que para mi son eternos.

El señor Sinclair en el juicio, con su rostro serio e intimidante tratando de ahuyentar a sus enemigos... También tuvo esa misma expresión cuando sobornó sin ningún tipo de tapujos al abogado de la parte contraria, o incluso cuando nosotros nos encontramos por primera vez en los pasillos de su empresa. Y cómo olvidar la cara que a los demás se les queda cuando alguien pronuncia su nombre. Siento que hay un sentimiento mayor que el respeto que todo el mundo le guarda, y creo que es el miedo. Nuevamente pienso que guarda una parte oscura, pero trato de quitármela de la cabeza lo antes posible.

—¿Kimberly?

—¿Ah?

—¿Me estás escuchando? Porque no pienso repetir lo increíble que eres una vez más.

Es la segunda vez que me hace sonreír en todo el día, y una parte de mí se niega a aceptarlo. Aunque no soy capaz de dejar de hacerlo.

De un segundo para el otro, siento cómo el motor deja de rugir, señal de que hemos parado. Ahora el francés si que se toma su tiempo en observarme a la perfección, y esos ojos grises que me cautivaron desde el primer día me llaman a observarlos más de cerca. Permanecemos en silencio, observándonos como si hacía tiempo que no reparábamos en la presencia del otro.

Déjame Amarte© #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora