Déjame Amarte [15]

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El tiempo pasa más rápido de lo esperado y sólo provoca que mi frustración crezca. La mayoría de los archivos no tienen nada que ver con lo ocurrido en las semanas siguientes a la explosión. Ni una noticia, ni un titular, ni una factura... Absolutamente nada. Siento que el estómago se me cierra y ni siquiera puedo terminarme unos trozos se sushi que decidimos pedir para no morir de hambre. Siento cómo mi mal humor sólo hace crecer en la última media hora. Me siento realmente inútil, porque una parte de mi sí que había pensado que esto podría salir bien, que podríamos descubrir algo que...

—Creo que he encontrado algo —anuncia Will de repente, captando toda mi atención y provocando que todo mi cuerpo vuelva a reaccionar. Ni siquiera espero a que me lo enseñe: directamente acudo a su lado. En la cercanía, puedo apreciar mejor el mal rostro que tiene, señal de que necesita descansar unas cuantas horas—. Si no entiendo mal, estas pueden ser las sentencias de las que te habló el señor Barnard.

Y, efectivamente, ahí estaban. Todas o casi todas las sentencias desestimadas que los vecinos de la zona habían iniciado como protesta a la falta de implicación del resto de medios en el asunto. Una vez más, vuelvo a pensar en todas las víctimas que esa catástrofe realizó. En estos momentos, me obligo a tener la mente muy fría: sólo de esa forma seré capaz de continuar.

Will me pasa la mitad de los documentos que tiene en la mano, y cuando comienzo a leerlos no puedo evitar que un escalofrío recorra todo mi cuerpo.

—No tienen ningún sentido —exclamo yo por los dos, mientras leo la decisión final del primer juez—. No entiendo cómo nadie ha revisado algo así.

Él se queda en silencio mientras termina de leer el suyo. Por la mirada que compartimos, puedo suponer que su sentencia termina igual: desestimada y sin un argumento válido. Hasta nosotros, que no hemos rematado la carrera, podemos darnos cuenta de ello.

—Algo me dice que nadie quería que lo revisaran —agarra el documento que está en mis manos para compararlo con el suyo y enseñármelo—. Si te das cuenta, el resultado es demasiado similar. Siempre son los mismos motivos, e incluso me atrevería a decir que ni siquiera se han molestado en cambiar las letras.

Volvemos a levantar la vista del papel para observarnos. Con sólo una mirada, puedo jurar que ambos pensamos lo mismo. Ojalá ahora mismo nos estuviéramos equivocando, ojalá nada de todo esto tuviera más sentido que el que aparece en ese papel. Sin embargo, sé que hay muchas posibilidades de pensar que...

—Es un fraude —pronunciamos al mismo tiempo, aunque también se me ocurre otra posible opción: — O quizás un soborno. ¿Cuál es el nombre del juez que lo firma?

Will permanece unos segundos en silencio, buscando el nombre del responsable de que todas las demandas terminaran igual.

—No aparece —espeta de golpe—. No está. Da la impresión de que la página está... cortada.

Una nueva mirada de complicidad. Ahora mismo me siento como si fuéramos nosotros los que estuviéramos cometiendo un crimen. Por suerte, menos personas que antes se encuentran en este lugar, lo que nos da una cierta libertad para hablar un poco más de lo que estaría permitido. Por otra parte, tampoco tenemos que cuidar mucho lo que hablamos. Si llegaran a pillarnos, seguramente nos meteríamos en problemas. Por que lo que no nos atrevemos a decir en alto es que no nos fiamos de lo que aparece escrito aquí: no nos fiamos de la justicia de ese país, porque en estos documentos no hay ni una pizca de igualdad.

—¿Qué hacemos ahora? —se atreve a preguntar, no sin antes tratar de arreglar todo su cabello revuelto, quien parece no darle tregua. La voz de mi interior me pide a gritos que nos detengamos por hoy, pero me sentiría incompleta si eso ocurriera—. Ya hemos revisado todo lo que hay aquí. La bibliotecaria no nos quita los ojos de encima. Sabe que tendrá que recolocar todos estos informes y, sinceramente, hasta a mi me daría pereza hacerlo.

Déjame Amarte© #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora